Con Ricardo Garnero,
de MEPROLSAFE
Cuando un país se piensa en serio,
protege su producción lechera
Nació y vive en la
provincia de Santa Fe, en la localidad Carlos
Pellegrini. Es médico veterinario y presidente de la
Mesa de Productores de Leche de la provincia de
Santa Fe (MEPROLSAFE). Su intervención fue uno de
los momentos más destacados de la Conferencia. Sirel
conversó con Ricardo Garnero, quien explicó lo
esencial de su disertación.
-Usted afirmó en su exposición que los productores
no intervienen en la formación del precio de la
leche. ¿Podría explicarlo?
-Los productores lo que hacemos es simplemente "entregarle"
la leche a las empresas, un concepto bien distinto
del de "vender". "Entrega" en este país quiere decir
que el productor le da a la procesadora 45 días
seguidos su leche y recién después se entera de
cuánto cobrará por ella. No creo que esto ocurra en
muchas otras partes del mundo.
-¿Por qué ocurre esto?
-Porque existe un oligopsonio1 que integran las grandes empresas reunidas sobre todo en el
Centro de la Industria Lechera (CIL) y que
son las formadoras de los precios. Ellas no quieren
modificar esta situación, cosa que venimos
reclamando desde hace ocho años. Con excepción del
actual gobierno, nunca se intervino oficialmente en
el mercado de relación comercial entre productores e
industriales.
El nuevo subsecretario de Lechería,
Arturo Jorge Videla,
que fue productor de leche y conoció en carne propia
lo que nos ocurre a nosotros, elaboró un Plan de
Trabajo que apoyamos. Estamos dialogando con la
presidenta
Cristina Fernández
para que lo considere y nos apoye en su aplicación,
así como en la aprobación de una Ley Nacional de
Lechería que contemple estas particularidades.
No queremos invertir el poder en la relación, esto es, ser
nosotros los poderosos y los industriales los
débiles. Demandamos una institucionalidad que
asegure el equilibrio en la cadena para que la
formación de precios en el país sea resultado de la
interacción entre todos los actores, dependiendo del
destino que las procesadoras le den a la leche,
porque no es lo mismo hacer queso que vender leche
fluida. La renta no es la misma. Hay que armar un
esquema que incluya todas estas variables,
incluyendo a los consumidores.
Nosotros lo hemos hecho, y decimos que
de los 10 mil
millones de litros producidos anualmente en
Argentina, el 20 por ciento va para leche fluida.
Eso tiene determinado precio. El 40 por ciento va
para queso: otro precio. El 5 por ciento para dulce
de leche: otro precio más... y así sucesivamente…
-¿Cómo es eso del oligopsonio?¹
-Es cuando hay pocos compradores de un producto y se ponen de
acuerdo entre ellos, como lo hacen las industrias en
Argentina
para sostener este mecanismo. Sólo se pelean cuando
hay escasez, pero eso ocurre apenas durante un mes
al año. Ahora también han logrado acordar que, antes
de pelearse, se pasan la leche uno al otro para
distribuir la escasez de manera igualitaria y que no
haya "guerra" de precios.
El precio de la leche no lo puede formar la industria de
manera unilateral.
-¿Cómo forma el precio la industria?
-Tiene dos grandes conceptos para hacerlo: en primer lugar,
como recibe la leche durante 45 días sin pagarla,
entre el día 0 y el 45 tiene tiempo de vender el
producto en muchas ocasiones al contado, lo que
significa que recibe sus ingresos antes que
nosotros. A partir de allí distribuye: un poco para
los trabajadores de
ATILRA2,
otro poco para pagar los costos fijos, para los
envases, retira lo que quiere guardar como renta y
lo que queda es para pagar a los productores.
Ése es el precio
de la leche en Argentina. No podemos seguir
produciendo en estos términos.
-¿Cómo enfrentan ustedes esta grave situación?
-Muchas veces asociándonos, tratando de formar grandes
volúmenes para poder negociar. Yo formo parte de un
grupo que produce 35 mil litros diarios. Pero
igualmente seguimos siendo perjudicados. La solución
es que exista una institucionalidad que equilibre
los intereses y las necesidades de todos. Sobre todo
porque también les favorecerá a ellos, que tienen
una fuerte capacidad ociosa que los productores
podríamos cubrir si tuviésemos condiciones estables
y durables de trabajo. No es casual que los países
desarrollados hayan fijado cuotas de producción.
Ningún
país importa leche si puede producirla.
Inclusive
China
tiende al autoabastecimiento. Cualquier
país que se piense seriamente sabe que
los alimentos son estratégicos. Para los
industriales es muy sencillo demandar
más producción: ellos pagan poco y
quieren exportar caro. |
-Usted también habló de la desaparición de miles de
tamberos en muy pocos años…
-Eso se debe a esta situación de los precios, y también
debido a la llamada "revolución agrícola", ya que a
muchos les convino más dejar de producir y arrendar
su campo a los sojeros.
Para
la soja, Argentina es el más eficiente del mundo, tiene los mejores
rendimientos por hectárea.
Nueva Zelanda lo es en la producción de leche, pero ellos no pueden
cultivar soja, maíz o sorgo porque tienen un suelo
muy rocoso. Nosotros tenemos 600 mil kilómetros
cuadrados de la llamada "pampa húmeda" donde podemos
producir lo que se nos ocurra. Pero
una producción
hipereficiente de granos con un 95 por ciento de
exportación contra un negocio como la leche, que es
80 por ciento mercado interno, compitiendo en la
misma pista, tiene un ganador obvio.
Esta es la otra
gran contradicción que tenemos, el uso y tenencia de
la tierra para seguir produciendo leche.
-¿Y eso cómo se resuelve?
-Con una ley de arrendamientos rurales que mediante
instrumentos impositivos favorezca a los dueños de
la tierra que alquilen a los ganaderos y a los
tamberos antes que a los sojeros. Otra forma es que
nos abran fuentes de créditos blandos para que
podamos comprar tierra que ahora arrendamos. Tengo
58 años y desde hace 30 manejo un predio familiar
que antes fue de mi padre: nunca pudimos comprar una
sola hectárea, mientras que los sojeros que están
alrededor han comprado cuanto quisieron.
Hay que proteger esta actividad de alguna manera porque es
estratégica. Ningún país importa leche si puede
producirla. Inclusive
China
tiende al autoabastecimiento. Cualquier país que se
piense seriamente sabe que los alimentos son
estratégicos. Para los industriales es muy sencillo
demandar más producción: ellos pagan poco y quieren
exportar caro.
En el marco de esta Conferencia está previsto que los
visitantes extranjeros viajen al interior, a
Sunchales, una de las más importantes cuencas
lecheras del país. Viajarán 700 kilómetros por
tierra y verán un manto verde casi ininterrumpido
que es la soja. Aquí y allá, si miran bien,
descubrirán edificaciones abandonadas: son los
tambos cerrados.
Pero al llegar a
Sunchales se verá la diferencia porque, casi
milagrosamente, esa cuenca resiste el embate de la
soja.
-Por lo que usted dice, se percibe que hay muchos
puntos en común entre los trabajadores y los
productores...
-Sin duda. El principal punto en común que tenemos con los
muchachos de ATILRA es que ambos somos un
costo para la industria.
-Aunque hay productores que, a su vez, tienen
empleados, y si los productores están mal...
-Esa es una asignatura pendiente para muchos productores. Hay
algunos establecimientos -como el mío- donde los
trabajadores reciben un porcentaje de la producción,
son nuestros socios. La otra asignatura pendiente es
que hay algunos productores que están retrasados en
su nivel de productividad y promedian apenas 5 mil
litros por hectárea. Otros alcanzan entre 12 y 15 mil
litros por hectárea al año. Pero si se llega a un
acuerdo general, también esto tendrá una solución
porque con más rentabilidad se podrá pagar mejor.