Cerca
de 40 por ciento de las trabajadoras de la capital chilena reporta
sentirse cansada después de la jornada laboral, frente a 25 por
ciento de los hombres, de acuerdo con los resultados de una encuesta
que abordó variables sobre la calidad del empleo y otras,
relacionadas con percepciones y valoraciones que las personas hacen
de su actividad laboral.
Este barómetro
sobre empleo y trabajo en Chile, presentado en diciembre
pasado, fue producto de un esfuerzo conjunto de la organización
civil Comunidad Mujer, DataVoz, entidad especializada en estudios de
opinión pública, y la Organización Internacional del Trabajo (OIT).
El sondeo tomó una
muestra de 700 mujeres y 355 hombres actualmente ocupados como
empleados o de manera independiente, residentes en la capital,
Santiago, donde habita la mitad de la población chilena. La encuesta
tiene una confiabilidad de 95 por ciento.
Con esta iniciativa
se buscó dar respuesta a la necesidad de conocer de manera precisa
la situación de la calidad del empleo y las percepciones de las y
los trabajadores. “Hicimos la encuesta entre hombres y mujeres
ocupados para ver las relaciones de género”, explicó a SEMlac
Verónica Flores, de Comunidad Mujer.
“Los resultados van
a contribuir con nuestra misión de facilitar
la participación de la mujer en el mundo
laboral, en condiciones dignas, promoviendo la integración armónica
entre trabajo, vida familiar y personal”, agregó Flores.
Esa armonía parece
estar fallando, si tomamos en consideración que el estudio revela
que una de cada tres mujeres sostiene que el trabajo siempre le
impide dar a la familia el tiempo que le gustaría. Esta percepción,
como la del cansancio, se agudiza en los sectores más pobres.
Según María
Elena Valenzuela, especialista regional en género de la OIT,
esto tiene que ver con que las mujeres de nivel socioeconómico más
bajo trabajan jornadas más largas, laboran los fines de semana y
feriados en mayor proporción que los hombres, tienen traslados más
largos entre el lugar de trabajo y el de residencia y,
adicionalmente, realizan todo el trabajo doméstico.
“Cansa, cansa,
llevar todas las naranjas en el aire”, comentó a SEMlac Isabel
Palma, quien es cabeza de hogar y tiene una hija. “Trabajo como
profesora en varias instituciones a tiempo parcial, algunos días de
la semana empiezo a las nueve de la mañana y termino a las 10 de la
noche”.
La encuesta
encontró que cerca de la mitad de las mujeres emplea más de una hora
para ir y volver del trabajo, y a una de cada cinco trabajadoras le
toma más de dos horas ese traslado.
“Aquí hay un tema
de desgaste de la fuerza de trabajo que no es sostenible en el
tiempo, es decir, que la gente no lo podrá resistir mucho más”,
afirmó a SEMlac la funcionaria de la OIT. “Lo que planteamos es la
necesidad de un diálogo social, porque este no es un tema sólo de
las mujeres, sino de la sociedad, por la necesidad de armonizar la
vida social con el mundo del trabajo”.
“La organización
del trabajo está fundada en un modelo de mujer cuidadora y hombre
proveedor, que ya no existe. Las familias ya no están compuestas por
una pareja estable mujer-hombre, y los salarios tampoco son tan
estables, ni alcanzan para mantener a toda la familia”, añadió la
especialista.
Asimismo, sugirió
avanzar en la aplicación del Convenio 156 de la OIT, ratificado por
Chile en 1985, sobre personas trabajadoras con
responsabilidades familiares, que llama a diseñar políticas públicas
que respondan a las necesidades actuales.
Sobre la carga de
las tareas domésticas, la encuesta confirmó que son las mujeres,
mayoritariamente, quienes las realizan, a excepción de la actividad
de llevar y traer a los hijos e hijas al colegio, jardín o
sala-cuna.
Pero lo más
novedoso de la pesquisa es lo relativo a las percepciones por
género. Por ejemplo, a la pregunta ¿quién se encarga de lavar y
planchar? 24,5 por ciento de los hombres respondieron “entre ambos”,
mientras que sólo 4,9 por ciento de las mujeres considera que estas
tareas las realizan los dos cónyuges.
“Definitivamente,
hay una barrera cultural que hace que unas y otros tengan
percepciones diferentes -muchas veces muy diferentes- sobre su
relación con el trabajo y el hogar”, explicó en su presentación
Esperanza Cueto, directora de Comunidad Mujer.
Al respecto,
Flores anunció que Comunidad Mujer está preparando un proyecto
de largo alcance sobre la incidencia del factor cultural en el
mercado laboral femenino.
Adicionalmente, la
encuesta reveló que las trabajadoras viven situaciones de inequidad
en las condiciones laborales. La proporción de hombres con contrato
es significativamente mayor que la de mujeres, 80 por ciento frente
a 64. Entre toda la muestra (dependientes e independientes), 72 por
ciento de los varones cotiza para pensiones, mientras que sólo 55
por ciento de las mujeres lo hace.
Según Comunidad
Mujer, esta diferencia se debe a que, en ellas, la categoría de
trabajo en casa particular -sin contrato laboral- sigue siendo
importante, dado que al excluir al servicio doméstico del análisis
de los asalariados, la diferencia entre hombres y mujeres deja de
ser significativa.
Similar fenómeno
sucede en el caso del pago de cotizaciones, donde al eliminar dicha
categoría, la diferencia entre hombres y mujeres disminuye en seis
puntos porcentuales.
La inequidad de
género también se refleja en las oportunidades laborales. La
proporción de hombres que ha tenido un ascenso en los últimos tres
años es de 20 por ciento, más del doble de la cantidad de mujeres
con el mismo beneficio (sólo ocho por ciento). Algo parecido ocurre
para el caso de los aumentos de sueldo, en que 33 por ciento de los
hombres y sólo 25 de las mujeres han conseguido un incremento en el
mismo periodo de tiempo.
El hecho de que
sobre los hombros de las mujeres recaiga mayoritariamente el trabajo
doméstico y el cuidado de hijos y ancianos, hace que la inserción de
ellas en el mundo laboral sea más difícil.
Sin embargo,
Comunidad Mujer apuesta por tal inserción para romper el círculo de
la pobreza pues, según afirma Flores, “bastaría con aumentar
en cuatro puntos porcentuales la participación laboral de las
mujeres del quintil más pobre para obtener reducciones en la pobreza
por debajo del 10 por ciento”.
Ángela
Castellanos
SEMLac
16 de enero de
2008
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