Chile

Pesca y cambio climático

Océanos: un medio cada día
más hostil para los peces

  

Los casi 4.000 pescadores artesanales de todo el golfo de Arauco, en la región del Bío Bío, viven de la sardina, la anchoveta y, en menor medida, del jurel y la jibia. Su desembarque promedio es de 700.000 toneladas anuales. Se generan más de 3.000 empleos indirectos, principalmente en Lota, Talcahuano, Coronel y Tomé, comunas drásticamente afectadas por la cesantía y la pobreza. Pero la sardina y la anchoveta están desapareciendo, al igual que la merluza.

 

En Chile, la pesca artesanal genera unos 70.000 empleos directos y más de 30.000 indirectos. La producción se destina en más de un 90 por ciento a la elaboración de harina y aceite de pescado para alimentar a peces y animales, lo que entraña un gravísimo problema alimentario. Los pescadores artesanales han exigido que las cuotas de sardina y anchoveta les sean entregadas íntegramente a ellos.

 

Recientemente la FAO ha advertido -en un simposio en Roma- que el cambio climático tendrá un fuerte impacto en la pesca y, por ende, en la seguridad alimentaria. Es lo que está pasando ya en las caletas de la V y VIII regiones de Chile. Según la FAO, los efectos “dependerán de la vulnerabilidad y capacidad de adaptación de las comunidades y poblaciones”. Advierten los científicos que las variaciones en la temperatura fruto del cambio climático impactarán cada vez más la pesca y la acuicultura, con importantes consecuencias para la seguridad alimentaria.

 

Según el organismo internacional, “la pesca de captura salvaje es muy diferente a otros sistemas productivos alimentarios en sus vínculos y respuestas al cambio climático, y en las consecuencias sobre la seguridad alimentaria. A diferencia de la mayoría de los animales terrestres, las especies acuáticas empleadas para el consumo humano son poiquilotérmicas, es decir, sus temperaturas corporales varían en función de la temperatura ambiente. Cualquier cambio en la temperatura de su hábitat influye notablemente en su metabolismo, tasa de crecimiento, productividad, reproducción estacional y sensibilidad a enfermedades y toxinas”.

Comunidades y poblaciones que dependen de la pesca verán disminuida su disponibilidad o la calidad de los productos del mar de los que dependen en gran medida

 

Ya hay efectos palpables en la pesca y acuicultura. En el mar, procesos climáticos y eventos meteorológicos extremos han aumentado su frecuencia e intensidad, por ejemplo, El Niño y La Niña en el Pacífico Sur. Según algunos científicos, el actual calentamiento de los océanos continuará, con diferencias geográficas y cierta variabilidad.El calentamiento es más intenso en las aguas superficiales, pero no sólo se limita a éstas. El Atlántico muestra señales claras del calentamiento en aguas profundas”.

 

También se han observado variaciones en la distribución de los caladeros vinculadas al cambio climático, “generalmente involucrando expansiones hacia los polos de las especies de aguas más cálidas y contracciones alrededor de los polos de especies de aguas más frías”. A eso se agregan importantes modificaciones en la salinidad de los océanos. Aumenta la salinidad en las aguas cercanas a la superficie de la mayoría de los océanos, y disminuye en las zonas marinas de latitudes altas producto del aumento de precipitaciones, escorrentía, deshielo y otros fenómenos.

 

“Los océanos se están volviendo más ácidos, con probables consecuencias negativas para muchos arrecifes de coral y organismos relacionados con el calcio. (…) Es probable que el mundo asista a cambios significativos en la producción pesquera en mares y océanos”, dice la FAO.

 

La expansión de la pesquería industrial y el calentamiento global también amenazan al krill antártico, vital para la alimentación y supervivencia de ballenas, focas, peces, pingüinos y aves. Chile es una de las 24 naciones que participa en la Convención para la Conservación de los Recursos Vivos Marinos Antárticos (CCRVMA), como parte del Tratado Antártico. Pero las nuevas tecnologías pesqueras de krill constituyen un gran desafío para la conservación de este recurso. Hay un creciente interés de la industria de la acuicultura por abastecerse de proteínas y aceite animal para expandir aun más la industria de cultivo intensivo de salmones y truchas. Las propiedades alimenticias y nutricéuticas del krill evidencian que la demanda por este pequeño crustáceo aumentará. El calentamiento global ya está afectando a las poblaciones de krill.

Más de 42 millones de personas dependen directamente de la pesca y la acuicultura, la gran mayoría en los llamados países en desarrollo

 

Comunidades y poblaciones que dependen de la pesca verán disminuida su disponibilidad o la calidad de los productos del mar de los que dependen en gran medida. “Las comunidades pesqueras situadas en latitudes altas y aquellas que dependen de sistemas susceptibles al cambio climático -como surgencias o arrecifes de coral-, estarán muy expuestas a los impactos relacionados con el clima. Además, las comunidades pesqueras ubicadas en deltas, atolones de coral y costas dominadas por el hielo serán especialmente vulnerables al ascenso del nivel del mar y otros riesgos relacionados como inundaciones, intrusión salina y erosión costera”, dice la FAO.

 

Aunque concluye que “el impacto de los cambios físicos y biológicos relacionados con el clima en la pesca y en las comunidades que dependen de ella será tan variado como los propios cambios. Es probable que los efectos sean tanto positivos como negativos, y dependerán de las circunstancias locales y la vulnerabilidad y capacidad de adaptación de las comunidades afectadas” advierte.

 

Más de 42 millones de personas dependen directamente de la pesca y la acuicultura, la gran mayoría en los llamados países en desarrollo. Si a esas cifras se agregan quienes trabajan en industrias asociadas, el sector hace subsistir a cientos de millones de personas, a los que habría que agregar la población que consume los productos del mar por su elevada calidad nutricional. Los productos del mar representan más de un 20 por ciento del consumo medio per cápita de proteínas animales de más de 2.800 millones de personas en los países en desarrollo. Las políticas pesqueras y la depredación industrial, además del cambio climático pueden alterar dramáticamente estas cifras.

En Santiago, Arnaldo Pérez Guerra

Rel-UITA

22 de julio de 2008

Fuentes:  FAO, Servicio Nacional de Pesca (Sernapesca), Instituto de Fomento Pesquero (IFOP) y Asociación Gremial de Pescadores de Lo Rojas de Coronel.

Fotos: Arnaldo Pérez Guerra

 

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