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Las
“vacas locas”
El
proceso de Pinochet ha sido una buena cosa. Buena para la justicia, para la
democracia chilena y para el mundo todo. Al ex dictador chileno se lo procesó
por el asesinato de 57 personas durante la tristemente célebre “caravana de
la muerte” y por haber secuestrado otras 18. “El crimen no paga” dirán
algunos. Sin embargo, ciertos crímenes sí rinden dividendos y sus autores y cómplices
gozan de total impunidad. Un ejemplo es el llamado caso de las “vacas
locas”.
Al
día de hoy existen más de 90 víctimas humanas en Europa (la mayoría de ellas
en el Reino Unido) a consecuencia de la enfermedad de Creutzfeldt-Jacob
(encefalopatía espongiforme aparecida en 1996) relacionada con el mal de las
“vacas locas” y de carácter fatal. Y no solamente los habitantes del
continente europeo se encuentran como rehenes de esta situación, la Organización
Mundial de la Salud (OMS) acaba de advertir que el mal de las “vacas locas”
puede extenderse a otros continentes. Pese a ello ni los responsables, ni sus cómplices
- que son muchos - han sido identificados y, menos aún, castigados.
Para
entender como se gestaron estos crímenes, es menester aclarar algunos términos
e historiar brevemente todo el proceso. Las denominadas encefalopatías
espongiformes transmisibles, deben su nombre a que al ser observado en el
microscopio el cerebro afectado se lo percibe lleno de poros, como una esponja.
Estas enfermedades causan fallos en el control motor, seguido por demencia, a
veces parálisis y, finalmente e irremediablemente, la muerte.
El
mal ya se conocía en 1732, cuando se descubrieron los síntomas en las ovejas.
En esta especie animal y en las cabras, la encefalopatía se denomina scrapie o
tembladera y en 1938 se demostró que era una enfermedad transmisible. Distintas
variantes de la enfermedad existen en otras especies, tales como el ciervo,
alce, visón, felinos (gatos) y bovinos (vacas), llamándose en este último
caso encefalopatía espongiforme bovina (EEB). En los humanos, la enfremedad de
Creutzfeldt-Jakob fue identificada en 1920, aunque no se asoció al scrapie
hasta finales de 1950.
La
EEB (enfermedad de las “vacas locas”) se descubrió por primera vez en el
Reino Unido en 1986 y desde entonces se han contabilizado 180.000 casos en ese
país. En otros países europeos (Francia, Irlanda, Portugal y Suiza) los casos
llegan a 1.300, mientras en Alemania y España se detectaron los primeros casos
en el 2000 y en enero del 2001 en Italia. El origen de la enfermedad en las
vacas todavía se encuentra en debate, pero todo indica que tiene su origen en
el scrapie de las ovejas. No es probable que las vacas se hayan contagiado por
contacto con las ovejas en los campos, pero los estudios señalan la utilización
de carcasas y vísceras de animales contaminados (vacas y ovejas) en el alimento
de las vacas como responsable del
contagio. La tesis más aceptada es que la enfermedad ha derivado de la inclusión
de material bovino contaminado en la fabricación de raciones, lo cual se
produjo entre 1978 y 1980.
La
enfermedad fue extendiéndose y en 1994 se llegaba en el Reino Unido a 850 casos
por semana. Se estimó que la causa era la inclusión de animales enfermos y no
diagnosticados en la elaboración de raciones para el ganado bovino. En
ese país esta práctica se prohibió en 1998, pero la materia prima siguió
exportándose y la mayor parte de los casos aparecidos en los países europeos
tienen su origen en animales exportados del Reino Unido o alimentados con
harinas de esa procedencia.[1]
Es
decir, hace casi 250 años que ya se conocía la encefalopatía (scrapie) en las
ovejas, pero el afán de lucro llevó a que se elaboraran raciones para las
vacas con vísceras de ovejas. Las vacas - convertidas en carnívoras –
contrajeron la enfermedad y las que morían a causa de ella, también se las
transformaba en harina para alimentar al ganado. Todo esto a pesar que desde
hace 63 años se sabe que la enfermedad es transmisible (contagiosa). Por su
parte, la enfermedad de Creutzfeldt-Jakob (la que ataca a los humanos) se conocía
desde 1920. Todo este conocimiento no fue obstáculo para que el riesgo que la
EEB pudiera ser contagiada a los humanos se considerara mínimo, hasta que en
noviembre de 1998 la Unión Europea adoptó la primera medida para evitar el
consumo humano de carne contaminada. Y aquí comienzan a aparecer los cómplices.
¿Hasta qué punto en este tema, es aceptable un riesgo como mínimo? ¿Quién o
quiénes evaluaron ese riesgo como mínimo antes que la avalancha de casos
pusiera el problema sobre el tapete en 1998? Por la índole criminal del caso
que nos ocupa, debemos tratar de utilizar una lógica policial y preguntarnos ¿A
quién o quiénes benefició el crimen? En la pregunta está la respuesta.
Abierta
la caja de Pandora, ignoramos todas las consecuencias que deberemos enfrentar.
Una, nada despreciable, es que ahora que se introdujo el agente infeccioso en la
especie humana, se corre el serio riesgo del contagio entre humanos. Y las cosas
siguen complicándose: Estados Unidos no acepta donantes de sangre que hayan
pasado un total de seis meses en el Reino Unido y Canadá sumó a dicha
restricción aquellos donantes que hayan pasado seis meses en Francia. Por su
parte, las autoridades sanitarias británicas han solicitado a los hospitales
que busquen a los hemofílicos tratados en el país entre 1996 y 1997 con un
factor de coagulación extraído del plasma de una persona fallecida a causa de
la enfermedad de las “vacas locas”.
Como
hemos dicho anteriormente, la OMS manifestó su profunda inquietud por la
posible difusión del la enfermedad de las “vacas locas” a otros continentes
donde todavía no se ha detectado. Oficialmente no existe – pese a los avances
de la informática – una lista de países que han importado de la Unión
Europea (UE), productos de origen animal en los que puede haberse utilizado
tejidos infectados. Nos preguntamos: ¿cuándo el Reino Unido decidió prohibir
las raciones cárnicas a principios de los 90’? ¿dónde fue a parar el
tremendo stock que almacenaba? ¿Fue a terceros países regresando luego a la
UE? Consultadas las listas de exportaciones aduaneras del Reino Unido (país que
como hemos visto tiene el más alto índice de EEB) no se sabe qué países han
importado los productos derivados. ¿A
qué obedece esta situación? ¿A la falta de registros? ¿A deficiencias burocráticas?
¿O a la decisión de no investigar y ocultar los hechos para defender los
derechos de la “libre empresa”?
“Es
necesario minimizar este problema de la encefalopatía espongiforme bovina
practicando la desinformación. Es mejor decir que la prensa tiene tendencia a
exagerar”[2].
Esta frase[3]
se encuentra en un documento de la Comisión Europea fechado el 12.10.90 que
ahora ha tomado estado público, en el cual se recogían las conclusiones del
Comité Veterinario Permanente. El contenido del documento es toda una lección
de economía moderna, la cual, como veremos, nada tiene que ver con los escrúpulos.
Según la mencionada fuente, en la nota oficial se narra que al comienzo de la
reunión del Comité Veterinario, un representante de la Comisión Europea
manifestó sobre la EEB: “hace
falta tener una actitud fría para no provocar reacciones desfavorables sobre el
mercado. No hay que hablar más de la EEB. Ese punto no debe figurar en el orden
del día”[4].
La
misma nota señala la preocupación existente en aquella época en el Reino
Unido e Irlanda, por las repercusiones comerciales que podía tener la enfermedad sobre la
exportación de carne de vaca que ambos países realizaban, sobre todo al norte
de Africa. Y se recordaba que el 40% de las exportaciones irlandesas de carne
vacuna se destinaban a ese mercado. En ese entonces, el comisario responsable de
Agricultura era el irlandés Ray McSherry. Si Pinochet argumentó desconocer los
crímenes cometidos por
la “caravana de la
muerte”, no nos
extrañaríamos que Mr. McSherry
-
en el hipotético caso que sea juzgado por la evidente implicancia en el crimen
- pretenda justificar su inocencia aduciendo que él pensaba que los habitantes
del norte de Africa carecían de cerebro.
Queda
claro que lo que preocupaba a aquel representante de la Comisión Europea, al
Comité de Veterinarios y a las autoridades comunitarias, era la repercusión
que la enfermedad pudiera tener sobre el mercado de la carne y no las posibles
consecuencias sobre la salud humana. Diez años después la opinión pública
conoce la decisión de ocultar la información, pero ignora quienes son los
responsables. Por lo tanto, frente al crimen no existe condena ni castigo.
Impunidad para los criminales si sus actos fueron cometidos en nombre del libre
mercado.
Recientes
noticias de prensa[5]
señalan que existe el peligro de que parte de las harinas prohibidas por la UE
para alimentación del ganado sean ahora exportadas por individuos sin escrúpulos
a otros continentes. Además, el almacenamiento de esas harinas y grasas
animales entraña riesgos, ya que pueden consumirlas pájaros o roedores y
acabar indirectamente en la cadena alimentaria. Con lo reseñado anteriormente:
¿resulta tan difícil identificar y condenar esos individuos sin escrúpulos?
El atentado criminal es de una magnitud y una gravedad tal que amenaza a toda la
humanidad. En consecuencia ¿no debería tomar cartas en el asunto el Consejo de
Seguridad de las Naciones Unidas, tan proclive a intervenir en otras ocasiones?
El caso lo merece, pero descartamos que una medida de tal naturaleza sea
adoptada.
Mientras tanto la vida continúa y con ella la globalización y las leyes del mercado:
Para
evaluar la marcha, como todos los años, se reunieron en Davos los dueños
del planeta. El caso de las “vacas locas” no figuró en la agenda, pero
los 2.500 invitados comieron carne, eso si…argentina. Pero no nos hagamos
ilusiones, ni la carne argentina ni la de otros países libres de la EEB
aumentará su precio en el mercado internacional. Tampoco aumentará el
precio de la soja, pese a que Europa deberá importar grandes cantidades
para que sus vacas vuelvan a ser vegetarianas.
En
la mesa de los habitantes ricos de Europa se sirve carne argentina, uruguaya
o norteamericana, países por ahora, libres de la enfermedad de las “vacas
locas”. Al mismo tiempo, la crisis del mercado de la carne abre
oportunidades para nuevos negocios: gacelas, cocodrilos, cebras, canguros y
avestruces llegan a los mercados europeos para sustituir la carne vacuna y
satisfacer el paladar de los ciudadanos carnívoros que pueden pagar estas delicatessen.
Delicatessen
que seguirán existiendo hasta que alguna compañía - con el sacrosanto
derecho de la productividad y aumento de las ganancias - se dedique a la
crianza masiva de esos animales y modifique su alimentación.
Hoy
se puede comer todo aquello que se encuentra en el mercado y la oferta de
productos “comestibles” ha crecido vertiginosamente con el paso de los años.
Pero la gente cada vez sabe menos sobre lo que come. Un ejemplo: como los
consumidores rechazan los alimentos transgénicos, las exportaciones de
grano de los Estados Unidos han disminuido considerablemente, debido a ello
el Departamento de Agricultura de ese país ha decidido exportar sus
excedentes de maíz transgénico a los países del Tercer Mundo en calidad
de “ayuda humanitaria”. ¿Dónde terminará este maíz transgénico?
nadie lo sabe, nadie es responsable. La opción del consumidor es otra vez
burlada en beneficio de los intereses de las grandes compañías.
Suiza
prohibió a fines del pasado enero la entrada de cerdo procedente de
Austria. Las autoridades suizas sospechan que los alimentan con sustancias
“peligrosas” para el ser humano, entre ellas los estrógenos,
considerados como factores potenciales en el desarrollo del cáncer, o
antibióticos, capaces de provocar ataques alérgicos. ¿Simple paranoia
suiza? ¿Y si fuera cierto? ¿Qué pasa con los consumidores austriacos y
los de aquellos otros países donde la carne de cerdo es exportada? ¿Hay
alguna autoridad investigando el hecho? ¿Están individualizados los
responsables?
Los
toros luego de muertos por el torero eran descuartizados y su carne
repartida entre la población pobre. Ahora, las autoridades sanitarias españolas
han dispuesto que los cadáveres de los toros sean cremados. Por supuesto,
los criadores de toros de lidia están reclamando una compensación a
cambio.
En la mayoría de los países europeos ya no se sabe qué hacer con los animales sacrificados, los hornos crematorios (¿habrá que recordar la humanidad el terrible significado histórico de estas palabras?) no dan abasto. A los animales enfermos se les aplica el rifle sanitario… oremos porque las balas no estén recubiertas de uranio.
“El
hombre es lo que come”
afirmaban el siglo pasado Marx y Engels. Claro que ellos no se referían a la
calidad sino a la cantidad. En su análisis del capitalismo y sus consecuencias
no previeron que la calidad también era algo a considerar, es lógico ¿cómo
imaginar que los capitalistas en su afán de lucro irían a convertir a las
vacas en caníbales? Este es el
desarrollo que el sistema nos ofrece, al que además denominan sustentable. ¡Hay
que pararlos!
Más información: Vacas Locas II
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Enildo
Iglesias
© Rel-UITA
14-2-01
[1] Un detallado informe sobre el riesgo para la salud humana de la enfermedad de las “vacas locas”, cuyos autores son Andreu Palou y Francisca Serra, puede encontrarse en El País de Madrid (www.elpais.es) en su edición del 27.1.01
[3]
Ver artículo de Carlos Yárnoz en El País de Madrid del 24.1.01
[4] El destacado es nuestro
[5] Agencia EFE desde Ginebra, 23.12.00,
UITA - Secretaría Regional Latinoamericana - Montevideo - Uruguay
Wilson Ferreira Aldunate 1229 / 201 - Tel/Fax. (598 2) 900 7473 - 902 1048 - 903 0905