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LA CRISIS DE LA VACA LOCA
y
OTRA OPORTUNIDAD PERDIDA PARA LA ARGENTINA
Nuestro país, desde el siglo XVIII, aún antes de su independencia, ya se
caracterizaba por los famosos ganados de sus pampas. A lo largo de los siglos
XIX y XX, todo nuestro desarrollo como país se fundó en la exportación de
carnes bovinas. Hoy cuando la "vaca loca" arrasa los mercados
europeos, se nos ocurre pensar que como toda crisis, esta de la "vaca
loca" también esconde una oportunidad, especialmente para países como
el nuestro que a lo largo de su historia parecieron prepararse para una gran
demanda mundial de carnes sanas, de bajo colesterol, criadas a campo y
alimentadas a pasto. Pero como la Argentina es el reino de la insensatez por no
decir de la más grande estupidez, nos encontramos ahora con que, más que
exportadores de carnes, somos uno de los más grandes productores del mundo de
soja transgénica y que en nuestra ganadería se impuso mayoritariamente el uso
del feed lot, o sea la terminación del animal en corrales de engorde,
con abuso de anabólicos, hormonas, antibióticos, sustancias que retienen líquidos
y hasta harinas animales. Nos preguntamos: ¿por qué? ¿con qué necesidad? Más
que razones económicas pesaron a nuestro criterio cuestiones ideológicas.
Este país hace mucho ha decidido seguir el
modelo norteamericano y cuestionar todas las políticas europeas, olvidando que
Europa ha sido y es nuestro gran mercado consumidor, y que los EEUU compiten con
nosotros en todos los mercados del mundo, sencillamente porque producen y
exportan lo mismo que la Argentina: cereales, carne bovina, soja, aceites,
girasol y maní. Nuestra disparatada estrategia ha sido entonces la de unirnos
al competidor para cuestionar a nuestros compradores. ¡Así nos ha ido! Hoy
festejamos el volver al mercado de carnes de los EEUU, cuando en realidad nunca
estuvimos allí y además sólo con 20.000 toneladas de cuartos delanteros y
carne para hamburguesas que no significan nada en términos de exportación,
mientras desatendemos el gran mercado alemán a donde va más del 70% de
nuestras exportaciones. Y como nuestra dirigencia es absolutamente incapaz de
autocriticarse, se hecha la culpa a la política de subsidios europeos que
protegen a las producciones agropecuarias propias.
Mucha prensa adicta
miente por ignorancia o a sabiendas invocando que "a las vacas
argentinas se las alimenta con pasturas naturales y no con harina de origen
animal". Creyendo que va a alcanzar una cobertura mediática para tapar
la penosa realidad de los feed-lot, que es el sistema de "industrialización
de vida" por el cual se coló la pesadilla de las vacas locas.
Todo
esto no es sino un gran despropósito que debemos denunciar. La vaca loca
significa para nosotros una oportunidad gigantesca de mercado que, no podremos
aprovechar porque en este país se impusieron los fundamentalistas de la
ingeniería genética y de la carne
producida industrialmente y porque ya nos han rechazado en el exterior
partidas de reses por el gusto a pescado que tenían. Es urgente modificar el
derrotero estratégico de nuestro país, revisar en profundidad las
reglamentaciones del SENASA, y establecer alianzas con los consumidores de
Europa y con las asociaciones de pequeños productores europeos que como la
Confederación Campesina,
proponen un comercio justo.
Ellos son nuestros aliados naturales y los que deben condicionar en calidad nuestras exportaciones para beneficio también del mercado interno, o sea de lo que nosotros consumimos. Seguir por el camino en que vamos no será más que un suicidio prolongado. Hagamos algo para cambiar un destino que no nos merecemos.
20 de enero del 2001
Grupo
de Reflexión Rural (GRR)
Argentina
Más información: Vacas Locas IV
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