Suplemento especial: DESIGUALDAD Y HAMBRE

La dependencia alimentaria

Las últimas investigaciones de la FAO confirman que la dependencia alimentaria de los países pobres aumentará en las próximas décadas

La producción de alimentos será suficiente para satisfacer la demanda de los ocho mil millones de personas que se calcula existirán en el año 2030. Con esta afirmación se presentó hace unos días el informe de la Dependencia de Estudios de Perspectivas Mundiales de la FAO titulado “Agricultura: Hacia el 2015/30”

 

Mientras la población mundial ha aumentado en los tres últimos años un 70%, el consumo de alimentos per capita lo hizo en un 20%. En los países pobres, la población se ha duplicado, mientras que la proporción de personas que viven en una situación crónica de desnutrición se ha quedado a la mitad. Este importante avance no debe ocultar otros datos alarmantes. “En 2015 -afirma la FAO- todavía podría haber alrededor de 580 millones de personas que padezcan subnutrición crónica”.

 

Si bien resulta tranquilizador comprobar que el crecimiento de la población puede desparecer de la lista de factores causantes del hambre, es desolador observar cómo cada vez cobran más fuerza las teorías que apuntan a las desigualdades sociales como la causa fundamental e indiscutible del hambre.

 

El informe prevé que los países pobres dependerán en el futuro en proporción mayor de las importaciones de cereales, de tal modo que en África las importaciones netas subirán de 107 millones de toneladas en 1995-97 a 270 millones en 2030. Para satisfacer esta demanda, América del Norte, Europa Occidental y Australia duplicarán sus exportaciones. Las regiones importadoras se verán obligadas a acentuar su dependencia de los países del norte, cada más enriquecidos. Estos datos ya se están empezando a constatar en algunos países. Así, se ha calculado que la producción total de cereales para el año 2000 en Afganistán se encuentra en un 44% por debajo de la producción agrícola de 1999, por lo que las importaciones de cereales para el año próximo alcanzarán 2,3 millones de toneladas, más del doble del año anterior. Un informe del Programa Mundial de Alimentos de Naciones Unidas (PMA) advertía que “durante el año en curso la posibilidad de sobrevivir es la realidad más crítica de Afganistán”.

 

De 1974 data el primer compromiso importante para acabar con el hambre. Sin embargo, no fue hasta 1996 en la Cumbre Mundial de la Alimentación en Roma donde se elaboró un plan de acción común. Allí, los líderes políticos se comprometieron a propiciar un comercio internacional que favoreciese la seguridad alimentaria, a establecer políticas efectivas contra la pobreza y a un sin fin de proyectos para que en 2015 la cifra de personas que pasan hambre se redujera a la mitad (400 millones).

 

Los propósitos de Roma parecen cada vez más lejanos y al ritmo que se avanza actualmente (una reducción de 8 millones de hambrientos al año) son metas poco factibles. Los datos de la FAO muestran como sólo 37 países redujeron en la primera mitad de la década sus niveles de subnutrición (en un total de 100 millones), mientras que en el resto de países pobres, la población que pasa hambre aumentó en 60 millones. En los últimos meses el número de países que afrontan situaciones de emergencia alimentaria se ha incrementado. Regiones como Afganistán o Corea del Norte viven hoy sus peores momentos, llegándose a producir en este último país 2 millones de muertos por falta de alimentos.

 

La Declaración Universal de los Derechos Humanos en 1948 ya recogía el derecho de toda persona a “un nivel de vida adecuado que le asegure la salud y el bienestar y en especial la alimentación”. Con más rotundidad, el artículo 11 del Pacto Internacional de Derechos Económicos, Sociales y Culturales de 1966 expresaba el “derecho de toda persona a estar protegida contra el hambre”. Sin embargo, para muchos líderes políticos las soluciones al problema del hambre son todavía una cuestión de generosidad, de bondad, de los países ricos a los pobres, más que de un derecho fundamental. Ya lo dejó claro EE.UU. en la pasada Cumbre de Roma cuando puso objeciones al punto que defendía “el derecho de toda persona a tener acceso a alimentos sanos y nutritivos, alegando que ese objetivo “no puede ser una obligación internacional”.Caridad en vez de justicia es su propuesta, una opción que condena a millones de personas a la muerte y a la desnutrición crónica.

 

Autor:

África Egido

Periodista

Centro de Colaboraciones Solidarias

4 de agosto de 2000

 

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