Los
Verdes-Izquierda Verde promueven
el abandono
de los plaguicidas
En estos días todos estamos
conmocionados por la catástrofe del Prestige en Galicia. Pero otra
catástrofe menos fotogénica pero mucho mayor, más insidiosa y permanente
se desarrolla todos los días en gran parte de nuestro territorio: el uso
de los plaguicidas, que contamina nuestros campos, ríos y acuíferos, y
perjudica gravemente la salud de los agricultores y también a todos los
consumidores, a través de los restos de plaguicidas en los alimentos que
consumimos.
El 3 de diciembre es el «día mundial de no uso de plaguicidas». Este día
ha sido designado para recordar el accidente ocurrido en la fábrica de
plaguicidas en Bhopal (India) en 1984. En ese día se destaca la presión
que se está realizando para la eliminación mundial de los contaminantes
orgánicos y persistentes (COP). El año pasado la Convención de Estocolmo
sobre los contaminantes orgánicos y persistentes (COP) fue aceptada por
127 estados.
La convención es la base legal e internacional para la eliminación de los
COP. Entrará en vigor cuando haya sido ratificada por 50 estados. La
Comisión de Medio Ambiente del Congreso de los Diputados ha instado al
Gobierno a ratificar el Convenio de Estocolmo sobre Contaminantes
Orgánicos Persistentes, pero aún no ha sido ratificada. Los
Verdes-Izquierda Verde piden la urgente ratificación del convenio sobre
los COP. Cuando entre en vigor la convención podremos vivir sin 12 de esas
sustancias extremamente peligrosas.
El uso frecuente e indiscriminado de plaguicidas provoca graves problemas
ambientales. Según estudios realizados en Estados Unidos, de los 500
millones de kilos de plaguicidas utilizados anualmente, sólo el 1% de los
productos llegan a los organismos nocivos (a los que en principio van
destinados). El 99% restante se queda en los ecosistemas. Una parte van a
parar a la atmósfera por volatilización, otra parte importante al suelo, y
otra a los acuíferos. Otro de los efectos de los plaguicidas son los daños
que afectan a la fauna del medio, como las abejas, aves insectívoras y a
los insectos útiles, que son depredadores de insectos dañinos. Otra parte
se queda en los productos agrícolas, siendo consumido directamente por los
animales y el hombre.
Todos los plaguicidas utilizados por el agricultor tienen unos plazos de
seguridad, expresados en días, quedando prohibido la utilización del
producto en los días marcados antes de la cosecha, estando en manos del
agricultor la responsabilidad del cumplimiento de estos plazos. Existen
también unos límites máximos de residuos del plaguicida utilizado que
pueden quedar en el producto a consumir. El control de los residuos de
plaguicidas corresponde a la administración, si bien tampoco existen los
medios suficientes para analizar todos los productos agrícolas que llegan
al mercado.
El empleo de plaguicidas es una de las mayores amenazas a la diversidad
biológica y a la salud de las personas. Se calcula que una persona normal
puede entrar en contacto con mas de 60.000 productos químicos sintéticos
diferentes en su vida cotidiana, y sólo en la comida pueden encontrarse
10.000. Muchos de estos productos son tóxicos. Unos 600, cancerígenos. Los
plaguicidas utilizados en agricultura son sin duda el grupo más peligroso.
Fueron introducidos masivamente en todo el mundo en los años 40 como parte
de la llamada "Revolución Verde", junto con las semillas mejoradas, los
abonos y la mecanización de la agricultura. Las plagas gozan de excelente
salud pues los plaguicidas estimulan su capacidad de mutación para
adaptarse. Sus predadores naturales, como insectos y pájaros, mucho más
lentos de adaptación, sucumben bajo los plaguicidas; los monocultivos les
aseguran el alimento ideal.
En 1965 estaban censadas por la FAO 182 plagas. En 1977 fueron 364. Hoy
son más de 500 los insectos resistentes a los plaguicidas, así como 100
especies de hongos y 50 de adventicias. En EEUU, el uso de plaguicidas se
ha multiplicado por 11 desde finales de los años 40. Sin embargo, las
pérdidas en las cosechas, debidas a plagas han aumentado de un 7% a un
13%.
Según un informe elaborado por la OIT a partir de los datos suministrados
por gobiernos y organizaciones internacionales, 40.000 agricultores mueren
en el mundo cada año por intoxicación aguda con plaguicidas de un total de
entre 3 y 5 millones de casos. Pero las intoxicaciones agudas son sólo
parte visible de los daños causados por estos productos.
Los gobiernos establecen, para cada compuesto, una dosis máxima diaria
aceptable para el ser humano, normalmente expresada en cantidad de
sustancia autorizada por kilo de peso corporal. Los métodos de
determinación muestran que más que proporcionar una verdadera seguridad,
se trata de ofrecer la imagen, aparentando un conocimiento sobre los
productos y sus efectos que no existe.
En España la situación es extremadamente grave en toda la agricultura
intensiva de regadío de la zona mediterránea, y muy especialmente en los
cultivos bajo plástico de Almería. Según fuentes del sector, si se
hiciesen públicos algunos estudios sobre los efectos de los plaguicidas en
los agricultores y trabajadores (casi todos inmigrantes), el escándalo
sería tan grande que muy probablemente desaparecerían los cultivos bajo
plástico.
El plaguicida bromuro de metilo ha causado centenares de casos de
envenenamiento, y además daña la capa de ozono de la estratosfera, que
protege la superficie de la tierra de una excesiva luz ultravioleta. El
bromo del bromuro de metilo es 50 veces más eficiente como destructor del
ozono que el cloro de los clorofluorocarbonos (CFC), el mas conocido entre
los compuestos que dañan el ozono, usado hasta hace poco en una amplia
gama de aplicaciones industriales. El bromuro de metilo se usa como
plaguicida desde la década de 1930. Cada año se venden 76.000 toneladas en
todo el mundo (4.238 toneladas en España, el 5,6% del consumo mundial),
sobre todo para la fumigación del suelo. La mayoría de las emisiones
humanas de bromuro de metilo se debe a su empleo como plaguicida, pero se
libera también mediante la quema de biomasa tal como la madera empleada
como combustible, y mediante la combustión de gasolina con plomo. El
bromuro de metilo es producido también por los océanos, pero estas
emisiones no se conocen bien y es posible que los océanos absorban más de
lo que liberan. En estos momentos, el Ministerio de Agricultura, Pesca y
Alimentación sólo proporciona datos del consumo en pesetas y no informa de
las cantidades y productos utilizados.
Por todo ello Los
Verdes-Izquierda Verde instan al Gobierno a:
1. Presentar los datos
sobre el uso de plaguicidas en el Estado español indicando, en todos
los casos, las cantidades utilizadas, así como la tipología de los
productos.
2. Tomar las medidas
oportunas para erradicar el uso de plaguicidas prohibidos, como el
lindano.
3. Prohibir de forma
inmediata el bromuro de metilo y el endosulfán.
4. Reducir el consumo de
plaguicidas, dando prioridad a la agricultura ecológica. |
Los Verdes-Izquierda Verde
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