Pese a los temores
iniciales, las deslocalizaciones en España
tan sólo han
supuesto una pérdida de 4.068 puestos
de trabajo en seis
años.
Una de las consecuencias más
directas de la denominada globalización es el libre movimiento de capitales
bienes y mercancías y, consecuentemente, de empresas con el objetivo de
incrementar sus beneficios, cuya traducción más directa la constituyen las
deslocalizaciones. Lógicamente, el hecho de que una empresa, bien sea nacional o
extranjera, se plantee la salida de un país, hace saltar todas las alarmas, por
las repercusiones económicas que esta decisión estratégica puede acarrear en
cuanto a desvío de las inversiones hacia otro país, destrucción de empleo, caída
de la demanda, exclusión social e incluso desaceleración económica.
Sin embargo y pese a los temores
iniciales que generaba la aparición en el mercado internacional de nuevos
actores, como China, India, Brasil, Marruecos o los
antiguos países de Europa del Este, potencialmente acaparadores de
capitales extranjeros, la realidad ha sido bien distinta.
Según los datos recogidos por el
Observatorio de Reestructuraciones de la Fundación Europea para el Cambio y la
Mejora de las Condiciones de Vida y Trabajo, desde 2002 se han producido en el
seno de la Unión Europea 6.834 reestructuraciones empresariales, siendo
una minoría de las mismas a causa de deslocalizaciones. Este movimiento se ha
traducido pese a todo en una pérdida neta de empleo de cerca de un millón de
puestos de trabajo en el conjunto de países del Viejo Continente.
Reino Unido,
Francia y Alemania lideran las reestructuraciones desde 2002, lo
que se ha traducido en una importante pérdida de empleo.
Sólo 15
deslocalizaciones
En España se han
producido 208 casos de reestructuraciones empresariales que representan el 3 por
ciento del total realizado en la Unión Europea. Mayoritariamente se trata
de reestructuraciones internas que no responden de forma específica a fenómenos
de deslocalización o externalización sino al reajuste de plantilla (46 por
ciento), seguidos de quiebras y cierres empresariales (26 por ciento), que en su
mayoría se explican por cambios en la demanda de la clientela.
Desde 2002, España ha
registrado 15 casos de deslocalización pura, que han supuesto una pérdida de
4.068 puestos de trabajo, representando el 4,3 por ciento del total de empleo
destruido en España por el conjunto de las reestructuraciones
empresariales, que se eleva a 93.525 puestos de trabajo. Pese a la idea
generalizada de que son las multinacionales extranjeras las que deslocalizan, en
el caso de España, sólo el 51,1 por ciento son empresas de capital
foráneo y el restante 48,9 por ciento empresas españolas, muchas de ellas ya
instaladas en otros países que deciden ampliar su actividad en el exterior.
La tecnología
media también sale fuera
Tradicionalmente los denominados
procesos de deslocalización se han producido en aquellos sectores y actividades
industriales intensivos en mano de obra, con el fin primordial de reducir costes
salariales. La propia evolución de la economía mundial está poniendo de relieve
también los denominados sectores intermedios y aquellas actividades de
tecnología media-alta y que ya emplean trabajadores cualificados.
Incluso los servicios, que
inicialmente se encontraban al margen de estos procesos de deslocalizaciones,
están empezando a salir fuera, como consecuencia de los avances registrados en
las tecnologías de la información y la comunicación, que provoca que los
servicios puedan descomponerse y comercializarse de la misma manera que los
bienes. Un claro ejemplo pueden ser los denominados “call center” que pueden
estar fuera del país.
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