AMBIENTE

 

La XII Conferencia Regional Latinoamericana de la UITA (Los Cocos, Córdoba, Argentina, 30 de octubre al 3 de noviembre de 2000), aprobó por unanimidad profundizar la coordinación y alianzas con el Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales (WRM).

SIREL publica en esta oportunidad, la entrevista completa realizada a Ricardo Carrere, por el periodista Carlos Amorin, con la finalidad de que nuestras organizaciones afiliadas ahonden en el quehacer y desafíos del WRM.

Entrevista con Ricardo Carrere [1]

El Discovery Channel 

está al borde de la extinción

Afable, meticuloso pero distraído, Carrere es conocido y reconocido internacionalmente como uno de los más versados expertos en los aspectos no sólo ambientales de los bosques, sino también en los políticos, sociales y económicos. Participó en la reciente Sexta Conferencia sobre Cambio Climático realizada en La Haya, de la que hace un balance.

Es pequeño, de aspecto amigable y mirada irónica. Fuma un cigarro tras otro, armados con tabaco Puerto Rico. Nació en Montevideo hace 58 años, es técnico forestal y coordinador internacional de una de las ONG más importantes del mundo en el tema de los bosques tropicales, el World Rainforest Movement[2] (Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales). Tiene decenas de publicaciones, escribió centenares de artículos, ha participado en innumerables seminarios, foros, debates, y viaja por el mundo participando directamente en los principales escenarios de las negociaciones internacionales como representante del WRM.

- ¿De dónde surge su interés por los bosques? ¿Por qué el secretariado internacional del Movimiento Mundial por los Bosques Tropicales está en Uruguay?

- Me lo han planteado en varias partes del mundo, y a veces un poco en tono de sorna: ¡pero si en Uruguay no hay bosques ni indios! Pero a esas personas no les llama la atención que haya movimientos de ese mismo tipo radicados en California, o en Londres. Lo que no se acepta es quizás que algo así suceda en un país del sur. En este caso es simplemente una cuestión de afinidad política, ambiental, social del WRM con nosotros que estamos llevando la tarea creo que bastante bien. Otro elemento importante es que en muchos países tropicales ejercer este tipo de cargos suele ser peligroso porque matan a quienes los ocupan. Aquí no más, en Brasil, en Colombia, Venezuela, es relativamente común que asesinen o desaparezcan militantes sociales. Ni hablar en Africa o en Indonesia. Esta localización tiene la ventaja no buscada de que estamos físicamente apartados de los sitios más calientes y podemos trabajar más tranquilos que, por ejemplo, en Nigeria, donde los militantes ambientales son verdaderos héroes porque la represión es tremenda. Mi vinculación con el WRM se inició a partir del Instituto del Tercer Mundo, que viene a ser el secretariado para América Latina de la Red del Tercer Mundo con sede en la isla de Penang, en Malasia, donde también tenía su sede el secretariado internacional del WRM. El Movimiento ya había definido a mediados de los 60 que las plantaciones de árboles eran una de las causas principales de deforestación de los bosques tropicales. En una reunión que se celebró en la India, a Larry Lohmann y a mí se nos encomendó producir un material con elementos informativos para los activistas acerca de este punto. Hicimos una investigación profunda sobre las plantaciones forestales en el mundo y junto con Larry adoptamos un enfoque amplio: la industria que promueve ese modelo, los niveles intermedios que lo articulan hasta cómo y quién lo termina implementando en cada país. Poco después, quien era entonces la coordinadora internacional de WRM anunció que no podría seguir haciendo esa tarea y en 1996 se me designó coordinador.

- ¿Cuáles son los principales objetivos del WRM?

- En primer lugar quiero aclarar que me resisto a que me llamen ambientalista, porque acá esa palabra suele usarse despectivamente. Cuando alguien se dice ambientalista se lo imagina preocupado con los pajaritos y las mariposas, cuando, como dicen esas mismas personas, “acá lo importante es que la gente coma”. En realidad esa actitud es una simplificación cómoda, y los enfoques globalizantes acá recién se van abriendo camino.

El WRM se plantea dos cosas simultáneamente: un trabajo ambientalista, y otro socialpolítico. El Movimiento se planteó desde el principio que la desaparición de los bosques está acarreando problemas para el mundo entero, desde la cambio climático hasta la pérdida de biodiversidad, pasando por el agotamiento de los suelos y las fuentes de agua. Quiere decir que, para nosotros, conservar los bosques tiene un interés global y, a su vez otro local, porque implica cuidar la vida de la gente que depende de esos bosques, ya sea que vivan dentro de él o en su vecindad. En Uruguay mucha gente no entiende que nuestro bosque indígena tiene una infinidad de utilidades. Quizás la gente del campo sabe más sobre los recursos que contiene, en animales y plantas, pero el uruguayo medio no lo sabe. El bosque tropical es todavía muchísimo más rico, de él dependen millones de personas, porque es el supermercado donde obtienen el alimento, es su farmacia, de allí sacan el agua, es el lugar de su espiritualidad, etcétera. La tala de los bosques transforma a esa gente en pobres, en miserables. Las estadísticas del Banco Mundial, por ejemplo, definen que pobre es aquella persona que vive con menos de un dólar por día, pero la gente que habita los bosques no gana ni un dólar por mes, y no son pobres. Tienen comida, casa, agua, toda su vida asegurada. Ahora tienen alguna necesidad nueva como un par de zapatillas deportivas, un pantalón de baño, pero el grueso de sus ingresos no son monetarios, simplemente pescan o cazan y comen, se enferman y saben qué planta los cura. A diferencia de otras organizaciones que sí son conservacionistas, nuestro enfoque del tema es ambiental, social, y por lo tanto político. Lo enunciamos diciendo que asumimos “la defensa de los bosques y los pueblos que los habitan”. Porque además los ataques que se producen contra los bosques normalmente son precedidos por decisiones políticas, ya sean nacionales, regionales o incluso internacionales, de instituciones como el Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional o las corporaciones transnacionales. Una vez, en la isla indonesia de Borneo, una persona me dijo lo siguiente: “Antes venían las empresas madereras con un papel concedido por el gobierno donde decía que nuestra tierra era de ellos, cortaban los mejores árboles y se iban. Nos dejaban un bosque empobrecido. Pero ahora vienen las empresas plantadoras, cortan los mejores árboles, queman el resto, plantan sus árboles, y se quedan. Ahora ya no tenemos más tierra ni bosque”. Por eso nosotros decimos que una de las principales causas de la deforestación es la falta de reconocimiento legal de los derechos sobre la tierra de los pueblos que habitan en los bosques. Eso permite que cualquier gobierno necesitado de dinero –esto es, casi cualquiera de los países tropicales– entregue la tierra a empresas madereras, mineras, plantadoras, o desarrollen programas de colonización para plantar soja, café o cacao. Pero las personas que viven allí no son como nosotros, que cuando desaparece un bosque ni nos enteramos: para ellos lo que desaparece es su vida, su pasado y su futuro.

También en Indonesia alguien me decía que el bosque es para ellos una fuente de reservas, porque a pesar de estar trabajando en las ciudades, cuando ocurre una crisis económica podían regresar al bosque donde encontraban sustento. No la pasaban bien, pero sobrevivían. Ahora ya no tienen bosque al cual volver, y entonces los efectos de la crisis –como la que hubo hace dos años– se multiplican y sufren mucho más el hambre y la miseria en la ciudad. Estos componentes sociales de los bosques normalmente la gente no los conoce, pero hay pueblos que los necesitan para sobrevivir, y son los más interesados en conservarlos.

- ¿Cómo se vinculó a los temas ambientales?

El ejemplo del espinillo

Hay zonas del país, sobre todo en el litoral del río Uruguay, que están invadidas por el espinillo. Son centenares de hectáreas que no pueden aprovecharse para nada. Están invadidas porque los montes fueron cortados y lo más rápido que vuelve es el espinillo. Les hacen cualquier cosa, les prenden fuego, les pasan tractores, pero siguen viniendo. Al final hasta usan herbicidas para matarlos, como si fuesen yuyos o malezas. Pero nadie se ha puesto a pensar que el espinillo, por lo menos, tiene tres características que pueden ser redituables: sus frutos tienen un elevadísimo contenido de tanino, un producto que se usa en la industria del cuero, y vaya si acá hay cuero; la leña es de excelente calidad, y la flor sirve para perfumería. Pero en vez de dedicar recursos a investigar cómo puede tener sentido económico aprovechar esas flores, esos frutos, esa leña, se fumigan los árboles con herbicida. Esa es nuestra mentalidad actual: dedicamos recursos para investigar distintas especies de eucaliptos, pero no sabemos casi nada de las nuestras cuya potencialidad va mucho más allá  de la leña.

- Me recibí de técnico forestal en la Escuela de Silvicultura de Maldonado en 1964. En ese entonces no existía la conciencia ambiental que hay ahora. Fui formado en una concepción según la cual había que dominar a la naturaleza. Por ejemplo, nos enseñaban que forestar en las dunas era hacerle un bien a la patria, contenerlas era lo mejor que se podía hacer. Ahora sabemos que eso es un error garrafal, pero hay gente que se pasó la vida forestando dunas. Para la época, la educación era muy buena porque combinaba la teoría con la práctica real, en viveros, plantaciones, parques y jardines, explotación de bosques, y manejábamos las herramientas personalmente, lo que aporta una comprensión cabal del proceso productivo. Me fascinó mi profesión. Pasaba mucho tiempo recorriendo Montevideo y zonas del Interior reconociendo árboles. Montevideo es un jardín botánico, aunque lamentablemente de especies sobre todo exóticas. En aquella época era la teoría aceptada introducir lo que llamaban “especies valiosas” como robles, álamos, fresnos, olmos, cosa que hoy se ve como un verdadero disparate. En aquel entonces al bosque indígena no se le asignaba prácticamente ningún valor, y entonces se preferían especies “industriales”. Por lo tanto todos trabajábamos en viveros de eucaliptos, pinos, y otras especies exóticas. Nosotros estábamos convencidos de que plantábamos bosques. Después vino la dictadura (1973-1985) y me exilié en Inglaterra, donde incorporé algunas ideas nuevas que no conocía, eran temas que acá todavía no existían. Por ejemplo, el tema de la mujer, la igualdad de género. Acá nadie lo había integrado, ni la izquierda ni la derecha, pero allá era algo que estaba muy sobre la mesa. A los golpes fui aprendiendo que existía. Y con el ambiente pasó lo mismo. En esos años recibí un pantallazo general sobre el tema. Pero recién me interesé más por los problemas ambientales cuando regresé al Uruguay, aunque de una forma bastante voluntarista porque no conocía mucho del asunto. Tuve la fortuna de trabajar en el CIEDUR, una ONG que tenía un proyecto llamado “Desarrollo forestal y medio ambiente en Uruguay”. Participé en él, específicamente como encargado del tema “Bosques indígenas”. Fue un gran aprendizaje. Había cosas que ya sabía, pero muchas otras las aprendí porque tuve el tiempo y el financiamiento para revisar prácticamente toda la bibliografía que hay en el país sobre el tema, y traté de vincular ese análisis con los hechos históricos que pudieron influir en su conformación, como por ejemplo el alambrado de los campos, así como los procesos económicos, sociales y políticos que generaron diferentes intervenciones en nuestros bosques indígenas. Otro hecho que me influyó mucho fue que en esta misma investigación hubo un grupo de gente que trabajó en la evaluación del impacto de la forestación en Uruguay. Esos son los dos componente “forestales” del país: los bosques naturales o indígenas o nativos, y las plantaciones de árboles. A mí me habían enseñado que plantar árboles siempre era bueno, siempre. Pero en contacto con esa investigación fui aprendiendo que no siempre era bueno.

A partir de entonces cuestioné mi formación y empecé a revalorizar el bosque indígena. Siempre sostuve que en cualquier tema, no sólo el de la forestación, si no se mira lo que pasa afuera no se puede entender lo que pasa acá.

- Y empezó a mirar para afuera...

- Claro. Por ejemplo, qué influencia tuvo en la forestación uruguaya la Agencia Japonesa de Cooperación Internacional, que fue la que elaboró el plan maestro de nuestro programa forestal, o el papel del Banco Mundial, que promueve y financia este modelo de forestación, o el de la FAO, que desde la década del 50 está enviando delegaciones a este país para intentar convencer a los gobiernos de que iniciaran estas plantaciones. Mirando para fuera vi que en Argentina ya tienen plantado mucho más que nosotros, igual que en Chile. En Brasil llevan millones de hectáreas, como en Indonesia, Congo, Malasia, Sudáfrica, Tailandia, Australia, Nueva Zelanda, España, Portugal y muchos países más. Es el viejo esquema según el cual cuando los países desarrollados requieren determinada materia prima, fomentan su extracción o, en este caso, su cultivo a gran escala. Entonces lo precios bajan. Ya pasó con el café, con la banana, con el látex, el cacao, el azúcar. Mirando para afuera uno veía que Europa ya no tiene bosques para cortar, Japón se quedó también sin bosques, y sus plantaciones son demasiado caras para ser explotadas; el grueso del recurso forestal estaba en Estados Unidos y Canadá. En este último país, el método de extracción de madera es esencialmente destructivo porque talan enormes superficies sin dejar nada y son suelos con mucha pendiente, lo que implica erosión y otras cosas. Entonces, coincidió que los países grandes productores de madera estaban empezando a agotar sus bosques primarios con el surgimiento de fuertes movimientos ambientalistas que defendían los bosques. Ellos decían que ya se había cortado demasiado y que lo que quedaba había que conservarlo. Las empresas piensan en forma estratégica y planifican a mediano y largo plazo. Conscientes de que el recurso para celulosa, para papel, se les acababa en pocos años, decidieron crear más recursos rápidamente, y como es obvio, un árbol en Finlandia o Canadá pueden demorar 80 años en crecer, entonces vinieron a los países donde los árboles crecen más rápido, donde la mano de obra es barata, donde las posiciones de los gobiernos y las legislaciones son laxas. En otras palabras, estamos hablando de zonas tropicales y subtropicales. Por eso esta forestación llegó al Uruguay, que cometió el enorme error de no hacer ningún estudio de impacto ambiental antes de poner en práctica el modelo.

- ¿Nunca hubo un estudio de ese tipo?

- Recién ahora los empezó a hacer, pero, ¿cuáles?: los que demoran más, como sobre el agua, tema en el que no se puede llegar a ninguna conclusión seria en menos de 15 o 20 años; sin embargo no estudiamos el impacto sobre los suelos, que se puede hacer en un mes, y mucho menos sobre nuestra biodiversidad.

- ¿Cómo es el modelo de forestación en Uruguay?

- Acá hubo dos modelos: el primero fue el de plantar montes de eucaliptos relativamente pequeños en varios puntos de las estancias ganaderas para darles sombra y protección contra el viento a los animales. Aquí no se usaban agrotóxicos y se mezclaban distintas especies de eucaliptos. Este tipo de forestación no tiene ninguna desventaja –con excepción de la sobrepoblación de cotorras– y ofrece varios servicios. Pero el modelo que se empezó a aplicar desde la aprobación de la Ley Forestal de 1987 es tremendamente nocivo. Las sociedades inversoras compran una estancia y la plantan toda con pinos y eucaliptos. Y después se hace lo mismo con la estancia de al lado, y con la de al lado... Ahí surgen los conflictos y los impactos. Mientras que una plantación de una hectárea de eucaliptos no tiene ningún efecto sobre el agua, una de 7 mil hectáreas sí lo tiene, una que está pensada para que los árboles crezcan muy rápido ejerce más presión sobre el recurso agua que otra que no está hecha para eso.

- ¿Por qué se dice que la principal causa de la deforestación es el consumo de leña?

- Hasta mediados de los años 80 la versión oficial –sobre todo la de la FAO, que a esta altura es un dinosaurio– era que la deforestación la causaban los pobres con su consumo excesivo de leña, lo que es totalmente falso. El WRM efectuó un estudio sobre las causas subyacentes de la deforestación y encontró que son otras. Cuando uno ve un pobre en la Amazonia con una motosierra cortando cuantos árboles puede, o quemándolos, uno se dice que esa persona está destruyendo el bosque. Y es cierto, pero también debemos preguntarnos por qué está esa persona ahí. Si tomamos el caso de Brasil, veremos que el régimen de tenencia de la tierra expulsa a los campesinos de sus terruños, que a su vez son estimulados por el gobierno nacional a “colonizar la Amazonia”. Entonces es muy miope querer ver en el pobre al responsable de la deforestación, cuando detrás hay una serie de políticas que lo llevan a eso. Son los gobiernos, con el apoyo del BID y del Banco Mundial, los que abren las carreteras que permiten que la gente, y sobre todo los camiones, entren cada vez más profundamente en los bosques. Hay empresas madereras, mineras, petroleras que empujan constantemente las fronteras bosque adentro. Entonces, la principal causa de deforestación no son la pobreza y los pobres, sino la riqueza y los ricos, el consumo excesivo en Europa, Estados Unidos, que genera una cadena de acontecimientos cuyo último eslabón puede ser un campesino pobre que está prendiéndole fuego a un bosque para usar la tierra con fines agrícolas.

Otro aspecto que a los uruguayos nos puede resultar sorprendente de este tema es que, contrariamente a lo que sucede aquí, en los países tropicales la tierra es del Estado, un Estado que normalmente fue creado mucho después de que la gente estuviese habitando los bosques. Pongamos el caso de un indígena Yanomami que vivía en la Amazonia y ni supo que hubo un colonizador llamado Portugal, un día, hace 20 años se enteró de que hay un país, Brasil, que dice ser dueño de su tierra, de su habitat. Es algo duro de aceptar.

- Es probable que a quienes viven en las ciudades o en países no tropicales les cueste mucho asociar su vida personal con la de los bosques.

- Cuando se quema un bosque en Indonesia o en Siberia, los uruguayos seremos afectados sin duda, porque aumentará la sequía, o habrá inundaciones, fenómenos climáticos serios y perjudiciales. Los hielos polares se están derritiendo, y los uruguayos tenemos que ser conscientes de que si por causa del calentamiento global el nivel del mar sube un poquito no más, nos quedamos sin playas, lo que significa que nos quedamos sin turismo, o sea que perdemos algo así como 600 millones de dólares anuales que llegan exclusivamente porque tenemos playas.

Con respecto a los bosques tropicales, creo que hay aspectos utilitarios y éticos a tener en cuenta. Desde el punto de vista ético, creo que el ser humano tendría que ser capaz de conservar las especies que existen. ¿A quién no le gusta mirar el Discovery Channel? El problema es que todos esos lindos bichitos están desapareciendo o lo harán a mediano plazo. El ser humano tiene derecho a usar la naturaleza, pero no a exterminarla. Desde el punto de vista utilitario, entre las especies que desaparecen cada día –en Uruguay ya se extinguieron varias– podemos estar perdiendo algunas o muchas que tengan utilidades aún no conocidas para la humanidad. Por ejemplo, si el hongo penicillium hubiese desaparecido, hoy no tendríamos penicilina. Ignoramos cuántas potencialidades alimenticias, curativas o hasta estéticas podemos estar perdiendo. La gran parte de la biodiversidad está en los bosques, y sobre todo en los tropicales. Cualquier investigador que vaya a un bosque tropical más o menos virgen encontrará miles de especies que nunca fueron registradas. Esa riqueza se está perdiendo. Otro factor importante es el agua. Aquí los uruguayos tenemos que aprender que el bosque serrano, ese bajito, achaparrado que crece en los cerros del Este, está desapareciendo. La principal producción de ese bosque no es madera, sino agua. El agua de los montevideanos depende de esos bosques, ahí están los manantiales. El sistema es simple: los bosques actúan como receptores, como frenos para el agua, y permiten que infiltre la tierra hasta el subsuelo, hasta las napas freáticas, lo que permite, por ejemplo, que el río Santa Lucía corra todo el año. ¿Por qué corre el río cuando no llueve? Porque está siendo alimentado por la napa subterránea de agua que se filtró desde los cerros. Cuando el bosque no está, el agua corre como sobre el hormigón, pero además erosiona la tierra y la arrastra hacia el lecho de los ríos lo que termina amenazando la vía de agua. Eso ya está pasando en el Santa Lucía, y deberíamos reinstalar bosques nativos, pero en su lugar plantamos eucaliptos que consumen mucho más agua que si el cerro estuviese pelado. Es un pensamiento unidireccional decir que como los suelos serranos del este no son buenos para la agricultura o la ganadería, entonces hay que plantarles árboles. Lo único que se mira es el suelo, pero no se analiza el tema del agua, si existen especies endémicas que vivan allí, qué impacto puede tener ese cambio en la población aledaña. El índice CONEAT sólo mide “carne y lana”, ni siquiera agricultura. Entonces, a esta altura de los conocimientos científicos al respecto, definir las plantaciones sólo por ese criterio es totalmente absurdo.

- ¿A qué se debe esa actitud? ¿Es ignorancia o hay intereses creados?

- No lo tengo totalmente claro. De ninguna manera puedo decir que la gente que está en eso en el gobierno sea ignorante, porque no lo es, pero sí creo que la formación universitaria, en Uruguay y en muchos otros países, es cada vez más unilateral, superficial, técnica, y menos académica y científica. Les enseñan cómo cultivar eucaliptus, cómo plantarlos y cómo cortarlos, pero no a mirar el conjunto del tema. Si esas personas no reciben esa formación integral en otro lado, en la Universidad tampoco la obtienen. Eso es grave.

- Sin embargo la gente que no ha ido nunca a la universidad parece más sensible a este tipo de enfoques que muchos profesionales universitarios, quizás porque simplemente aplica su sentido común.

- A menudo la formación universitaria provoca una “deformación”. Si yo estuviese en el gobierno, por ejemplo, jamás se me ocurriría nombrar a un médico como Ministro de Salud, porque por la deformación profesional que tiene le resultará muy difícil entender cuáles son los problemas de las nurses, de las enfermeras, de los limpiadores y menos aún de los usuarios. De la misma manera, si voy a forestar por supuesto que voy a contratar a gente que sepa cómo plantar un eucaliptos o un pino, o qué especies crecen en qué suelo, pero si voy a elaborar una política forestal tengo que tener una visión mucho más amplia. Para eso debería servir un político que, obviamente, tenga asesores técnicos. Los intereses creados existen, y la mayor parte de los técnicos los tienen. En este país, si un especialista en forestación habla en contra de las plantaciones de pinos y eucaliptus se convierte en un paria porque no hay ninguna otra alternativa de trabajo, no hay estudios de impacto ambiental oficiales ni privados. Eso no existe en Uruguay. Pero lo mismo está ocurriendo en todas las profesiones: un químico que se pronuncie contra las transnacionales de los medicamentos difícilmente después consiga un trabajo. Se trata entonces de intereses creados, sí, pero a su vez impuestos, no deseados. También cuentan los intereses corporativos. Y unido a todo eso aparecen las gigantescas campañas de las empresas forestales que intentan convencer a la opinión pública que las plantaciones de árboles son convenientes para el país, para el ambiente, y lo que dicen los ambientalistas es falso. Se invierten millones de dólares en todo el mundo para ejecutar estas campañas. Los gobiernos en general se conforman con las supuestas ventajitas de corto plazo, y se niegan a ver todo el conjunto del tema. Esta mezcla de falta de visión global, de intereses creados, de intereses corporativos, de presiones empresariales y políticas gubernamentales miopes es la responsable de la situación. Muchos universitarios tienen dificultades para comprender esta complejidad, y es cierto que un ama de casa puede entender más fácilmente los impactos de la forestación que alguien que trabaja en una empresa, porque éste no lo quiere entender. Un amigo que murió hace poco pasó su vida entera plantando pinos en las dunas de Cabo Polonio. El jamás hubiese podido aceptar que lo que hizo durante toda su vida fue negativo, que todo su sacrificio personal –porque además vivió en condiciones muy difíciles allá– había sido contraproducente. Es imposible que lo acepten si además esos profesionales no tienen ninguna otra alternativa, como podría ser, por ejemplo, que se elaborara una política de regeneración de bosques naturales, hacer evaluaciones de impacto ambiental de las plantaciones, incorporarles otras especies para eliminar el monocultivo y sus peligros. Pero en este momento se está con la forestación o contra ella, adentro o afuera, chau.

- ¿Cómo sería un mundo sin bosques tropicales?

- Cambiaría totalmente el clima. Hay áreas tropicales que son desiertos. En el caso de la Amazonia, por ejemplo, la lluvia es permanentemente reciclada, pero donde quedaron enormes parches sin bosque eso no sucede. Hay estados de Brasil donde ya no llueve, y no me estoy refiriendo al Nordeste, sino a Espíritu Santo y Bahía. Allí los cultivos son todos con riego porque desapareció completamente la llamada “mata atlántica”, un bosque natural que estaba entre la Amazonia y el Atlántico. Si eso sucediera en todo el planeta, todo el trópico se convertiría en un desierto del cual sus habitantes emigrarían, pero las otras zonas sufrirían igualmente los cambios climáticos y por lo tanto la producción de alimentos entraría rápidamente en caos.

- Parece imposible que algo así llegue a suceder...

- Todo es imposible hasta que pasa. También resultaba imposible de creer que se adelgazaría la capa de ozono, que existiría un efecto invernadero. El mundo entero es consciente de que todo eso está pasando y está oficialmente aceptado desde la Cumbre de la Tierra en Río de Janeiro, en 1992. El problema es que ocho años después seguimos empeorando.

A esta altura de la situación climática, lo que debería hacerse es proteger todos, absolutamente todos los bosques que quedan, y fomentar su regeneración, que es algo bien distinto de plantar árboles. En la mayor parte de los países tropicales, y no sólo en ellos, el bosque puede volver a crecer si se lo deja quieto, y si se lo ayuda aún más. Al crecer, ese bosque vuelve a absorber el carbono que provoca el efecto invernadero. Lamentablemente, a pesar de todos los discursos y las luchas la situación no ha mejorado para nada. Persisten las mismas causas visibles y subyacentes de la deforestación como si los bosques no fueran a terminarse nunca.

En Ecuador, por ejemplo, la destrucción de la Amazonia se debe a la extracción de petróleo. Pero, ¿por qué hay allí empresas petroleras? Por que el mundo consume petróleo, y mientras sea así, irán a buscar el petróleo donde sea, incluso a costa de la destrucción de los bosques, de los pueblos que los habitan, muchos de ellos masacrados o diezmados por enfermedades introducidas por “el occidental”.

Ese es otro tema oculto: la deforestación y las explotaciones mineras, petroleras, madereras, siempre, absolutamente siempre son acompañadas por terribles violaciones a los derechos humanos, no sólo cuando se les quitan las tierras a los indígenas, sino en la represión contra la resistencia que genera esa invasión. La gente es asesinada, encarcelada injustamente, familias enteras –incluyendo a los niños– exterminadas por capataces impunes. Esto es pan cotidiano en los bosques tropicales. Para comprender mejor esta resistencia debemos imaginar que un día llega una empresa y dice: “Esta casa ya no es tuya, es mía. Andate”. ¿Quién aceptaría tal cosa pasivamente? Ahora imaginen que la Policía y la justicia están al servicio de esa empresa. Bueno, esa es la situación en los bosques tropicales. Chicos Mendes mueren todos los días.

Lo que no hay es voluntad política de pasar a consumir energías más limpias que el petróleo, y eso porque la capacidad de presión de los lobbies petroleros y automotores es enorme en los países ricos. Europa y Japón tienen todos los recursos financieros, técnicos, científicos para introducir la energía que quieran, pero las presiones son tremendas.

- ¿El popular uso de leña de monte para hacer asados es un lujo depredatorio de los uruguayos?

- En Uruguay, en ese sentido, está todo por hacer. La ley prevé que el monte indígena puede usarse en determinadas condiciones y siempre y cuando se aplique un plan de manejo del bosque. Un plan de manejo es aquel que asegura la supervivencia del bosque. El problema es que en Uruguay no hay tal plan de manejo porque nunca se investigaron los montes indígenas, ni se estudian las consecuencias de las talas autorizadas. Por ahora se hace todo a “ojímetro”. El uruguayo prefiere la leña de monte, y tiene razón, porque es mejor, y debe tener derecho a usarla, por lo tanto el Estado debe asegurarle que ese uso sea sustentable. Mucha gente tiene la idea de que las parrilladas van a acabar con los bosques indígenas, pero en realidad representan sólo el 5 por ciento del consumo. El gran consumo de leña de monte es domiciliario, en Montevideo y centros urbanos del Interior. Para peor, la gran parte de la leña que llega a Montevideo es ilegalmente cortada o se legalizó en el camino, coima mediante.

Para aprovechar la enorme potencialidad que tiene el bosque indígena, en especies frutales, medicinales u otras, se necesita investigación. Técnicos capacitados para eso sobran, pero todos los recursos son canalizados hacia las plantaciones de árboles.

El modelo de forestación que se aplica en Uruguay es el mismo de Chile, Paraguay, Argentina, Ecuador, Brasil. Viene de afuera, nosotros no pensamos absolutamente nada, simplemente obedecemos. Lo mismo ha sucedido con las praderas naturales, que en muchos casos han sido sustituidas con gramíneas exóticas, lo que constituye un disparate ambiental. Aunque suene feo, debo decir que gracias al latifundio improductivo, tan combatido por nosotros en la década del 60, se ha salvado la pradera natural uruguaya porque como nunca le invirtieron un peso quedaron como eran. Mientras que los ganaderos “progresistas” araron todo, metieron alfalfa y otras cosas y eliminaron la pradera. ¿Dónde aprenden ganadería los uruguayos? En Nueva Zelanda, no en Uruguay. Pero Nueva Zelanda es un país de bosques que fue eliminado y sustituido con praderas. Uruguay, como es obvio, es un país de pradera natural. Mucha gente no entiende que nuestro ecosistema uruguayo es la pradera, y sustituirla por plantaciones de árboles es el mismo disparate que la tala de bosques de la Amazonia para sustituirlos por praderas. ¿Por qué se acepta que lo de la Amazonia es un desastre pero no se ve el desastre uruguayo?

La Haya

¿Alguien vio pasar al cambio climático?  

 

- ¿Qué pasó en la Sexta Conferencia de las Partes del protocolo de Kioto que se celebró en La Haya?

- Este proceso se inició en la Cumbre de Rio, en 1992, en la cual se aprobó la Convención sobre Cambio Climático. Recién cinco años después, en Kioto, Japón, los países industrializados decidieron comprometerse a reducir sus emisiones de dióxido de carbono (CO2), principal responsable del efecto invernadero que provoca el cambio climático. A su vez, el dióxido de carbono se produce esencialmente en la utilización de combustibles fósiles (carbón, gas natural y petróleo). La reducción comprometida en Kioto fue de apenas el 5 por ciento, una cantidad que todo el mundo reconoce como insuficiente –los técnicos que estudian el cambio climático hablan de que se debería reducir el 60 por ciento de las emisiones–, pero en el último momento de la reunión de Kioto, Estados Unidos hizo una jugada maestra para sus intereses: introdujo la noción de los sumideros de carbono como forma de eludir su compromiso. Fue una jugada maestra porque dividió a todo el mundo. En estos procesos normalmente hay un bloque de países industrializados, otro del llamado grupo de los 77 más China –en el que está Uruguay–, y afuera están las ONG y las asociaciones de los pueblos indígenas. Ese grupo de los 77 se dividió. Por ejemplo Uruguay formo un bloque con Chile, Argentina, Colombia, Costa Rica, entre otros, para promover los sumideros de carbono pensando que de allí se puede obtener dinero de los países contaminadores “vendiéndoles” las plantaciones de eucaliptos como sumideros de carbono. Esa es la política del gobierno uruguayo. Entre el 20 y el 24 de noviembre se reunieron en La Haya, Holanda, los países firmantes del Protocolo de Kioto, donde supuestamente se tenía que hablar del cambio climático, pero en realidad se habló durante una semana exclusivamente de dinero, de sumideros de carbono, de cómo hacer para no tener que dejar de contaminar. Si uno lee los materiales oficiales acerca del cambio climático no puede entender nada, porque hay una cantidad de expertos que trabajan para complicar las cosas, para que cada tema parezca un laberinto de forma que la gente se desaliente y desista de entender, y además ellos mismos logran convertirse en especialistas imprescindibles y, por lo tanto, muy bien pagados.

El problema, en realidad, es bien sencillo: un 20 por ciento del efecto invernadero se debe a la deforestación, y el 80 por ciento a la emisión de gases de efecto invernadero. Lo que hay que hacer es dejar de cortar los bosques y reducir esas emisiones que son producidas por la combustión de gas natural –que es de efecto invernadero aunque Gaseba diga en Uruguay que es un “combustible limpio” –, carbón y petróleo. Punto. Esa reducción o eliminación de los gases de efecto invernadero se debe obtener sustituyendo las actuales fuentes de energía por otras renovables y limpias. Ahora, nada de eso se discutió en La Haya. Nadie discutió si la energía solar podría ser industrialmente viable o cuáles podrían ser los costos de la energía eólica. Sólo se habló de dinero, de si sumideros sí o no, si plantaciones sí o no, sobre cuál es la definición de “bosque”, si la de la FAO, o si hay que inventar una nueva. Eso fue todo. Sólo afuera, entre la gente que manifestó en la calle estuvo presente el verdadero problema: el del cambio climático

En definitiva, el fracaso de la reunión fue un triunfo para Estados Unidos, Japón y Canadá, que son los países que no quieren reducir sus emisiones en absoluto. En ese sentido, el bloque europeo asumió una posición más responsable admitiendo que, efectivamente, se debe hacer algo de inmediato para por lo menos frenar el deterioro.

- Uruguay envió una delegación encabezada por el ministro de Medio Ambiente, el arquitecto Carlos Cat.

- Uruguay me asombró positivamente, porque empieza a admitir que estas instancias existen y tienen su importancia, ya que envió una delegación bastante nutrida. Hay que ver que yo estaba acostumbrado a que, con alguna honrosa excepción, Uruguay enviara a estas reuniones a algún funcionario administrativo de la embajada local que se dedicaba a dormir olímpicamente. O sea que hemos dado un gran paso adelante, y lo reconozco aunque discrepo con la posición que se asumió en La Haya. Creo que lo que nos falta es empezar a elaborar políticas coherentes y articuladas que contemplen los verdaderos intereses estratégicos del país no sólo en el tema del cambio climático, sino en todos los procesos internacionales que se están desarrollando. Existen recursos disponibles que el país podría solicitar para hacer investigación, como ya lo hizo para el PROBIDES en los bañados del este. Hay posibilidades, pero es necesario elaborar políticas, y esa elaboración no debería hacerse entre cuatro paredes, sino abriéndola a la participación de la sociedad. Es necesario comprender que todos los temas tanto ambientales como productivos o comerciales que se están discutiendo a nivel internacional, están íntimamente vinculados unos con otros. Por ejemplo, carece totalmente de coherencia y seriedad que Uruguay aparezca firmando la Convención sobre Biodiversidad por la que se compromete a protegerla, y por otro lado fomente las plantaciones de eucaliptos y pinos.  

  

Autor: Carlos Amorin

[1] Una versión sintetizada de esta entrevista se publicó en la edición del 1/12/00 del semanario Brecha, www.brecha.com.uy

[2] www.wrm.org.uy

 

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