El nieto del general asesinado Carlos
Prats
escupió
el cadáver de Pinochet
"Lo hice porque mató a mis dos abuelos" |
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Con un gesto que resumió el pensamiento
de millones de personas, el nieto del
comandante en jefe de Salvador Allende
salivó el féretro del dictador, que
recibió los honores militares que le
fueron negados a su abuelo asesinado en
Buenos Aires
Fueron horas
mezclado con las hordas fascistas, de
las más coquetas que se amontonan a
vivir desde la Escuela Militar al
Oriente. Los barrios más pitucos de este
recargado Santiago con aires
primermundistas. Todos en fila
ordenaditos, sudorosos, nerviosos,
pasito a pasito acercándose para dar el
último adiós al tirano, en su gris lecho
de muerto. "Todo vale la pena", decían
las ancianas, las embarazadas y hasta
los inválidos que se iban moviendo entre
la masa hipnotizada otra vez por los
fusiles, botas y bayonetas. "Todo vale
la pena", debió pensar también,
Francisco Cuadrado Prats, soportando el
tufillo pinochetizado que penetraba
lentamente en su cabeza. Con dolor, con
el recuerdo de todos esos domingos, de
las graduaciones, cenas y navidades
marcadas por una ausencia notoria.
Marcada a fuego por los mismos que se
denominan hermanos de armas.
Fueron pasando los minutos, que se
hicieron horas. La noche avanzó y el
turno de no más de dos segundos frente
el ataúd que contenía el cuerpo inerte
de uno de los responsables de asesinar a
su abuelo, el comandante en jefe del
ejército en los tiempos de Allende, el
general Carlos Prats, estaba ahí. A la
mano.
El atentado en contra de Prats,
antecesor de Pinochet, en Buenos Aires
en 1974, en el que también murió su
esposa, Sofía Cuthbert, fue uno de los
capítulos más oscuros del denominado
Plan Cóndor, que coordinaba la represión
ilegal de las dictaduras del Cono Sur.
El crimen del general fue organizado y
planificado por agentes de la DINA (uno
de los aparatos represores de la
dictadura) bajo las órdenes del por esos
días coronel Manuel Contreras que
dependía directamente de Pinochet. La
investigación de la Justicia argentina
no atrapó a los militares chilenos -cuya
extradición fue negada por la Corte
Suprema- y concluyó con la condena a
prisión perpetua de un agente de la
DINA, Enrique Arancibia Clavel, como
"partícipe necesario" en el crimen.
Posteriormente se abrió juicio en Chile.
El ejército nunca entregó a la Justicia
de ninguno de los dos países
antecedentes claves para la
investigación -que los debe manejar sin
duda-, haciendo que esos procesos sigan
dilatándose.
"Los cuervos, no hay duda, en
las ramas, el monzón verde y
furibundo, el escupitajo
escarlata en las calles
desmoronadas, el aire espeso,
pero dónde, pero dónde estuve,
quién fui? No entiendo sino las
cenizas"
Pablo Neruda. |
Ya sólo quedaban cinco personas antes
que él. Y el féretro de Pinochet estaba
a la vista. Su cara hinchada, verdosa,
reposada, casi riéndose, metía miedo.
"¿Qué haré, ahora que estoy frente al
asesino de mi abuelo?", habrá pensado.
La respuesta le salió de muy adentro.
"Lo hice porque Pinochet mató a mis dos
abuelos. Era una cuenta personal
pendiente", dijo más tarde, cuando
reaccionó y asumió el reivindicador
escupitajo al cristal que dejaba ver el
rostro del finado militar.
Prats nieto, de 39 años, casado, es
asesor del concejal de la derechista
Municipalidad de Las Condes, Hugo Hunda
(miembro del Partido Por la Democracia,
que creó Ricardo Lagos). Es también un
artista visual y gestor cultural de
escasa participación pública hasta hace
unos meses. Vive en un sector acomodado
del barrio Providencia.
Antes del escupitajo, su nombre había
aparecido en la prensa porque él había
sido el gestor para que la casa del
presidente Allende en la avenida Tomás
Moro fuera declarada Monumento Histórico
Nacional. El gobierno militar había
convertido la casa en un hogar de
ancianos. "No me interesa dañar a la
gente que vive hoy en el condominio. Me
interesa la casa y que se reparen las
deudas históricas. No puedo creer que
después de bombardearla los señores
militares se hayan apropiado del lugar.
La casa del Chicho (Allende) debe ser un
museo alternativo", dijo Prats en un
reportaje a principios de noviembre,
pocos días después de que la presidenta
Michelle Bachelet le concediera su
deseo.
Prats nieto siempre tuvo un carácter
fuerte. Hace unos meses fue a buscar a
una periodista al comedor del diario La
Nación para insultarla de arriba abajo
porque la cronista se había olvidado de
devolverle unos documentos. "Me acompañó
al piso donde trabajo, siguió
insultándome, sin escuchar ni media
explicación. Tuvo que meterse un colega
para que la cortara conmigo. No he
vuelto a saber de él hasta ahora, que vi
su nombre en los medios por escupir a
Pinochet. Si es capaz de esperar a una
periodista para insultarla por un atraso
de un día, con mayor razón es capaz de
esperar cinco horas para escupir a
Pinochet. Y los años que ha esperado
para eso", sostuvo Dalia Rojas, la
cronista insultada.
Ayer, luego de que unas viejecitas de
pañuelos impregnados de olores
fascistoides lo denunciaran, Prats fue
golpeado por los adherentes del dictador
y retirado del lugar por la policía
militar que más tarde lo liberó lejos de
la Escuela Militar, donde seguía el
velatorio. La sacó barata. Al otro día,
todo Chile sabía de su performance. Su
teléfono no paró de sonar, pero no lo
atendió.
Su jefe en Las Condes, el concejal Hugo
Hunda, conoce otro costado de la
personalidad de Cuadrado Prats. Hunda le
dijo a Página/12 que con Prats mantiene
una buena relación, basada en lo
profesional, lo humano, la transparencia
y un excelente nivel intelectual que
alcanzan sus intercambios.
"El sufrió mucho por su abuelo. Vivió un
trauma intenso y se convenció de que los
organismos de Estado de Pinochet son los
culpables de la muerte del general
Prats. Duele, él se crió entre
militares. Su acción fue cargada de
pena, una manera de gritarle al mundo y
de resarcirse del dolor. A su abuelo no
se le rindieron honores militares y su
acto fue una reacción personal y válida
por lo demás", dijo el concejal.
"Venganza, figuración. Usted decide."
El general Carlos Prats González tuvo el
mando de la institución desde fines de
octubre de 1970 hasta pocos días antes
del golpe. Sin compartir la ideología
socialista del presidente Salvador
Allende, mantuvo el profesionalismo
castrense y la lealtad hacia las
autoridades constitucionales,
enfrentando la conspiración de Estados
Unidos, la derecha y sectores dirigentes
de la Democracia Cristiana. La cercanía
al presidente Allende, como ministro del
Interior y de Defensa y también
vicepresidente de la República, le
permitió valorarlo -según escribió más
tarde- como "uno de nuestros gobernantes
más lúcidos y osados del siglo XX y, al
mismo tiempo, el más incomprendido".
Poco a poco los enemigos del general
Prats ganaron terreno y finalmente
lograron aislarlo, obligándolo a
renunciar el 23 de agosto de 1973.
Entregó el mando a su hombre de
confianza, el general Augusto Pinochet
Ugarte.
Recién el 30 de septiembre el ejército
chileno se cuadró con la memoria de
Prats en una ceremonia que contó con la
presencia de la alta comandancia,
oficiales y autoridades, reparando, de
acuerdo con el protocolo militar, un
agravio injustificable mantenido desde
su asesinato tramado por sus compañeros
de armas.
A juicio de muchos, Prats es la figura
antagónica de Pinochet. Representa la
lealtad, la consecuencia, la honradez,
la valentía y el honor militar,
atropellados por su sucesor que hizo de
la traición una norma de conducta. Puede
ser que su nieto refleje lo mismo: la
astucia, la valentía y la cabeza en
alto. Puede ser que el otro nieto
famoso, el militar de Pinochet,
Pinochetito, haga honor a su Tata que
ahora lo mira desde una insignificante
ánfora de metal.
Por
Christian Palma
Desde Santiago
Página 12
14 de
diciembre de 2006
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