El sistema
capitalista de producción sumergió al mundo en una nueva
crisis. La bautizaron epidemia porcina. Es un intento de
culpabilizar a los cerdos que caminan sobre cuatro patas y
no aquellos que lo hacen en dos vistiendo trajes Armani.
El
virus responsable de la actual epidemia está emparentado con
el de la gripe aviar. Y si consideramos que en muchos
criaderos industriales se alimenta a los cerdos con una
mezcla de las "camas" (cáscara de arroz y de otros cereales)
y estiércol de los criaderos de aves, la sospecha se
transforma en alarma. Para que nuestros lectores tengan
acceso a un análisis crítico y fundamentado sobre los
posibles orígenes de esta emergencia, transcribimos el
artículo publicado por GRAIN el pasado 28 de abril.
México
se encuentra sumido en una repetición infernal de la
emergencia de la gripe (o influenza) aviar en Asia,
aunque con un mayor grado de mortalidad. Una vez más, la
respuesta oficial de las autoridades llega demasiado tarde y
plagada de falsedades. Y otra vez más, la industria mundial
de la carne es el centro de la situación y fabrica todo tipo
de desmentidos a medida que se acumula evidencia sobre su
papel en la crisis. Sólo cinco años después del inicio de la
crisis de gripe aviar causada por el virus H5N1 y luego de
otros tantos años de una estrategia mundial contra las
pandemias de influenza coordinada por la organización
Mundial de la salud (OMS) y la Organización Mundial
de la Sanidad Animal (OIE), el mundo está atónito con
el desastre provocado por la gripe porcina. La estrategia
global ha fracasado y debemos reemplazarla con un sistema
público de salud en el que la población pueda confiar.
Lo que sabemos de la situación en México es que
oficialmente han muerto más de 150 personas debido a una
nueva variante de gripe porcina que, en realidad, es un
cóctel genético de los virus de las cepas de influenza
porcina, aviar y humana. El nuevo virus ha evolucionado
hasta convertirse en una forma que se transmite fácilmente
de persona a persona y es capaz de matar gente que hasta el
momento era perfectamente saludable. No sabemos con
exactitud dónde se produjo la evolución y recombinación
genéticas, pero el sitio obvio para buscar su origen está en
los criaderos industriales de México y Estados
Unidos
Los expertos han alertado por años que el aumento de
criaderos industriales en gran escala en América del
Norte ha creado las condiciones perfectas para el
surgimiento y dispersión de nuevas formas de influenza
altamente virulentas. “Debido a que los sistemas de
alimentación tienden a concentrar grandes cantidades de
animales en muy poco espacio, facilitan la rápida
transmisión y mezcla de los virus”, dijeron investigadores
del Instituto Nacional de Salud (NIH) de Estados Unidos
en 2006. Tres años antes, la revista
Science advirtió
que la gripe porcina evolucionaba una vez más en fase rápida
por el aumento en el tamaño de los criaderos industriales y
al uso generalizado de vacunas en estos establecimientos. Se
repite la historia de la gripe aviar. Las condiciones
insalubres y de hacinamiento de los criaderos hacen posible
que con mucha facilidad el virus se recombine y desarrolle
nuevas formas. Una vez que esto ocurre, el carácter
centralizado de la industria garantiza que la enfermedad se
disemine a lo largo y ancho, ya sea por las heces fecales,
el alimento, el agua, o incluso las botas de los
trabajadores. Sin embargo, según los Centros para el Control
y Prevención de Enfermedades de Estados Unidos “no
existe un sistema nacional de monitoreo que determine cuáles
son los virus que prevalecen en la población porcina de
Estados Unidos”. La situación es la misma en México.
Las comunidades en el epicentro
Algo que sí sabemos acerca del brote de gripe o influenza
porcina en México es que la comunidad de La Gloria en
el estado de Veracruz estuvo intentando que las autoridades
respondieran a un brote virulento de una extraña enfermedad
respiratoria que los afectó en los últimos meses. Los
habitantes de La Gloria tienen la certeza que la enfermedad
está relacionada con la contaminación provocada por el gran
criadero de cerdos recientemente instalado por Granjas
Carroll, una subsidiaria de la empresa estadounidense
Smithfield Foods, el mayor productor de cerdos del mundo.
Después de innumerables esfuerzos de la comunidad por lograr
la ayuda de las autoridades —esfuerzos que fueron
respondidos con el arresto de varios líderes comunitarios y
con amenazas de muerte contra quienes hablaran contra las
instalaciones de la empresa Smithfield— a fines de 2008
algunos funcionarios locales de salud decidieron investigar.
Las pruebas revelaron que más del 60 por ciento de la
población de 3 mil personas estaban infectadas con una
enfermedad respiratoria, pero las autoridades no confirmaron
de qué enfermedad se trataba. Smithfield negó cualquier
conexión de la afección con sus instalaciones. Apenas el 27
de abril de 2009, días después que el gobierno federal
mexicano anunciara oficialmente la epidemia de influenza
porcina, la prensa reveló que el primer caso diagnosticado
en el país fue el de un niño de 4 años de la comunidad de La
Gloria, el 2 de abril de 2009. El secretario de Salud de
México dice que la muestra que le tomaron al niño fue la
única de esa comunidad que las autoridades conservaron. Ello
a pesar que una firma privada de evaluación de riesgos
estadounidense, Veratect, había notificado a funcionarios de
la OMS en la región de los brotes de la potente enfermedad
respiratoria en La Gloria desde principios de abril de 2009.
Cuando a la muestra obtenida del niño se le hicieron pruebas
de laboratorio, se confirmó que era influenza porcina.
El 4 de abril de 2009, el periódico mexicano
La Jornada
publicó un artículo sobre la lucha de la comunidad La Gloria
con la foto de un niño en una manifestación sosteniendo una
pancarta con un dibujo de un cerdo y la leyenda: “Peligro,
Granjas Carrolls”.
Sobre las pandemias de gripe en general, sabemos que la
proximidad de criaderos industriales de cerdos y pollos
aumenta los riesgos de recombinación viral y el surgimiento
de nuevas cepas virulentas de gripe. Se sabe, por ejemplo,
que los cerdos criados cerca de las granjas industriales de
pollos en Indonesia tienen altos niveles de infección del
virus H5N1, la variante mortal de la gripe aviar. Los
científicos del Instituto Nacional de Salud de Estados
Unidos han advertido que “el número cada vez mayor de
criaderos de cerdos en las cercanías de criaderos de aves
podría promover aún más la evolución de la próxima
pandemia.”
Aunque no se ha informado mayormente al respecto, en la
región aledaña a la comunidad de La Gloria hay también
muchos otros grandes criaderos de pollos. En septiembre de
2008, hubo un brote de gripe aviar en la región. En ese
momento, las autoridades veterinarias le aseguraron al
público que sólo era un brote local de un tipo de virus poco
patógeno que afectaba a las aves de corral. Pero ahora
sabemos, gracias a la información que brindó el presidente
de la Comisión Ambiental del Estado de Veracruz, Marco
Antonio Núñez López, que también hubo un brote de gripe
aviar en un criadero industrial ubicado a unos 50 kilómetros
de La Gloria, propiedad del mayor productor de aves de
México, Granjas Bachoco, brote que no fue dado a conocer
por temor a lo que podría implicar para las exportaciones
mexicanas. No hay que olvidar que un componente común en el
alimento industrial de cerdos es la gallinaza, una mezcla de
todo lo que se acumula en el piso de los gallineros
industriales: heces fecales, plumas y cama animal.
¿Podría haber una situación más ideal para el surgimiento de
una pandemia de influenza que un área rural pobre, llena de
criaderos industriales propiedad de empresas transnacionales
a los que les importa un bledo el bienestar de la población
local? Los residentes de La Gloria han intentado resistirse
por años al criadero de Smithfield. Y durante meses
intentaron que las autoridades hicieran algo en relación a
la extraña enfermedad que los afecta. Siguen ignorados. Sus
voces no lograron hacer llegar ni una sola señal al radar
del sistema mundial de detección de enfermedades emergentes
de la Organización Mundial de la Salud. Los brotes de gripe
aviar en Veracruz tampoco detonaron una respuesta de la
Organización Mundial de Sanidad Animal. Las noticias
surgieron solamente de fuentes privadas. Y a esto se le
llama monitoreo mundial.
Mañas empresariales
No es la primera ni la última vez que los criaderos
industriales ocultan brotes de enfermedades y ponen en
peligro la vida de la gente. Es la naturaleza de su negocio.
Hace unos dos años en Rumania, Smithfield se negó a que las
autoridades locales entraran a sus criaderos de cerdos luego
que la población local se quejó de la fetidez proveniente de
cientos de cadáveres de puercos que durante días dejaron
pudrir en los criaderos. “Nuestros doctores no pudieron
acceder a las instalaciones de la empresa estadounidense
para efectuar inspecciones de rutina,” dijo Csaba Daroczi,
director adjunto de la Autoridad de Higiene y Veterinaria de
Timisoara. “Cada vez que lo intentaban, los guardias los
alejaban. Smithfield propuso que firmáramos un
acuerdo que nos obligaría a avisarles de cualquier
inspección con tres días de anticipación.” Más tarde se supo
que Smithfield había estado ocultando un brote de
grandes proporciones de fiebre porcina clásica en sus
criaderos en Rumania. En Indonesia, donde la
gente aún muere de gripe aviar y donde muchos especialistas
creen que va a surgir el virus de la próxima pandemia, las
autoridades aún no pueden entrar en algunos grandes
criaderos industriales sin el permiso de las empresas. En
México, las autoridades rechazaron los llamados a
investigar Granjas Carroll y acusaron a los residentes de La
Gloria de diseminar la infección por “usar remedios caseros
en vez de ir a los centros de salud para curarse de la
gripe.”
Los criaderos industriales son bombas de tiempo que pueden
detonar epidemias mundiales. Sin embargo, aún no hay
programas para enfrentarlos, ni siquiera programas
independientes de monitoreo de posibles enfermedades. A
nadie en las alturas parece importarle, y probablemente no
es una coincidencia que estos criaderos tiendan a instalarse
en las comunidades más pobres, las que sufren mucho por
intentar que se sepa la verdad. Peor aún, es ya una
proporción tan grande de nuestra alimentación la que
proviene de este sistema, que la principal tarea de los
sistemas gubernamentales de seguridad alimentaria parece ser
la de aplacar los temores y mantener a la gente comiendo.
Smithfield tiene problemas financieros y apenas la
semana pasada negociaba su venta con COFCO, la mayor
agroindustria china.
Mientras tanto, la industria farmacéutica está lucrando en
grande con la crisis. Por la emergencia, el gobierno de
Estados Unidos abrió un hueco en su sistema de
autorización para permitir que antivirales como Tamiflu y
Relaxin sean utilizados más ampliamente en quienes sufran de
gripe que lo autorizado hasta ahora. Esto es una excelente
noticia para Roche, Gilead y Glaxo
SmithKline, quienes tienen el monopolio de estos
fármacos. Lo más importante, es que las acciones cambiarias
de varios otros productores de vacunas más pequeños subieron
de precio en forma dramática. Novarax está intentando
convencer a los Centros de Control y Prevención de
Enfermedades de Estados Unidos y al gobierno mexicano que
pueden fabricar una vacuna contra la influenza porcina en no
más de 12 semanas si se relajan las reglamentaciones para
efectuar pruebas.
Un cambio radical
Es claro que el sistema global para lidiar con los problemas
de salud provocados por la industria alimentaria
transnacional está totalmente de cabeza. Su sistema de
monitoreo es un fiasco, los servicios de salud pública y de
atención veterinaria situados en el frente de batalla están
en ruinas, la autoridad para impartirlos se puso en manos de
la iniciativa privada, y sus intereses obedecen a la lógica
del status quo. Entretanto, a la gente se le dice que se
mantenga en casa y que cruce los dedos para que funcione el
Tamiflu o para que surja una nueva vacuna a la pueden o no
tener acceso. Ésta no es ya una situación tolerable; se
requieren acciones que nos lleven a un cambio radical, ahora
mismo.
En el caso específico de la influenza porcina en México,
el cambio podría comenzar si se impulsa una meticulosa
investigación independiente sobre los criaderos industriales
de puercos y pollos en Veracruz, por todo el país y en
Estados Unidos. Es necesario que el pueblo de México
conozca la fuente del problema, de tal modo que pueda tomar
las medidas adecuadas para cortar la epidemia desde sus
mismas raíces y se asegure de que no vuelva a ocurrir.
En el nivel internacional, es importante frenar y comenzar a
revertir la expansión de los criaderos industriales. Son
éstos los caldos de cultivo de la pandemia y lo seguirán
siendo mientras existan. Es inútil hacer un llamado a que
haya un viraje total en la estrategia global conducida por
la OMS, puesto que la experiencia con la gripe aviar
demuestra que ni la OMS ni la Organización Mundial de
Sanidad Animal, ni la mayoría de los gobiernos van a asumir
una línea dura contra los criaderos industriales. De nuevo,
es la gente la que tiene que tomar la delantera y protegerse
a sí misma. Por todo el mundo, hay miles de comunidades que
luchan contra las granjas fabriles. Estas comunidades están
al frente de la lucha por la prevención pandémica. Es
necesario que las resistencias locales contra los criaderos
industriales se conviertan en un movimiento mundial para
abolirlos.
Pero el desastre de la influenza porcina en México
tiene que ver también con un problema de salud pública mucho
más grande. Las amenazas a la salud del consumidor que son
inherentes al sistema alimentario industrial, se combinan
con una tendencia global a privatizar por completo el
sistema de atención a la salud, lo que ha destruido la
capacidad de los sistemas públicos de responder a las
crisis. Se combinan también con las políticas que promueven
la migración a las mega-ciudades donde las políticas de
salubridad y de salud pública son patéticas e inadecuadas.
(El brote de influenza porcina golpeó la ciudad de México,
una metrópolis de más de 20 millones de habitantes, justo
cuando el gobierno realizó cortes de agua en muchos barrios
de la ciudad, lo que afecta, sobre todo, a las zonas más
pobres.) El hecho de que la detección de los brotes de la
enfermedad tengan que venir de las firmas privadas de
consultoría, que los gobiernos y las agencias de Naciones
Unidas se queden callados sin hacer nada ante tal
información y el hecho de que tengamos que depender de un
puñado de farmacéuticas para producir remedios no totalmente
probados pero sí patentados a fondo, nos dice que las cosas
fueron ya muy lejos. Requerimos sistemas de salud pública y
de alimentación que de veras tengan un programa que no sólo
responda a los intereses de la gente. Necesitamos sistemas
que rindan cuentas.
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