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Los peligros

de la intolerancia

Intento aportar una visión diferente a la muy humana y respetable opinión de Eduardo Galeano sobre la clonación y experimentos con el genoma con fines alimenticios, procreativos o financieros.

Daniel Olazábal

Coincido en el rechazo al uso de esta tecnología como herramienta de explotación. El análisis de Galeano es, en muchos aspectos, justo y comparto la mayoría de sus dichos. Yo también rechazo el mal uso de la tecnología, cualquiera sea su objetivo, financiero o no financiero. Sin embargo, de su visión (en los primeros párrafos) parece desprenderse que hay un solo modo de trabajar con genes y en ciencia; de una forma aparentemente imperialista, despótica, inmoral y explotadora.

Esta visión es equivocada. El doctor Frank puede ser loco pero no creo que explotador y mucho menos un agente del imperialismo. Tampoco creo que Watson -premio Nobel por descubrimientos que hizo a muy temprana edad usando tan sólo su imaginación y conocimiento- sea un déspota explotador, ni tampoco un títere del imperialismo.

¿Qué llevó a Frank a hacer su experimento? ¿Qué llevó a Watson a interesarse por la estructura del adn? ¿El dinero? Creo que esa es una injusta subestimación de la vocación científica y recomendaría, para aquellos que puedan estar interesados, leer el prólogo que Albert Einsten escribió para el libro ¿A dónde va la ciencia?, de Max Planck.

Por un momento dejemos de lado los imperios, las multinacionales, los intereses económicos, los científicos corruptos y detengámonos a pensar en el individuo. Por ejemplo, en el científico apasionado que cree haber encontrado algo que buscó toda su vida, que ve en el uso y selección de genes una solución para muchas situaciones de infertilidad, enfermedades o malformaciones. Detengámonos a pensar en el individuo que desea tener un hijo y no puede, o aquel que sabe que una enfermedad marcará de por vida a alguno de sus hijos. ¿Puedo yo, alguien a quien no le gustan los alimentos transgénicos -simplemente porque no los considero necesarios, ni útiles-, alguien que no se quiere clonar a sí mismo -pues soy irrepetible-, que nunca estimularía a nadie a hacerse un aborto -pues asumo las responsabilidades con las vidas que creo, no como científico clonador, sino como animal/humano reproductor-, decidir el derecho que otros tienen a pensar diferente?

¿Puede el desarrollo del conocimiento detenerse porque podría llevar a usos o malos usos que no compartimos? Creo que no, por variadas razones. La curiosidad del hombre es irreglamentable e incontrolable -afortunadamente-, y es una expresión de la libertad. Podemos oponernos al avance del conocimiento pero no lo lograríamos. Podemos insistir en que la tierra no es redonda pero no iremos lejos, sin importar si Colón y España se enriquecieron con el descubrimiento, y centenares de miles de indígenas murieron como consecuencia del mismo. No confundamos al que investiga con quien aplica políticas o mal usa el producto de otros, porque no siempre van de la mano.

¿Podemos frenar el avance del conocimiento sobre nuestros genes? Si lo intentáramos podríamos estar generando científicos y laboratorios clandestinos y una era de intolerancia similar a la planteada por algunas religiones que se han opuesto y se oponen a la fertilización in vitro, al aborto, o a cualquier tipo de manipulación de la vida humana, llegando algunas a prohibir transfusiones de sangre.

Creo que se puede estar de acuerdo o no, se puede comer o no transgénicos, se puede tener derecho a la información, pero nadie tiene derecho a elegir por los demás; caminar en esa dirección es erróneo. Hoy pueden ser muchos los equivocados, y probablemente quienes apoyen estas investigaciones sean minoría. También lo fueron seguramente quienes consideraron en su época que la tierra era redonda y estaban dispuestos a demostrar su herejía.

Volquemos nuestros esfuerzos en discutir las bondades o problemas que estas técnicas pueden acarrear, volquémonos a evitar ser vendidos una vez más como conejillos de Indias, o ser usados como consumidores sin derechos, sin palabra y sin voto. Decidamos qué sociedad queremos y qué clase de ser humano aspiramos a crear (educándonos, no clonándonos).

Pero no invoquemos factores morales o políticos para bloquear los avances de la ciencia, porque podríamos caer fácilmente en la intolerancia y violentar el derecho de los demás. Argumentando moralidad se ha combatido o se combate contra el aborto, contra la prostitución, contra los homosexuales, contra la fertilización in vitro, contra el uso del preservativo, contra la eutanasia, y muchas cosas más. Todas esas luchas han sido en vano y los abortos continúan cobrando vidas de madres e hijos, la prostitución es la profesión más vieja del mundo, los homosexuales cada vez son más y más orgullosos, la fertilización in vitro es algo de todos los días, el preservativo está (sida mediante) en su mejor era, los médicos "desconectan" a diario a miles de personas en el mundo entero. Y aun así se sigue insistiendo en decidir por los demás.

Creo que moralmente hablando es deplorable comer asado y ni hablar de masticarle la ubre a la pobre vaca a quien matamos para consumir. Es completamente inmoral y despótico y, por cierto, no conozco animal más inofensivo que una vaca. Si no pensamos en la razón por la cual nos gusta la carne nunca vamos a entender por qué matamos esas pobres vacas.

¿Dónde están los límites del hombre? ¿Es que los tiene? ¿Se le puede congelar en el tiempo o son las ideas que tenemos de nosotros mismos las que están un poco congeladas y deben cambiar?

Mientras no entendamos quiénes somos nunca entenderemos hacia dónde vamos.

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