La
nueva epidemia de influenza porcina que día a día amenaza
con expandirse a más regiones del mundo, no es un fenómeno
aislado. Es parte de la crisis generalizada, y tiene sus
raíces en el sistema de cría industrial de animales,
dominado por grandes empresas trasnacionales.
En
México, las grandes empresas avícolas y porcícolas han
proliferado ampliamente en las aguas (sucias) del Tratado de
Libre Comercio de América del Norte. Un ejemplo es Granjas
Carroll, en Veracruz, propiedad de Smithfield
Foods, la mayor empresa de cría de cerdos y
procesamiento de productos porcinos en el mundo, con
filiales en Norteamérica, Europa y China.
En su sede de Perote comenzó hace algunas semanas una
virulenta epidemia de enfermedades respiratorias que afectó
a 60 por ciento de la población de La Gloria, hecho
informado por La Jornada
en varias oportunidades, a partir de las denuncias de los
habitantes del lugar. Desde hace años llevan una dura lucha
contra la contaminación de la empresa y han sufrido incluso
represión de las autoridades por sus denuncias. Granjas
Carroll declaró que no está relacionada ni es el origen
de la actual epidemia, alegando que la población tenía una
gripe “común”. Por las dudas, no hicieron análisis para
saber exactamente de qué virus se trataba.
En
contraste, las conclusiones del panel Pew Commission on
Industrial Farm Animal Production (Comisión Pew sobre
producción animal industrial), publicadas en 2008, afirman
que las condiciones de cría y confinamiento de la producción
industrial, sobre todo en cerdos, crean un ambiente perfecto
para la recombinación de virus de distintas cepas. Incluso
mencionan el peligro de recombinación de la gripe aviar y la
porcina y cómo finalmente puede llegar a recombinar en virus
que afecten y sean trasmitidos entre humanos. Mencionan
también que por muchas vías, incluyendo la contaminación de
aguas, puede llegar a localidades lejanas, sin aparente
contacto directo. Un ejemplo del que debemos aprender es el
surgimiento de la gripe aviar. Ver por ejemplo el informe de
GRAIN que ilustra cómo la industria avícola creó la gripe
aviar.
Pero
las respuestas oficiales
ante la crisis actual, además de ser tardías (esperaron que
Estados Unidos anunciara primero el surgimiento del nuevo
virus, perdiendo días valiosos para combatir la epidemia),
parecen ignorar las causas reales y más contundentes.
“La nueva epidemia
no es un fenómeno aislado. Es parte de la crisis
generalizada, y tiene sus raíces en el sistema de cría
industrial de animales, dominado por grandes empresas
trasnacionales”.
Más que
enviar cepas del virus para su secuenciación genómica a
científicos como Craig Venter, que se ha
enriquecido con la privatización de la investigación y sus
resultados (secuenciación que, por cierto, ya fue hecha por
investigadores públicos del Centro de Prevención de
Enfermedades en Atlanta, Estados Unidos), lo que se
necesita es entender que este fenómeno se va a seguir
repitiendo mientras prosigan los criaderos de estas
enfermedades.
Ya en la epidemia, son
también trasnacionales las que más lucran: las empresas
biotecnológicas y farmacéuticas que monopolizan las vacunas
y los antivirales. El gobierno anunció que tenía un millón de dosis de antígenos para
atacar la nueva cepa de influenza porcina, pero nunca
informó a qué costo.
Los únicos antivirales que
aún tienen acción contra el nuevo virus están patentados en
la mayor parte del mundo y son propiedad de dos grandes
empresas farmacéuticas: zanamivir, con nombre comercial
Relenza, comercializado por GlaxoSmithKline, y oseltamivir,
cuya marca comercial es Tamiflu, patentado por Gilead
Sciences, licenciado en forma exclusiva a Roche. Glaxo y
Roche son la segunda y cuarta empresas farmacéuticas a
escala mundial y, al igual que con el resto de sus fármacos,
las epidemias son sus mejores oportunidades de negocio.
Con la
gripe aviar, todas ellas obtuvieron cientos o miles de
millones de dólares de ganancias. Con el anuncio de la nueva
epidemia en México, las acciones de Gilead subieron 3 por
ciento, las de Roche 4 y las de Glaxo 6 por ciento, y esto
es sólo el comienzo.
Otra
empresa que persigue este jugoso negocio es Baxter,
que solicitó muestras del nuevo virus y anunció que podría
tener la vacuna en 13 semanas.
Baxter, otra farmacéutica
global (en el lugar 22), tuvo un “accidente” en su fábrica
en Austria en febrero de este año. Le envió un producto
contra la gripe a Alemania, Eslovenia y la República Checa,
contaminado con virus de gripe aviar. Según la empresa,
“fueron errores humanos y problemas en el proceso”, del cual
no puede dar detalles, “porque tendría que revelar procesos
patentados”.
No sólo
necesitamos enfrentar la epidemia de la influenza: también
la del lucro.
Silvia Ribeiro*
Tomado de La Jornada
30
de abril de 2009
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