Ayer a los 90 años dejó de
existir José D'Elia, una de esas figuras consulares de
nuestra historia contemporánea que fue, además, un
indiscutible referente ético que siempre se deberá tener en
cuenta.
Había nacido en Treinta y Tres el 21 de junio de 1916,
participando desde muy joven en diversas organizaciones
sindicales, encabezándolas en las luchas reivindicativas
que las mismas protagonizaron.
También tuvo un activa participación militante a favor de la
República española y contra el nazismo, ocupando en 1942 la
pro-secretaría de la recién creada UGT, en representación
de la Federación de Empleados del Comercio y la Industria (FUECI).
Entre 1966 y 1993 presidió la Convención Nacional de
Trabajadores (CNT), central obrera denominada PIT-CNT tras
la dictadura, durante la cual D'Elia siguió actuando de
manera clandestina. Desde 1993 ocupó la presidencia
honoraria de la central obrera.
En 1984 fue candidato a la vicepresidencia de la República
por el Frente Amplio en la fórmula encabezada por el doctor
Juan José Crottogini. Entre 2000 y 2003 integró la Comisión
para la Paz, creada para investigar el paradero de los
detenidos desaparecidos durante la dictadura militar, en
representación de la central sindical.
En febrero de 2005 la
Universidad de la República lo nombró Doctor Honoris Causa.
Hasta aquí la fría letra de una biografía reseñada de manera
casi telegráfica, porque D'Elia fue todo eso y mucho más
que todo lo que representó por los cargos que ocupó.
Fue un hombre de bien, un dirigente sindical preocupado día
a día por el destino de los uruguayos, duro con los
enemigos de los trabajadores pero comprensivo y solidario
con quienes, en la lucha diaria, trataban de llevar
adelante sus reivindicaciones a través de sus organizaciones
clasistas.
Pepe, como le decían sus amigos, fue un hombre excepcional,
repleto de humanidad, solidario como pocos y permanente
luchador en la causa de los pueblos. De vida austera, supo
mantener siempre en alto la línea de la verdad y la
justicia, por lo cual su candidatura a la Comisión para la
Paz en representación de la central obrera fue
indiscutible.
Ayer nos dejó un hombre íntegro, un gran hombre.
Quizá, como quería el Che, un ejemplo de hombre nuevo.
La República
30 de enero de 2007
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