Bolivia
Otro
golpe al modelo neoliberal |
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Tras
el segundo día del paro cívico vecinal convocado en El Alto,
el gobierno boliviano se ha visto obligado a "dar por
finalizado el contrato" con la empresa Aguas del Illimani,
subsidiaria de la multinacional francesa Lyonnaise des Eaux,
que tenía un contrato de administración de los servicios de
agua potable y alcantarillado en la mencionada ciudad.
El anuncio se hizo público pasado el mediodía del 11 de
enero, y la multitud, que había organizado barricadas en las
principales avenidas de El Alto, empezó a cambiar sus
consignas de lucha por vivas de alborozo y festejo. No era
para menos: el movimiento social boliviano ha dado
nuevamente un golpe demoledor al modelo neoliberal que en la
década de los 90 privatizó los recursos naturales y los
servicios.
Sin embargo, después de la euforia inicial, los vecinos de El
Alto decidieron continuar con el paro indefinido hasta que
el gobierno haga oficial la expulsión de Aguas del Illimani
y dé por finalizado el contrato a través de un decreto
supremo. "Aguas del Illimani ya está fuera de Bolivia, pero
esperamos el decreto supremo que formalice esta situación",
explicó Abel Mamani, uno de los líderes del paro.
El Alto es una de las ciudades más jóvenes y a la vez más
pobres de Bolivia; según datos del Instituto Nacional de
Estadísticas (INE), más de dos tercios de su población, que
alcanza el millón de habitantes, vive en situación de
extrema pobreza. Pero eso no evitó que la transnacional se
ensañara con ella: cobraba tarifas en dólares –que iban
subiendo día a día, según la cotización internacional de
esta moneda–, se negaba a ampliar la red de servicios a los
barrios más pobres e incumplía sistemáticamente los
objetivos de cobertura a los que se había comprometido.
Las gestiones del movimiento social para expulsar a la
transnacional comenzaron a fines del año pasado, cuando se
supo que la empresa había negociado con el gobierno de
Carlos Mesa una serie de ventajas que le permitían
asegurarse un rendimiento del 12%, aun a costa de dejar sin
servicios a los sectores más alejados y empobrecidos de El
Alto; así, la meta de 15 conexiones para el 2004 fue
reducida a cero. De acuerdo a denuncias periodísticas
–corroboradas con datos oficiales– en El Alto hay miles de
familias pobres que llevan alrededor de diez años sin
servicios de agua potable y alcantarillado.
El 10 de enero, ante las presiones populares, el viceministro
de Servicios y Obras Públicas, José Barragán declaró: "Hay
como 40 mil familias que tienen restricciones para acceder
al servicio de agua, el problema con el alcantarillado
todavía es un poco mayor, y el contrato, como está formulado
ahora, no permite alcanzar a todos los pobladores. Lo mínimo
que tenemos que hacer es preguntarles, si ellos (Aguas del
Illimani) nos dicen que no quieren atender a esta población,
porque es pobre, porque no les paga, porque no les resulta
rentable y todo lo demás, tendremos que buscar otro
operador".
El gobierno de Carlos Mesa, sucesor del neoliberal Gonzalo
Sánchez de Lozada –expulsado del poder por la insurrección
popular de octubre del 2003– intentó frenar inicialmente las
protestas populares, pero ante la presión de las más de 500
juntas de vecinos de El Alto, tuvo que ceder y autorizar la
"terminación del contrato de concesión con Aguas del
Illimani", según una carta que el ministro de Servicios y
Obras Públicas, Jorge Urquidi, remitió a las juntas
vecinales.
Lyonnaise des Eaux y Vivendi-Générale des Eaux son dos
grandes multinacionales francesas que actualmente controlan
el 40% del mercado mundial del agua, según datos de Le Monde
Diplomatique (mayo del 2002), y venden sus servicios a más
de 110 millones de personas en unos 100 países. Lyonnaise
des Eaux opera en China, Malasia, Italia, Tailandia,
República Checa, Eslovaquia, Australia y Estados Unidos,
ente otros.
En el caso boliviano, Lyonnaise des Eaux llegó a Bolivia en
1997, y conformó una subsidiaria llamada Aguas del Illimani,
en cuyo accionariado también participan las organizaciones
crediticias que impulsaron el proceso de privatizaciones en
Bolivia, como el Banco Mundial y el Banco Interamericano de
Desarrollo. Aguas del Illimani tenía en este país un
contrato de 30 años, siete de los cuales ya han
transcurrido.
Desde que empezó a operar en Bolivia, tanto las tarifas de
conexión como el mismo servicio de agua subieron de forma
indiscriminada; mientras tanto, la empresa subió los sueldos
de sus ejecutivos, que pasaron a ganar de 12.000 a 65.000
bolivianos, unos 9 mil dólares mensuales.
La
transnacional anuncia represalias
El gerente de Operaciones y Planificaciones de Aguas del
Illimani S.A. (Aisa), Alberto Chávez, aseguró que su empresa
atendió el 97 por ciento del área delimitada en el contrato
suscrito en 1997 y advirtió al gobierno boliviano que si
decide rescindir el contrato por las presiones populares, la
transnacional pedirá los resarcimientos del caso en los
tribunales internacionales.
En abril del año 2000, la empresa Aguas del Tunari,
subsidiaría de la transnacional Bechtel, que se había
adjudicado los servicios básicos (agua y alcantarillado) de
la ciudad de Cochabamba, también fue expulsada. La empresa
acudió a tribunales internacionales y aún mantiene un
litigio con el Estado de Bolivia, al que reclama una
indemnización cercana a los 25 millones de dólares.
Se prevé que el conflicto con Lyonnaise des Eaux siga por el
mismo camino. Según los datos proporcionados por la empresa
a los medios de comunicación, la inversión que supuestamente
habría hecho en Bolivia supera los 60 millones de dólares.
Walter
Chávez
Convenio La Insignia / Rel-UITA
13 de enero de 2005
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