Ningún
país del planeta parece inmune
a la
crisis financiera internacional desatada
por
las
estadounidenses hipotecas “de riesgo”
Tampoco Latinoamérica, una región
que en los últimos tiempos parecía haber
recuperado su sonrisa gracias a la
creciente inversión extranjera y al auge
de las materias primas, entre otros
motivos.
Pero, como consecuencia de la
contracción del crédito en todo el
mundo, que amenaza ahora con afectar a
la economía real, América Latina
experimentará en los próximos años un
descenso significativo de sus ingresos
por exportaciones y de las inversiones
externas directas procedentes de
Estados Unidos. La retracción del
crédito hará que aumenten también los
costes de financiación de la deuda en la
región. Todo eso en medio de un
escenario en el que el crecimiento
económico de América Latina
mostraba signos de desaceleración.
Anita Kon,
profesora de la Universidad Católica
Pontificia de São Paulo, cree "que las
economías emergentes se verán muy
afectadas por la crisis norteamericana,
lo mismo que el resto de los países del
mundo,
porque el sistema financiero está muy
globalizado y la crisis tiende a
esparcirse por todo el sistema”,
asegura.
No obstante, la profesora Kon
también resalta que, “en América
Latina, algunos países
que
presentan condiciones macroeconómicas
más estables, como Chile y
Brasil, tendrán mayores
posibilidades de enfrentarse a estas
consecuencias, aunque tendrán que
revisar su planificación de gastos e
inversiones públicas, así como las
políticas de apoyo a la producción, al
combate de la inflación y otras
políticas sociales.
En cambio, países
como Venezuela, Bolivia
y
Colombia,
que están pasando por conflictos
internos políticos y
que
presentan mayor propensión a la
inestabilidad macroeconómica, se verán
más afectados”.
Por último, señala, “está el caso de
México,
que siempre se diferenció positivamente
de los demás países latinoamericanos,
por
estar
directamente relacionado con la atención
de la demanda de Estados Unidos,
y por tanto, en esta ocasión sufrirá
impactos considerables”.
Inflación, exportaciones y medidas
estructurales
La región acaba de salir de un periodo
de dos años consecutivos de excelente
crecimiento económico como el que no se
veía desde hace décadas -superando el
5,5 por ciento al año en 2006 y 2007.
Sin embargo, incluso antes de la crisis
de crédito, ese crecimiento parecía
destinado a perder fuerza. Las
previsiones del Banco Mundial para la
región, hechas en junio, ya indicaban la
desaceleración del crecimiento del PIB,
que caería hasta un 4,5 por ciento, en
2008, y un 4,3 por ciento en 2009. Nadie
se sorprendería si esas cifras fueran
nuevamente revisadas a la baja.
Ahora, el resto del continente mira hacia Estados Unidos
con temor, intentando predecir hasta qué
punto se verá afectado por el terremoto.
Sobre todo, porque, tradicionalmente,
cuando Estados Unidos ha
estornudado, Latinoamérica se ha
constipado. Sin embargo, en esta
ocasión, el profesor de la Pontificia
Universidad Católica de Perú, David
Tuesta Cárdenas, cree que será
distinto. “A diferencia de escenarios de
crisis anteriores, en esta ocasión, a
Latinoamérica sólo le dará un
pequeño catarro, y no neumonía, como
antes, aunque dependerá de los soportes
desarrollados por cada uno de los países
durante los últimos cinco años
-explica-. Por ejemplo, será importante
ver cuánto ahorro fiscal han generado
durante este periodo, cómo ha sido la
gestión de la deuda pública, cuánto han
logrado diversificar sus exportaciones.
Países como Chile, Perú,
México y Colombia parecen
haberse manejado mejor en este ámbito;
mientras que Venezuela y
Argentina pueden haberlo hecho
menos”.
Como ha apuntado la profesora Kon, el control de la
inflación será un factor clave para
sobrellevar de la mejor manera posible
la crisis. Y algunos países
latinoamericanos no parecen preparados
para combatirla, a tenor de las
declaraciones realizadas por el director
general del Fondo Monetario
Internacional (FMI), Dominique
Strauss-Kahn, el pasado mes de
julio, cuando advirtió de que la
inflación estaba descontrolándose en
algunos países emergentes de la región.
Según este organismo, Chile
podría terminar el año con una tasa del
7,5
por ciento; Argentina ya alcanza la cifra del 9,1 por ciento
interanual; mientras que Brasil
se sitúa en 5,6
por ciento, y en Perú, en el 5,4
por ciento.
No obstante, como contrapartida, algunos
de estos países cuentan con otros
escudos que pueden ayudar a equilibrar
un poco la situación. Es el caso, por
ejemplo, de Perú, donde el
profesor Tuesta Cárdenas destaca
que “se ha logrado consolidar un fuerte
crecimiento, con un promedio del 6
por ciento en
los últimos siete años, acompañado de un
prudente manejo fiscal, que ha permitido
ahorrar en gran medida los ingresos
generados por los elevados precios de
los minerales, como el oro, el cobre, la
plata y el zinc. Para ello, ha sido de
tremenda ayuda contar con una regla
fiscal, a nivel del Ley del Congreso,
que funciona desde 1998. También han
sido fundamentales los avances en
términos de apertura comercial desde los
años 90, que han continuado
profundizándose en esta década y que
permitió balancear, en cierto modo, la
balanza comercial, con ganancias
relativas en el comercio de sectores
manufactureros, como el textil y el
agroindustrial. Dentro de esa línea,
mantener un Banco Central de Reserva
independiente ha sido fundamental”.
Otro salvavidas de Perú, según el
profesor Tuesta Cárdenas, es “el
hecho de que gran parte del crecimiento
actual esté anclado en la demanda
interna, lo cual le concede un cierto
respiro en el corto plazo”. En cambio,
países más dependientes del consumo
internacional, como México o
Venezuela, pueden sufrir la crisis
financiera del vecino del norte.
Richard Obuchi, profesor del
Instituto de Estudios Superiores de
Administración (IESA) en Caracas,
señala que “el riesgo país de
Venezuela, al igual que ocurrió en
otras economías emergentes, se elevó
considerablemente tras la quiebra de
Lehman Brothers. En el caso venezolano
en particular, la percepción de riesgo
se incremento, además, por eventos que
afectaron las relaciones diplomáticas
entre Estados Unidos y
Venezuela durante esa semana (como
la decisión de Hugo Chávez de
expulsar al embajador estadounidense).
Sin embargo, el riesgo principal para la
economía venezolana se encuentra en la
elevada dependencia del país en las
condiciones del mercado petrolero
internacional. En este sentido, si los
eventos en los Estados Unidos
conducen a una situación de recesión
económica, existe el riesgo de un
debilitamiento de los precios del
petróleo, por una disminución en la
demanda de energía, lo cual incidiría
negativamente en el desempeño económico
del país”.
Pero éste no es el único impacto que ha
tenido la quiebra de Lehman Brothers en
la economía venezolana, sino que la
bancarrota del banco de inversión
estadounidense también ha afectado de
forma directa a las finanzas del país,
lo que ha llevado al ente regulador de
la banca, la Superintendencia de Bancos
de Venezuela (SUDEBAN), a ordenar
a todas las entidades con activos
emitidos por Lehman Brothers o Merrill
Lynch (que ha sido rescatado por Bank of
America para evitar también su quiebra)
a asegurar el 50 por ciento del valor de
estos activos. Además, el Fondo de
Desarrollo Nacional tiene cerca de 300
millones de dólares invertidos en
productos referenciados a Lehman.
De hecho, la Conferencia de las Naciones
Unidas para el Comercio y el Desarrollo
(UNCTAD) ya ha advertido un
retroceso de la inversión extranjera en
Latinoamérica y en su último
informe señala que “las expectativas a
medio plazo decaen, por causa de la
crisis financiera global, que revertirá
la tendencia al crecimiento en los
próximos dos años”. Para subrayar esta
afirmación, el organismo aporta un
significativo dato: en el primer
semestre de 2008, el valor de las
transacciones internacionales fue un 29
por ciento inferior al cosechado en el
mismo periodo de 2007, y se estima que
la inversión extranjera directa (IED)
cerrará el ejercicio con una caída del
10 por ciento.
Un cambio de ciclo que rompe con varios
años de bonanza y que ha llevado a
situar a varios países de
Latinoamérica como los destinos
preferidos de los capitales extranjeros.
Con Brasil a la cabeza, que en
2007 atrajo 34.600 millones de dólares
de inversión extranjera y refrendó su
quinto puesto de la clasificación
mundial, Latinoamérica ha
disfrutado de una creciente confianza
internacional, que ha llevado a los
capitales extranjeros a disparar un 36
por ciento sus inversiones en países de
la región durante el pasado ejercicio,
hasta alcanzar los 126.000 millones de
dólares, según la UNCTAD.
No obstante, gran parte de esta subida
responde al disparado precio del
petróleo y al auge de las materias
primas, dos factores cuya evolución
también está en entredicho. El futuro de
Venezuela, por ejemplo, está
estrechamente ligado a ello, como
recuerda el profesor Obuchi: “El
país ha experimentado una tasa de
crecimiento sostenida en los últimos
años como consecuencia del incremento en
los precios del petróleo, principal
producto de exportación del país, lo
cual ha incrementado el gasto público y
la demanda agregada. En el caso de que
se produjera una reducción sostenida de
los precios del petróleo, Venezuela
se podría enfrentar a riesgos de diverso
tipo, dependiendo de la volatilidad y de
los niveles de los precios del petróleo.
Sin embargo, en las condiciones
actuales, resulta difícil estimar el
impacto que tendría una desaceleración
económica en Estados Unidos en
los niveles de precios del petróleo, lo
cual constituye una variable clave para
la economía venezolana”.
Los países que han adquirido
recientemente la condición de
investment grade, como Brasil,
cuentan, en cambio, con cierto colchón.
La profesora Kon destaca que, “de
entrada, están
mejor colocados para recibir inversiones
externas, lo que es la mejor forma de
protección a la continuidad de
crecimiento. Sin embargo, aunque estos
países presentan mejores condiciones
macroeconómicas para enfrentar la
crisis, en relación a crisis pasadas,
esta situación se ve contrarrestada por
la mayor inserción en el proceso
globalizado del sistema financiero y
productivo, lo que podrá provocar
impactos negativos más considerables”.
Sin embargo, respecto a Brasil,
Kon señala que “se encuentra en
una coyuntura favorable en lo que se
refiere a los indicadores
macroeconómicos y, por otro lado, los
precios de algunos productos
alimenticios están desacelerándose
actualmente, lo que afecta a la
inflación.
Brasil,
por lo tanto tiene posibilidad de
reaccionar mejor a los impactos de la
crisis. Sin embargo, la disminución del
crédito externo y de inversiones
externas productivas directas afectarán
al crecimiento de las empresas privadas
y de los gastos e inversiones
gubernamentales,
como los grandes planes
en infraestructuras que se habían programado,
puesto que la recaudación fiscal ya se
sitúa en un nivel extremadamente elevado
y no da señales de aumentar”.
Posibles recetas
Aunque cada país tenga su propia
idiosincrasia, en general, todos van a
ver seriamente mermadas sus
exportaciones, y serán los más expuestos
a ellas los que más sacudidos por la
crisis se verán, como señala el profesor
Tuesta Cárdenas, quien prevé “una
desaceleración en los sectores
exportadores más atados al mercado
norteamericano, como los textiles”. Del
mismo modo, su colega Kon señala
que “los
sectores enfocados a la exportación,
como acero, y otros insumos minerales,
también reflejarán la disminución de la
demanda mundial”.
El profesor Obuchi va más allá y
pronostica un futuro incierto para los
países que tengan entre sus principales
socios comerciales a Estados Unidos.
“Una reducción de la tasa de crecimiento
de Estados Unidos tendría
consecuencias directas en la demanda de
productos de exportación de los países
latinoamericanos. Por otra parte, el
sistema financiero estadounidense está
rebalanceando su cartera de activos
hacia posiciones menos riesgosas. Esto
tiene un impacto negativo en la
valoración de la deuda de las economías
emergentes y, en consecuencia, puede
conducir a un incremento en el costo del
endeudamiento de estos países”.
¿Qué hacer para salir lo más ilesos
posibles de esta crisis? “Las recetas no
siempre salen bien, depende de los
cocineros, de la posibilidad de
ingredientes de buena calidad y de la
reacción de quien comerá el producto”,
señala la profesora Kon. No
obstante, añade que “la
contención del gasto público,
el incremento
de la tasa de intereses para frenar la
inflación,
la
precaución en relación a inversiones
productivas y financieras de mayor
riesgo, y
un
mayor control del sistema financiero
interno”, son ingredientes básicos de
cualquier dieta contra la crisis.