El modelo de pesca
actual no es sostenible. Los datos sobre la explotación pesquera de los últimos
años advierten de la necesidad de cambio en esta industria alimentaria. El mar
no es una fuente inagotable de recursos y se empieza a notar. El 52 por ciento
de los recursos globales pesqueros están plenamente explotados, el 16 por ciento
están sobreexplotados y el 7 por ciento, agotados, según datos de la FAO.
El problema de la
sobreexplotación pesquera reside en la inexistencia de pronósticos realistas
durante décadas. Como ejemplo ilustrativo, en 1866,
Thomas Henry Huxley,
biólogo británico y defensor acérrimo de las teorías darwinistas de la
evolución, negó que las capturas pesqueras pudiesen tener un efecto apreciable
sobre la abundancia de especies marinas.
Huxley,
como otros que le sucedieron, descartó el avance tecnológico como factor de
riesgo en la explotación de nuestros mares. Pocos aventuraban que tras aquellos
barcos de vela decimonónicos surgirían enormes buques como los que hoy esquilman
los océanos. Hace más de cien años, la actual situación de las especies marinas
era impensable. En la actualidad, la situación de los mares de hace 150 años
parece irrepetible.
El aumento incontrolado de la
población mundial es responsable, en parte, de este agotamiento de los mares.
El número de capturas de
especies marinas ha crecido con el número de habitantes del planeta. Desde los
años 60, la población mundial ha crecido más del doble, de 3.000 millones a casi
7.000, y esta situación repercute en la explotación de los recursos que tenemos
a nuestro alcance. Si
en los ’60 el número de capturas pesqueras representaba unos 40 millones
de toneladas anuales, esta cifra se ha transformado en 120 millones en la
actualidad.
A diferencia del número de capturas, la población de las
especies marinas no aumenta con el paso de los años. Las poblaciones de peces de
consumo cada vez son menores por la proliferación descontrolada de los
arrastreros modernos. Cada vez hay más barcos y menos peces. Con sentido común,
se puede afirmar que no hay futuro en un modelo en el cual sólo el 20 por ciento
de las especies son explotadas con moderación. Ni hay futuro en un modelo en el
cual un tercio de las capturas son devueltas al mar, en su mayor número muertas.
Los medios de captura son ineficaces porque
aniquilan especies no demandadas y especímenes que no han llegado a su tamaño
adulto. Además, la pesca con pesos, plomadas y redes de fondo puede devastar
hábitats marinos, como ya está ocurriendo en el
Atlántico Norte, y los
caladeros, como el situado frente a las costas del
Sáhara Occidental. El empleo
de la acuicultura, es decir, la cría de especies en piscinas para su consumo,
mejora ligeramente la situación, pero no la soluciona.
El ejemplo más mediático de la sobreexplotación está
protagonizado por el atún rojo. Numerosas organizaciones han denunciado la
“alarmante tendencia” al colapso comercial y ecológico de esta especie
mediterránea y atlántica destinada, en su mayor parte, a la elaboración de
sushi. Se ha demostrado científicamente que si no cambia la situación, el
atún rojo está condenado a la extinción. Sin embargo y ante todo pronóstico, los
Estados presentes en la última reunión de CITES (Convención del Comercio
Internacional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres) rehusaron la
posibilidad de añadir al atún rojo en la lista de especies protegidas.
Japón,
nación importadora del 80 por ciento del atún capturado, ejerció de lobby
y convenció uno a uno a los países firmantes de la convención.
Ante estas decisiones, de poco sirve el conocimiento de la situación.
El atún rojo no es la primera especie propuesta como animal
protegido de capturas. Sin ir más lejos, en el último mes, la anchoa del
Cantábrico ha vuelto a los mercados de todo el mundo después de cinco años de
veda. Ante el peligro de extinción de este preciado pescado, las autoridades
internacionales prohibieron su pesca durante un lustro.
El control de las capturas o la prohibición de pesca de
determinados pescados parece ser el único remedio efectivo para salvar los mares
del agotamiento. Pero si el modelo
pesquero actual no es rediseñado en su totalidad, estas medidas preventivas sólo
serán parches temporales a un problema del que somos responsables.
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