Decenas de organizaciones marcharon por
tercera vez en San Pedro Sula para
reclamar a la empresa privada el respeto
al decreto presidencial que elevó el
salario mínimo de un 60 por ciento y
para llevar su apoyo incondicional a la
lucha de los trabajadores del STIBYS. El
día siguiente se reunieron en la capital
Tegucigalpa para analizar el contexto
actual y buscar una plataforma común
frente a los comicios del próximo mes de
noviembre.
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Carlos Amaya |
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José Luis Baquedano |
Frente a la ofensiva del Consejo
Hondureño de la Empresa Privada (COHEP)
que sigue impulsando una política de
rechazo al aumento dictado por el
presidente Manuel Zelaya, el
Bloque Popular (BP), la
Coordinadora Nacional de Resistencia
Popular (CNRP), las principales
centrales sindicales del país y otras
decenas de organizaciones sociales han
decidido seguir con sus movilizaciones,
hasta lograr el cumplimiento del decreto
y el rechazo por parte de la Corte
Suprema de Justicia (CSJ) de los
más de 200 recursos de amparo
presentados por los empresarios.
Frente a una impresionante afluencia de
gente que rebasó la capacidad de los
locales del edificio del STIBYS
en la capital hondureña, Carlos Amaya,
representante de la CNRP, analizó
el contexto político y económico que
vive el país.
“Hoy Honduras atraviesa un
momento particularmente dramático,
signado por el fin de todo un modelo de
acumulación capitalista que sirvió por
más de cien años: la famosa república
bananera, donde todo lo que ocurría en
el país estaba dictado por los intereses
de las compañías bananeras y por los
políticos liberales y nacionalistas que
les servían a estos intereses.
La burguesía hondureña –continuó
Amaya– no encuentra un nuevo modelo
que permita desarrollar nuestro país y
allí están las cifras: más de un millón
de hondureños tuvieron que irse del país
por el desastre de una política
económica y social de la clase
dominante. La falta de un modelo por
parte de la burguesía provocó el colapso
del Estado y tenemos niveles de
corrupción jamás vistos antes.
Los campesinos luchando por un pedazo de
tierra han sido asesinados, encarcelados
y perseguidos sin encontrar el respaldo
de ninguna institución”.
En este contexto dramático se enmarca la
lucha por el salario mínimo.
“Los empresarios en estos días están
utilizando miles de mecanismos para no
pagar a los trabajadores el salario
mínimo, que de todas formas sería solo
una mínima parte de lo que
históricamente les han robado a la clase
trabajadora, que está siendo amenazada
con despidos masivos”, concluyó el
representante de la Coordinadora
Nacional de Resistencia Popular.
El papel de los movimientos sociales
Frente a esta realidad, los movimientos
sociales que aglutinan a un sinnúmero de
organizaciones populares se han venido
levantando para exigir sus
reivindicaciones, construyendo espacios
unitarios.
Como comentó a Sirel el fiscal y
asesor legal de la Confederación
Unitaria de los Trabajadores de Honduras
(CUTH), José Luis Baquedano,
“En estos últimos meses hemos marchado
tres veces para pedir el respeto al
decreto presidencial 374-08 y también
hemos presentado un documento a la Corte
Suprema de Justicia, en el cual
desvirtuamos todos los argumentos que
plantea la empresa privada en cuanto a
la supuesta violación de garantías
constitucionales. Nos reunimos también
con los magistrados de este poder del
Estado para plantearles nuestro punto de
vista y exigiéndoles, al mismo tiempo,
que emitieran un fallo apegado a derecho
respetando los derechos adquiridos por
los trabajadores”, manifestó
Baquedano.
Según datos de la CUTH, el 65 por
ciento de las grandes empresas ya
estarían pagando el nuevo salario
mínimo, mientras entre las empresas
medianas y pequeñas ese porcentaje baja
sensiblemente, alcanzado solo el 30 por
ciento.
Una maniobra que están usando los
empresarios para burlar el decreto
presidencial es atemorizar a los
trabajadores para que acepten negociar a
nivel interno el nuevo salario, lo cual
es violatorio del artículo 3 del Código
del Trabajo.
“Es algo que, además de ser ilegal, es
también vergonzoso, ya que pese al
aumento el salario no llega a cubrir ni
el cien por ciento de la canasta básica
y esto no permite a la gente
desarrollarse dignamente. Frente a esta
situación hemos logrado alcanzar una
unidad granítica entre todos los
sectores y organizaciones populares y
ese derecho no lo vamos a perder y lo
vamos a defender tanto por la vía
jurídica como en las calles”, aseveró
Baquedano.
Pese a las dificultades, el Ministerio
de Trabajo comenzó ya una serie de
inspecciones para averiguar si las
empresas están pagando el nuevo salario
y se está esperando que la CSJ se
pronuncie de manera definitiva sobre los
recursos que presentaron los
empresarios.
Salomón Batres,
subdirector general de Trabajo, aseguró
a Sirel que “lamentablemente la
Inspectoría del Trabajo no cuenta con el
personal suficiente para monitorear el
cumplimento del decreto presidencial por
parte de las empresas. Hacemos lo que
podemos –continuó Batres– aunque
el gobierno de Honduras tiene
como objetivo aumentar el número de
inspectores, para poder ampliar la
cobertura sobre todo en las regiones
menos pobladas. Ya este año el
presidente Zelaya hizo una
asignación presupuestaria extraordinaria
a la Secretaría de Trabajo, dedicada a
las inspecciones para mejorar los
salarios y extender nuestras labores a
nivel nacional”.
Según Batres ya se detectaron
varias empresas que han violado el
decreto y si no rectifican su actitud
van a ser sancionadas. Sin embargo, los
movimientos sociales piden que las
multas sean elevadas, ya que hasta el
momento se trata de cantidades que
rondan los 50 dólares, lo cual resulta
insignificante para las empresas y al
mismo tiempo, una burla para los
trabajadores.
“La empresa privada está tratando de
romper el orden legal y ha caído en
desacato y esta situación es el reflejo
de la actitud de una clase empresarial
que está acostumbrada a pisotear los
derechos de los trabajadores.
El caso de SABMiller es un claro ejemplo
de ello. Esa empresa –aclaró el líder
sindical de la CUTH– ha venido
violentando sistemáticamente el convenio
colectivo y los derechos de los
trabajadores, utilizando también el
mecanismo de la tercerización para no
asumir las responsabilidades que tiene
en cuanto a la seguridad social y las
prestaciones.
En los días pasados el STIBYS lo
que hizo fue simplemente tomar acciones
a fin de garantizar que los derechos no
se siguieran violentando. Juntos con
otras organizaciones sindicales y
populares, la CUTH ha apoyado al
STIBYS y lo vamos a seguir
haciendo hasta que la empresa deponga
sus actitudes antiobreras”, concluyó
Baquedano.