Abonos, pesticidas y plaguicidas químicos son medios empleados por
algunas multinacionales que buscan beneficios elevados a toda costa
en los países pobres donde actúan. El abuso de estos métodos es
práctica habitual de empresas que sólo buscan incrementar la
producción, sin tener en cuenta los problemas de salud que puedan
conllevar. La sustitución del modelo de la agricultura tradicional
por modelos agroindustriales intensivos ha dejado postergado al
medio ambiente y a sus habitantes, frente a la pujanza de los
resultados económicos. |
En el año
1977, el gobierno de Estados Unidos prohibió el uso del pesticida
Nemagon por los problemas de salud que suponía: cánceres
de diversos tipos, esterilidad, dolores, atrofias, malformaciones
congénitas y abortos son algunas de las patologías habituales que originan.
Más de 20 años después, en 1998, un grupo de bananeros nicaragüenses
demandó a las empresas estadounidenses Dow Chemical,
Shell Oil Co. y Stanford Fruit Co. por
el uso del Nemagon en los campos bananeros de Nicaragua
Occidental. ¿En Estados Unidos no se puede usar y en otros países sí?
¿Acaso los habitantes de esos países son inmunes? Para muchas
multinacionales agrarias hay ciudadanos de primera categoría, de segunda y
los que ni siquiera pertenecen a ninguna.
Una juez
nicaragüense condenó a esas compañías a pagar 490 millones de dólares a
583 bananeros afectados por el citado pesticida. El portavoz de la
Dow Chemical, Scot Wheeler, negó la validez al juicio que los
condenó y que el caso debería remitirse a un tribunal estadounidense. Y,
lloviendo sobre mojado, algunos miembros del gobierno nicaragüense
proponen la abolición de la ley que reconoce algunos derechos y garantías
laborales a los trabajadores nacionales frente a las empresas extranjeras.
Una vez más, las empresas quedarán impunes.
En idéntica
situación están más de 3.000 bananeros en Honduras. En 1993 más de 16.000
trabajadores de países como Costa Rica, Ecuador, El Salvador, Guatemala o
Filipinas presentaron en Texas un pleito contra las empresas fruteras y
químicas estadounidenses por enfermedades provocadas por la exposición de
los jornaleros a agentes químicos. Las compañías fueron sentenciadas a
pagar un total de 41,5 millones de dólares a quienes probaran haberse
quedado estériles. Actualmente hay en el mundo 65.000 afectados
reconocidos a causa de la utilización de agentes químicos nocivos en la
agricultura industrial intensiva.
En la
industria de las flores para la exportación, la irrigación de pesticidas y
plaguicidas se efectúan durante las horas de trabajo y afecta por igual a
plantas y trabajadores. Lo único que importa son las ganancias; las
personas ocupan un segundo plano.
Los alimentos
son los organismos que más transformaciones han sufrido en aras de
aumentar la producción, práctica justificada por las multinacionales
agrarias como única alternativa para paliar el hambre en el mundo. Pero en
realidad, supone el enriquecimiento de esas compañías y el empobrecimiento
del campesinado, además de las enfermedades que pueden afectar a los
consumidores por el uso de algunos pesticidas.
En países
pobres, a menudo los agricultores no pueden negarse a trabajar para estas
empresas con sus prácticas nocivas para la salud: a veces no hay más
alternativa de empleo y han de callar y trabajar en condiciones
infrahumanas, con serio riesgo para su salud.
El 44% de la
población de América Latina y el Caribe se encuentran en situación de
pobreza e inseguridad alimenticia. Y es en esa zona en la que las grandes
empresas fruteras se asientan con mayor frecuencia por las facilidades de
sus gobiernos y lo barato que les cuesta mantener una amplia plantilla de
trabajadores.
Ha llegado el
momento de ofrecer alternativas agrarias diferentes y oponer resistencia a
un supuesto desarrollo que no responde a las necesidades de las
poblaciones del planeta.
Autor:
Christian
Sellés
Agencia de
Información Alternativa (AIS). España.
28 de enero del 2003 |