Chile

Reivindicaciones de los
trabajadores del salmón

 
En la comuna de Quemchi, ubicada en el noreste de la isla de Chiloé se acaba de celebrar la primera reunión de la directiva de la Confederación Nacional de Trabajadores del Salmón (Conatrasal) en la cual participaron alrededor de 30 dirigentes de los sindicatos de base

 

Javier Ugarte, presidente de Conatrasal, manifestó a Sirel que en la reunión, entre otros temas, se abordaron aquellos que el gobierno tiene pendientes con los trabajadores, como lo es la instalación de un Tribunal laboral en Chiloé, aspiración planteada en su oportunidad al ministro del Trabajo Osvaldo Andrade.

 

En lo que tiene que ver con la participación de la Confederación en las mesas de trabajo del sector salmonero, como la de Mutuales, Género y Trabajo, Capacitación y Relaciones Laborales, se acordó dar un plazo hasta el próximo mes de noviembre para ver los resultados concretos y, sobre todo, que la gestión de la Asociación de la Industria del Salmón (SalmonChile) se vea reflejada en sus empresas afiliadas.

 

Para Ugarte es preocupante el tema de las empresas que no están en SalmonChile, ya que a su juicio es difícil que esta pueda presionar a empresas  que no son sus afiliadas respecto a las malas prácticas laborales existentes, generalmente provocadas por subcontratistas. En consecuencia, la Confederación está reclamando una fuerte fiscalización por parte de la Dirección del Trabajo y un incremento en el valor de  las multas.

 

Otro de los temas sensibles abordado fue el de la normativa de puerto cerrado y suspensión de faenas en los centros de cultivos, que no son respetadas por todas las empresas de la Industria salmonera y de la miticultura cuando las condiciones climáticas son adversas. Resolviéndose que la Confederación permanecerá alerta y denunciando las irregularidades  que se cometan, “para que de una vez por todas se cumpla con la ley de cierres de puertos, ya que no queremos más trabajadores muertos en la industria a raíz de esta situación”. En este sentido Ugarte informó sobre la constitución de una mesa de trabajo con la Armada y su confianza en que se obtendrán buenos resultados.

 

 

 

 

La industria salmonera en Chile

 

El salmón disputa con el concentrado de molibdeno (un subproducto del cobre)  el segundo lugar -el primero lo ocupa el cobre- en las exportaciones de Chile. Las exportaciones de salmón durante 2006 aumentaron en términos de valor con una tasa de crecimiento del 49 por ciento, superando los 2.200 millones de dólares, los principales mercados fueron Japón, EE.UU. y la UE. En sólo 20 años Chile se convirtió en el segundo productor mundial de salmón cultivado -el primero es Noruega- con cosechas que superan las 600 mil toneladas al año. Se estima que actualmente Chile produce dos de cada cinco salmones que se consumen en el mundo y que la mano de obra ocupada por este sector se encuentra en el entorno de las 40 mil personas.

 

La otra cara de la Industria son los altos costos ambientales y sociales. Entre los primeros se destaca la relación entre el salmón y los peces pelágicos con los que se elabora su alimento. La relación difiere según las fuentes y va desde 5 a 9 kilos de pescado por cada kilo de salmón -ahora están experimentando alimentar a los salmones con un producto a base de porotos (frijoles) lupines. Si la relación alimento/salmón permanece igual y consideramos que la industria espera duplicar su producción para 2013, ese año se necesitarían cerca de 12 millones de toneladas de peces para alimentar a 1,2 millones de toneladas de salmones, que de esta forma competirían con la alimentación humana, dado que las zonas pesqueras del Pacífico Sur se destinarían casi exclusivamente a alimentar los salmones. Tal cantidad de alimento produce, lógicamente, una cantidad equivalente de excrementos y los de los peces cultivados en la X Región equivalen actualmente a los desechos de una población de siete millones de habitantes como Santiago. Las heces y los restos del alimento se depositan en el fondo de los lagos donde  los salmones inician su vida para luego ser trasladados al mar y la descarga de estos nutrientes (fósforo y nitrógeno) en las aguas puras de los lagos oligotróficos (no suficientemente nutridos) favorece el desarrollo de algas que pueden desoxigenar las aguas. Estudios realizados en 2001 indicaron que del alimento suministrado a los salmones, solamente el 20 o 25 por ciento es asimilado por éstos, mientras que el resto queda en el ambiente de una forma u otra. Finalmente, la industria genera una enorme cantidad de desechos en el proceso de faena que generalmente termina en los cursos de agua.

 

Además, la Industria ha sido acusada de utilizar antibióticos en abundancia, contribuyendo a  acelerar la resistencia de las bacterias a estos medicamentos. También utiliza el verde malaquita, un funguicida extremamente peligroso para la salud; pintura antifouling que produce graves daños a la fauna y colorantes destinados a teñir la carne de los salmones (que no es rosada) según la preferencia de los consumidores. Las jaulas, instaladas en la cercanía de la costa -cuando no se utilizan depositadas en la arena- provocan una contaminación visual que perjudica la explotación del turismo, en el pasado un ingreso muy importante para la X Región.

 

Por su parte las consecuencias sociales son diversas y graves. Aproximadamente un quinto de la población de Chiloé trabaja como mano de obra asalariada ligada de alguna forma a las salmoneras. La mayor parte de estos trabajadores y trabajadoras no supera los 45 años. Estas personas provienen de una cultura de autosubsistencia (especialmente pequeños campesinos) por lo tanto carecen de una cultura proletaria, dado que la mayoría, al igual que su familia, nunca trabajó en forma asalariada. También aparecieron nuevos sectores, como los empresarios del salmón, los gerentes, los administradores y técnicos y sus familias que modificaron las costumbres existentes en la isla.

 

En 2006 el salario promedio en la Industria salmonera se encontraba en el entorno de los $ 200 mil (US$ 380). Según datos oficiales, en la X Región, donde se concentra más del 80 por ciento de la producción salmonera, cuando comenzó el boom de la salmonicultura en 1990 era la séptima región más pobre y en 2003 la sexta más pobre. Es decir que en 13 años, la región se volvió, en términos relativos, más pobre. Existen otros datos que ilustran esta situación, por ejemplo, los manejados por el diputado socialista Fidel Espinoza, quien asegura que en 2006, por cada 100 dólares que se exportaron de salmón 4 fueron destinados al pago de salarios, 50 fueron las ganancias netas y 46 estuvieron destinados a la alimentación de los peces, mantenimiento y otros gastos.

 

En gran medida la situación anteriormente mencionada obedece a la existencia de un alto porcentaje de trabajadores subcontratados. Según datos de 2006 suministrados por la Dirección General del Trabajo, alrededor del 60 por ciento de la mano de obra en esta industria proviene de empresas subcontratistas y algunas salmoneras cuentan con hasta 40 prestadoras de servicio tanto de buceo como de planta. No es de extrañar entonces que durante el primer semestre de 2006 la tasa de infracciones laborales en el sector fuera de 80 por ciento.

 

A lo anterior se le suman las condiciones laborales, causantes de enfermedades ocupacionales y problemas de carácter social. El trabajo de las mujeres generalmente se realiza de pie y en jornadas que exceden las ocho horas. Como el salario está ligado a un bono de productividad, las trabajadoras se esfuerzan hasta el punto de evitar ir al baño, lo cual les provoca una serie de enfermedades. Todo el proceso se realiza en un ambiente frío (alrededor de 7º C) húmedo y con el piso mojado y la forma de trabajo es causante de lesiones por esfuerzos repetitivos (LER). No es de extrañar entonces que la X Región se destaque por la alta tasa de dependencia del alcohol en las mujeres (8,3 por ciento) casi el doble del promedio nacional (5 por ciento) y superior a cualquier otra región.

 

Como corresponde al modelo de acumulación capitalista preponderante en Chile, se está produciendo una gran concentración de capital en la industria salmonera. En 1994 existían 100 empresas, diez años más tarde eran solamente 50 y en alrededor de 15 de ellas figuran los mismos dueños. Cinco empresas concentraron la mitad de las exportaciones de salmón y trucha registradas en 2006, se tratan de Marine Harvest, AquaChile, Mainstream, Pesquera Camanchaca y Salmones Multiexport.

 

Marine Harvest lidera las exportaciones (300 millones de dólares) con una participación de 15 por ciento del total. En realidad su presencia fue mayor en virtud de su fusión con Fjord Seafood, propiedad del magnate noruego Jhon Fredriksen, que inició su fortuna transportando petróleo del Golfo en unos viejos  barcos cuando nadie quería hacerlo. Según los datos que poseemos, la empresa emplea, entre centros de cultivo y plantas de proceso, a 2.800 personas, con un salario promedio para los operarios de $ 320 mil (US$ 609). En 2006 en esta empresa existían siete sindicatos y dos convenios colectivos.

 

El tercer puesto lo ocupó Mainstream Chile S.A., filial de Cermaq, donde el Estado noruego participa como socio capitalista, con 9,3 por ciento de participación. Esta empresa ocupa unos 2.300 trabajadores, con un sueldo promedio para los operarios de $ 280 mil (US$ 533).

 

Como es característico en Chile, en la misma proporción que los  capitalistas se concentran fusionando empresas, los trabajadores se dispersan en diversas organizaciones. En la Industria del salmón hemos contabilizado tres federaciones con asiento en Puerto Montt y cuatro en la isla de Chiloé, así como sindicatos diversos en la XI y XII regiones, a lo que se suma la citada Confederación Nacional de Trabajadores del Salmón (Conatrasal). No obstante, la tasa de sindicalización en la Industria salmonera según los últimos informes de la Dirección del Trabajo llega al 20 por ciento, bastante superior a la media nacional que es del 11 por ciento. También debemos destacar que según la ley, los únicos que legalmente pueden negociar colectivamente son los sindicatos de empresa y, según el Código de Trabajo, solamente para sus afiliados. De manera que si bien las federaciones y confederaciones representan un loable esfuerzo unitario, el que estén impedidas de negociar lleva a que los trabajadores no las perciban como herramientas capaces de satisfacer sus necesidades inmediatas.

 

Con ese panorama, los convenios colectivos dejan mucho que desear. El de Marine Harvest de Quemchi (Chiloé) es de uno de los mejores y no es casualidad, dado que en esa planta casi el 100 por ciento del personal está sindicalizado. De todas formas tiene algunas cláusulas curiosas. Por ejemplo la ayuda por siniestro (incendio u otro cataclismo que afecte la casa del trabajador o accidente invalidante en cónyuge o hijos reconocidos como cargas) donde la empresa se compromete a entregar una suma de dinero igual a la que los compañeros de trabajo reúnan en una colecta. También llama la atención la cláusula sobre la “Fiesta de Navidad”, que ofrecerá la empresa “siempre que esté en condiciones de hacerlo y siempre que se asegure una buena integración a la empresa, del trabajador y su familia”. Como señalamos anteriormente, complementan el salario cuatro bonos: vacaciones, escolaridad, producción y colación; a los que se suman dos aguinaldos (fiestas patrias y Navidad). En otros casos los convenios colectivos se parecen mucho a un reglamento interno donde se enumeran las obligaciones de los trabajadores. Para corregir esta situación es necesario modificar la legislación vigente y para ello se necesitan organizaciones sindicales fuertes. Este es el círculo vicioso en el que hoy se debate el movimiento sindical chileno y al que los trabajadores salmoneros no son ajenos.

 

En Montevideo, Enildo Iglesias

© Rel-UITA

30 de julio de, 2007

Enildo Iglesias

 

 

 

 

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