Perú
V Encuentro Nacional de la Mujer
Cafetalera
La esencia femenina
del café |
Días
atrás, un grupo de mujeres cafetaleras llegó a Lima para
compartir las experiencias e iniciativas que les han
permitido superar muchas carencias. Su temple se ha
reforzado con el cultivo, los negocios y su manera de
organizarse. El mundo las está conociendo
Hay un feminismo del café. En los valles donde se cultiva la
planta es posible ver las dimensiones de este movimiento:
mujeres que controlan las chacras, las cosechas, las
ganancias, los negocios, que viajan para enterarse se lo que
pasa en el mercado mundial de los cafetaleros y regresan a
sus pueblos para contar lo que vieron en asambleas también
salpicadas de mujeres. La propia esencia del café replica en
ellas porque algunas tienen el gesto grave, como si vinieran
de amargores pasados; otras lucen una tranquilidad fragante,
que es el alivio de quien se ha hecho desde el polvo. Días
atrás, varias de ellas tuvieron un cónclave en Lima.
El Quinto Encuentro de Mujeres Cafetaleras fue un concentrado
de historias intensas, como una taza recién servida.
Café De Raíz
El ímpetu femenino vino desde San Nicolás, un pueblo de la
provincia Rodríguez de Mendoza, en Amazonas, donde María
Gregoria Tafur educa sola a dos hijos con el beneficio del
café. Sus padres ya eran cafetaleros organizados cuando ella
empezó a jugar de niña cerca de las chacras, de modo que
nadie puede desmentir esa memoria suya que atribuye al grano
la redención de su pueblo: "Antes vivíamos en casas de palos
y maderas. Ahora hay viviendas de adobe, que son más
seguras. Y desde hace cuatro años algunos se han hecho las
suyas de material noble".
Cuando a mediados de los noventa se formó la asociación de
productores de la zona, María Gregoria ya estaba empapada de
café. La inquietud por participar de la organización le
salió natural, por legado familiar y sentido de tierra, pero
enfrentó, como muchas, las taras de una legislación que daba
todos los derechos a los varones y la restringía --a solo
por parentesco con el socio-- a las mujeres. "Todavía
estamos luchando por cambiar ese tipo de normas", dice.
Ahora ella es miembro del comité de Educación y su reto es
mostrar la eficiencia femenina en el territorio del café.
El peso de estar asociados permitió a los productores
negociar mejores precios con los compradores, evitar el
regateo excesivo, pero también ha dado espacio a un tejido
social en que las mujeres saben hacerse imprescindibles.
"Organizamos talleres de capacitación a los socios y a toda
la comunidad en salud, alimentación, participación ciudadana
e incluso en autoestima", refiere María Gregoria. Trabajan
en paralelo a sus propios negocios, que no descuidan, y con
los ojos y emociones puestas en el cuidado de sus familias.
María Gregoria, por ejemplo, se da tiempo para manejar su
cosecha de veinte quintales y cumplir con el comité. Parte
de su responsabilidad ha sido el viaje a Lima para compartir
experiencias con otras mujeres dirigentes y productoras, que
luego deberá contar a los 601 miembros de su asociación. Ha
anotado todo, con escrúpulo de estudiante. La incertidumbre
es la misma: problemas de salud, educación precaria,
episodios de violencia familiar que agregan dolor y angustia
a unas vidas ya bastante cargadas.
El ramal de soluciones, pese a todo, es auspicioso. Aquí ha
podido escuchar de otras mujeres cafetaleras que el secreto
del progreso está en diversificar: Janet Vilca, una hija de
cafetaleros de Puno, con título de ingeniero industrial, le
explicó que si la tierra da una cosecha de café, luego puede
dar frutas como la naranja, que servirá para hacer néctares
mientras viene la siguiente cosecha; Lucila Quintana, de
Amazonas, le comentó de sus negocios paralelos, como la
crianza de chancho, montados con las ganancias del café. "Me
llevo buenas ideas de otras zonas del país, que nos van a
servir mucho", comenta María Gregoria.
Café Pasado
Lucila Quintana es una muestra del efecto edificante del
café. Alguna vez, recién casada, tuvo que decidir con su
esposo qué tipo de cultivo trabajarían en las seis hectáreas
cedidas por los padres del hombre. Optaron por el café.
Hasta esa época, la única experiencia que ella tenía en el
tema era que su padre había tenido un negocio de acopio de
café en Cajamarca. "Fue una apuesta para ver si agarraba.
Ahora esas chacras botan 120 quintales de café", explica.
Sus tierras están a 1.600 metros sobre el nivel del mar. Tuvo
que aprender a trabajarlas en la reciedumbre de la
vegetación amazónica. "Uno tiene que conocer desde lo mínimo
para saber cómo funcionan las cosas", precisa con el gesto
ese de quien ha salido adelante desde el polvo. Se metió a
sembrar, a conocer sus plantas y a cosechar con manos
inexpertas. Ha superado todo, incluso una incursión de
Sendero Luminoso, que se llevó el rancho de todos los peones
y varias bolsas de grano. Ni en ese momento, asegura, perdió
el temple para seguir.
Lucila, cuyo temperamento recio se trasluce en unos gestos de
café cargado y sin agua, es casi una embajadora de la
Central Cafetalera del Nor Oriente (Cecanor). Su voz suele
representar a 2.041 productores, entre los cuales hay 721
mujeres. Su defensa de los intereses cafetaleros la ha
llevado a varios países para encuentros internacionales. Uno
de los más importantes fue el de hace dos años, cuando
participó en el trigésimo sexto Congreso Mundial de
Agricultores (2004).
Aquella vez, pudo cumplir un viejo deseo que la inquietó
durante años: quería conocer la tumba de John F. Kennedy.
Entonces se dio un tiempo para visitar el cementerio de
Arlington, vio la lápida del ex presidente estadounidense,
presenció el cambio de guardia que hacen los custodios cada
hora para deleite de visitantes. "Nunca pensé que por
dedicarme al negocio del café podría haber hecho ese viaje",
recuerda. La importancia de ese viaje, sin embargo, es que
realizó contactos que a la larga han dado origen a un
concepto fundamental: el café femenino.
Aroma De Café
Los cafetaleros de Amazonas han llamado así, Café Femenino, a
un producto que se mueve por manos de mujeres, desde la
chacra al paquete. El mercado principal está en Estados
Unidos, donde una compradora consciente de sus problemas se
ofreció a impulsar el producto peruano. Ocurrió después de
un primer intento, en que los productores nacionales
intentaron abrirse paso con la frase "Café con aroma de
mujer". Pero desde EE.UU. les advirtieron de inmediato que
eso traería problemas con los creadores de una famosa
telenovela colombiana. Una acusación de plagio podía
sepultar el futuro del producto. En cambio, sugirieron
mantener el concepto bajo un nuevo nombre.
Entonces, tras una lluvia de ideas, quedó como Café Femenino.
Y se le agregó un lema que sirviera de gancho moral, más
allá del buen gusto de la bebida. "Mujeres apoyando a
mujeres a resistir la pobreza". Es una cadena solidaria. "Lo
vendemos a esta compradora en Estados Unidos y ella lo
distribuye a empresas u organizaciones de mujeres", comenta
Lucila.
La experiencia ha sido tan exitosa que se ha repetido en
República Dominicana y pronto llegará al África, según tiene
entendido. En Centroamérica sí pudo comprobarlo
personalmente, a propósito de otro viaje por temas
cafetaleros. La vocera del café amazónico ha caminado
también por las calles de Argentina, Uruguay, Corea del Sur
y hace unos días partió a Quito. "Esto me ha cambiado la
vida totalmente. Estoy aprendiendo mucho. El conocimiento es
la herramienta básica para acceder a derechos y
obligaciones, para estar al día con el mundo".
No es palabreo, Lucila estudia actualmente la carrera de
Derecho en una universidad de Lambayeque. Está en el séptimo
ciclo. "Esto me va a servir para defender a las mujeres
cafetaleras. Es necesario", dice. Se da tiempo para llevar
sus cursos cuando no tiene que atender la cosecha o los
negocios paralelos con la venta de animales. Cuando viaja
fuera de su pueblo, como en esta ocasión, mantiene vigilados
a sus ayudantes por celular.
Que el café --en combinación con la sensibilidad femenina--
tenga ese poder transformador es casi un tópico entre estas
mujeres. De hecho, muchas prefieren contratar a buen número
de señoras para el trabajo de recoger el grano. "Uno les
pide que lo hagan con mucho cuidado y ellas cumplen, a
diferencia del hombre que puede ser muy tosco o hacerlo de
mala gana", comenta Lucila. Es la misma idea que maneja
Nelly Peralta, de la Central de Cooperativas del Valle de
Sandia (Cecovasa), en Puno.
Los gestos tímidos de esta mujer esconden un carácter
aguerrido para dominar su territorio. Nelly tiene tres
hectáreas que producen 60 quintales. Empezó a cultivarlas
desde que se casó, pues la familia de su esposo sí estaba
metida en el negocio del café. "A pesar de que no sabía
nada, empecé a recoger y me gustó. Además, era un ingreso
asegurado para la familia", recuerda.
Ella es presidenta del Comité de Desarrollo de la Mujer en su
organización, en la que existen 766 socias entre más de
cinco mil socios. Quiere decir que está acostumbrada a hacer
notar su trabajo en medio de la competencia de géneros. Y si
algo le queda claro, como a sus compañeras, es que las
mujeres son más eficaces en el trabajo con el café. No se
trata de un sexismo a la inversa, sino de una convicción de
sentido común, adquirida en el campo.
También tiene un matiz de supervivencia, y este encuentro ha
servido para comprobarlo, porque alguna de ellas se animó a
contar que hace años enfrentó la incomprensión del esposo
frente a sus actividades y más de una se sintió
identificada. Y otra comentó cómo tenía que darse abasto
para no perjudicar a su organización ni descuidar a los
hijos, y ocurrió lo mismo. El feminismo del café está más
allá del sabor, el olor y los eslóganes. Es una cuestión de
instinto, se diría.
David Hidalgo Vega
elcomercioperu.com
11
de diciembre de 2006
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