El
secretario general del Pit-Cnt analizó los desafíos
que plantea la sindicalización de los trabajadores/as
de los supermercados, y anunció que este año los
dirigentes sindicales estarán en las puertas de las
grandes superficies comerciales difundiendo los
derechos laborales.
-El Pit-Cnt ha manifestado que este año hará un
esfuerzo extraordinario para lograr entrar en los
supermercados.
-Sabemos que en los últimos diez años el
hipermercadismo es una fórmula comercial que viene
ganando espacio, destruyendo el comercio minorista.
Los hipermercados no sólo concentran capital y
productos, sino también trabajadores. La organización
gremial de referencia para nosotros en este sector es
la Federación Uruguaya de Empleados del Comercio y de
la Industria (FUECI), que ha realizado varias
experiencias de organización, algunas coronadas con
éxito, aunque no sin mucho esfuerzo, por ejemplo en
alguna sucursal Devoto. Esto ha pasado por trabajar
sindicalmente fuera del lugar de labor, en el barrio
donde viven los empleados o en la parada del ómnibus.
Lo primero es ir abriendo la cabeza de una población
que es joven y en casi todos los casos está haciendo
su primera experiencia laboral. Porque allí adentro
pasan cosas extraordinarias. Se reclutan personas casi
exclusivamente entre los 16 y los 25 años, se exige el
ciclo básico terminado, conocimientos en computación,
para algunos puestos formación básica en
administración de empresas o economía. Sin embargo las
condiciones laborales son extremas; es muy raro que
alguien supere allí los 2.800 pesos, la mayor parte de
los empleados gana mucho menos, bordeando el salario
mínimo nacional. Si son muchachitas se les exige,
además, buena presencia, y ellas tienen que gastar
buena parte de su salario en comprar maquillaje. Las
cosas que viven nuestras mujercitas en esos lugares
son propias de principios del siglo pasado, porque
apenas en algunos supermercados logran tener media
hora de descanso, y si no cualquiera puede ver la
tensión y el cansancio con que trabajan, por ejemplo,
las cajeras, manejando mucho dinero, atiende al
cliente, mira por un visor, cuida una alarma, trabajan
sin quebranto de caja. Para ellas todo es a pérdida.
Si se equivocaron en un cambio o algún cliente se
aligeró, lo que falte se lo descuentan del sueldo. Es
casi imposible que a fin del mes no tengan algún
descuento por una suma que no dio, y eso nunca se sabe
si fue responsabilidad de ellas o de quien retiró el
dinero o de un teclado defectuoso. Inclusive teniendo
en cuenta todo lo que le sucede al organismo de las
mujeres, es raro que puedan ir más de dos veces al
baño en las ocho horas porque les controlan
absolutamente todos los movimientos. En el caso de los
varones se exigen casi las mismas condiciones para
hacer cualquier tipo de trabajo, desde atender público
a descargar camiones, pasar un lampazo o llenar
góndolas. Son muchas exigencias, mucha presión y muy
bajo salario. Aunque todo esto no ocurriera así, el
movimiento sindical tiene necesidad de organizar a esa
cantidad de trabajadores, lo que pasa es que estas
condiciones agravan la situación, así como la campaña
de terror, de miedo, que se desata contra los
trabajadores.
-¿Cómo son esas campañas?
-Muchas veces esa persecución está alentada por la
incomprensión de quienes integramos la sociedad hacia
las movilizaciones, los paros, que nos crean
incomodidades. Cuando los sindicalistas no trabajamos
bien con el usuario a veces caemos mal con nuestra
lucha, y en este caso concreto hasta hemos caído mal
con los propios trabajadores. Quiere decir que tenemos
que atender esos tres frentes: el enemigo, el usuario,
el trabajador.
En los supermercados nos han derribado sindicatos
enteros de un saque, porque la mayoría del
empresariado uruguayo no sólo es ortodoxo en sus
ideas, sino reaccionario en su práctica, especialmente
el de esta rama. Para ellos hablar de sindicalismo es
pecado, no les gusta, odian las organizaciones
sindicales. Recordemos el caso de aquella compañera
militante sindical del Devoto de la Costa de Oro que
habló en el Primero de Mayo de 2002, quien poco
después fue despedida. Cuando se hizo público
intervino hasta el presidente de la República, pero la
empresa prefirió ofrecerle a la compañera un despido
incentivado antes que ceder, y la presión sobre ella
fue tanta que tuvo que aceptar. No hay herramientas
legales adecuadas para obligar al empresariado a que
cumpla los códigos laborales. Estos empresarios tienen
que entender que aquí no están en la Luna o en el
siglo XIX.
-¿En qué consistirá el trabajo que se plantean hacer
este año?
-Nosotros no estamos acá sólo para constatar esta
realidad que describo, el papel del dirigente
sindical, del movimiento sindical, es cambiar esa
realidad mediante la acción. No podemos esperar que
jóvenes trabajadores con escasa experiencia y
atemorizados por sus patrones nos llamen a los gritos
para que vayamos a organizarlos. Tenemos que ir
nosotros, los militantes y dirigentes sindicales. No
nos va a hacer mal dejar de asistir a alguna reunión
para aplicar algo de la práctica que nos legaron
nuestros viejos dirigentes que se paraban en las
puertas de las fábricas y fajándose cuando era
necesario con quien fuese necesario. Eso tenemos que
hacerlo nosotros, y no mandar a la gente a que se
estrelle contra el muro, porque a mí no me pueden
echar de la puerta del supermercado, y por allí
circula muchísima gente en las horas pico. Tenemos que
ir a distribuir volantes, con parlantes, para que el
trabajador vaya tomando conciencia de que está
rodeado, que lo estamos protegiendo, que entienda
cuáles son sus derechos. En esto se basará la campaña
que, claro, no está dirigida sólo a los supermercados,
sino a los grandes centros de concentración de gente.
-¿Hay alguna empresa más represora que las otras?
-Diría que están todas en el mismo nivel, aunque
alguna se hace una propaganda de más progresista, en
la práctica, para adentro, son todas reaccionarias.
Hay como una consigna asumida por el empresariado
uruguayo en este ramo y es no permitir los sindicatos.
Nuestra tarea es revertir esto.
-¿Cómo es la experiencia internacional al respecto?
-No varía demasiado aunque en los países donde el
sindicalismo está bien desarrollado y es respetado se
cuidan más antes de reprimir, o buscan formas menos
frontales. En algunas trasnacionales como Géant y
Carrefour hay organizaciones sindicales con convenios
colectivos firmados. Pero nosotros estamos luchando en
general para que estos instrumentos sean respetados, y
al mismo tiempo debemos afiliar más trabajadores. Es
un poco como el huevo y la gallina, porque es
importante la negociación colectiva, la ley laboral,
pero si no puedo proteger al delegado o al militante,
entonces tengo marco pero no mecanismos adecuados en
la práctica. Si los afiliados a los sindicatos no son
amparados verdaderamente en su libertad sindical,
entonces van a la paliza, no cambiará nada. Los
jóvenes trabajadores quieren ver cosas concretas,
logros, ventajas, porque ya no estamos en la época de
la salida de la dictadura cuando lo que importaba eran
los valores, la conciencia, aunque también había
conquistas. El movimiento sindical está muy golpeado y
hemos cometido algunos errores. Tenemos que mirar esto
de frente.
-¿Cuál será la táctica concreta para llevar a la
práctica esos planes?
-Lo que nunca hizo el movimiento sindical a pesar de
que parecería estar en la tapa del libro, este año sí
lo hicimos. Adoptamos un plan del año, un plan de
acción centrado en dos ejes: el empleo y el salario,
objetivos que casi se definen solos por el desempleo
brutal que padecemos y la pérdida de ingresos de los
trabajadores. Por primera vez definimos campañas de
largo aliento, con excepción de la referida a los
derechos humanos que ha tenido permanencia y
coherencia. El movimiento sindical no cambiará su
discurso en este tema, gane quien gane las elecciones.
Seguiremos reclamando verdad y justicia porque sin eso
no se puede sentar las bases de una nueva sociedad. En
ese marco desarrollaremos una campaña nacional de
afiliación que se llamará "José Pepe D'Elía" y, como
ya dije, los supermercados y shoppings son objetivos
claros. Durante varios días los militantes y
dirigentes sindicales nos apostaremos en la zona a las
horas de entrada y salida de los trabajadores,
informando sobre sus derechos. Usaremos audio,
volantes, trabajaremos en el entorno de las comarcas
de trabajo, en sitios seguros para el trabajador. Y
finalmente iremos los dirigentes, ficha de afiliación
en mano, a invitarlos a sumarse. Esto les dará más
garantías, inclusive incluiremos un texto detrás de la
ficha explicando qué tipo de contrato está haciendo al
afiliarse a un sindicato. Con eso alimentaremos un
banco de datos de forma de saber quiénes son los
afiliados y de inmediato derivarlos a la organización
de su rama de actividad, nivel que deseamos fortalecer
y dejarnos de tanto sindicatito chico. Ya existe una
experiencia como es la Mesa de la Alimentación, en la
cual 11 sindicatos vinculados a todo lo que come la
población están debatiendo acerca de la formación de
una gran federación de la alimentación.
Avisaremos 24 horas antes al Ministerio de Trabajo
dónde nos emplazaremos al día siguiente, y si sucede
algún incidente se sabrá que es una provocación del
empresariado que quiere impedirnos el ejercicio de
nuestros derechos. Van a tener que empezar a entender
que es parte de la democracia que los trabajadores
gocen de sus derechos. ¿Con quién creen los
empresarios que es más fácil discutir? ¿Con 170
trabajadores en una asamblea o con dos o tres
dirigentes sindicales representativos de esa asamblea?
No hay dudas al respecto. Es mejor tener un sindicato
bien constituido, con representantes democráticamente
elegidos. Les asegurará más eficiencia en ese local,
un mayor involucramiento porque permitirá que el
trabajador se sienta un engranaje de esa empresa y no
va estar tirando para atrás. Inclusive no me imagino
mejor propaganda para una empresa que poder decir
públicamente que respeta las organizaciones sindicales
y sus trabajadores gozan de sus derechos, y por lo
tanto hay una plena armonía. En un lugar como Uruguay
no habría mejor carta de presentación. Pero por ahora
hacen la opción contraria.
Carlos Amorín
Coedición Brecha / Rel-UITA
19 de
marzo de 2004