Estados Unidos
Tras la ruptura, la AFL-CIO condena políticas neoliberales,
migratorias y la guerra
Las nuevas iniciativas de la central obrera, "insuficientes
y tardías", aseguran disidentes
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La herida de la ruptura dentro de la central obrera estadunidense será curada o abierta aún más en las calles y
batallas de la cotidiana lucha laboral en este país. El
éxodo de 3.2 millones de miembros que representan los dos
sindicatos que ayer rompieron con la central (y se espera
que ese número podría crecer un millón más si se desafilian
por lo menos otros dos y tal vez hasta cinco sindicatos),
también implica que la AFL-CIO ya no recibirá sus
contribuciones de 10 millones de dólares anuales por el
gremio de trabajadores de servicios (SEIU) y los Teamsters
(y si se despiden los demás, implicaría perder hasta un
tercio de su presupuesto anual de unos 120 millones de
dólares).
Pero el costo real se manifestará a nivel local y estatal,
donde las centrales laborales locales y las federaciones
estatales, entidades encargadas de implementar y promover
todas las decisiones y estrategias políticas, sociales y
sindicales de la AFL-CIO y sus afiliados, enfrentarán ahora
el potencial desastre de la ruptura. Esto afectará todo,
desde las operaciones político-electorales, la negociación
con autoridades locales y estatales, hasta las campañas de
sindicalización y defensa de los trabajadores.
Por ahora, nadie sabe cómo se manifestará esta ruptura de la
cúpula nacional en las estructurales locales y estatales de
la central obrera. La constitución de la AFL-CIO prohíbe la
participación de sindicatos no afiliados en sus instancias
locales, estatales y regionales, pero eso implicaría el
suicidio de muchas de éstas, ya que los sindicatos
"disidentes" están entre los que proporcionan una gran
medida del liderazgo, bases y recursos.
Y eso fue el centro del debate de la convención cuadrienal
de la AFL-CIO durante el segundo de cuatro días de sesiones.
Uno tras otro dirigente de las centrales laborales locales
tomó el micrófono para advertir al consejo ejecutivo de la
AFL-CIO que si no hay suficientes recursos dedicados a su
trabajo, toda decisión de la cúpula sería inútil.
"Necesitamos un plan de transición para asegurar el éxito de
las centrales laborales locales y las federaciones
estatales" después de la ruptura anunciada esta semana,
advirtió a la convención Larry Cohen, vicepresidente de los
trabajadores de la comunicación CWA. Bridgette Williams,
presidenta de la central laboral de Kansas City declaró:
"nosotros sabemos dónde están las batallas, somos los que
elegimos a políticos, los que establecemos las relaciones
con líderes comunitarios. Implementamos los programas
aprobados aquí. Somos familia, tal vez una familia
disfuncional dado lo ocurrido aquí esta semana, pero
familia". Otro dirigente local advirtió al liderazgo
nacional que "el trabajo sindical no se hace de arriba hacia
abajo, sino desde abajo". Con ello, hubo compromisos para
otorgar mayor apoyo a las entidades laborales locales.
Las bases, ausentes en la disputa
Pero en esta disputa es precisamente lo que está ausente:
los de abajo, las bases sindicales. En diversas entrevistas
con sindicalistas de ambos bandos, casi todos reconocieron
que no hubo consulta real con las bases sindicales sobre el
diferendo. Los dirigentes evadieron la pregunta, a pesar de
repetir incansablemente grandes elogios al trabajador, su
sufrimiento a manos de las políticas de George W. Bush y de
esa fuerza de la naturaleza llamada "globalización", y eso
que se llama "democracia". "No te responden porque no hubo
ninguna consulta, ningún debate entre las filas de los
sindicatos", dijo una funcionaria nacional del AFL-CIO. "No
hubo ningún debate entre las bases", confirmó el experto
laboral Harley Shaiken. Así, todo indica que esta gran
batalla histórica dentro de la "casa del trabajador" fue
entre las cúpulas laborales.
Nadie niega que el sindicalismo estadunidense está en
crisis, tal vez en su peor momento en casi un siglo,
ni que se necesitan implementar estrategias ambiciosas
y radicales para resucitarlo, y muchos expresaron que
una de sus grandes desilusiones fue que este debate
sobre cómo enfrentar la crisis no se produjo dentro de
esta convención.
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Nadie niega que el sindicalismo estadunidense está en
crisis, tal vez en su peor momento en casi un siglo, ni que
se necesitan implementar estrategias ambiciosas y radicales
para resucitarlo, y muchos expresaron que una de sus grandes
desilusiones fue que este debate sobre cómo enfrentar la
crisis no se produjo dentro de esta convención. Así, muchos
veteranos sindicalistas -de ambos lados- señalan que se
trató más de una batalla de egos y ambiciones, de liderazgo
pobre, de ambas partes. Y es que es difícil definir, a fin
de cuentas, cuáles fueron las grandes diferencias a nivel de
principios y propuestas.
Entre las iniciativas adoptadas hoy, como parte de lo que
fue calificado de "cambios históricos para construir el
poder de los trabajadores, los cambios más grandes que hemos
hecho desde que nos fundamos hace 50 años" por el secretario
tesorero de la central Richard Trumka, la AFL-CIO
establecerá un fondo de 22.5 millones para campañas de
sindicalización, un esfuerzo para establecer una red
sindical de acción política permanente, y no sólo en ciclos
electorales, así como nuevas estrategias para coordinar
campañas sindicales. También se aprobaron resoluciones
contra las políticas neoliberales implementadas en este
país, otra por una reforma migratoria amplia, y otra más
para una mayor coordinación entre sindicatos a fin de
enfocarse en esfuerzos de sindicalización y acción común en
ramas industriales, como el fortalecimiento de las entidades
laborales locales. Mucho de esto es casi idéntico, con
algunas diferencias en énfasis, a las demandas del grupo de
siete sindicatos (incluyendo a los dos que acaban de romper)
"disidentes" agrupados en la Coalición por el Cambio para
Ganar, quienes hoy sólo se limitaron a decir que esta serie
de iniciativas "no era suficiente" y que llegaban "demasiado
tarde".
Pero nada de esto podrá funcionar sin que sea aceptado y
realizado por las filas sindicales, y ahí las dos cúpulas
enfrentarán tal vez su mayor desafío: sus propias bases. La
animosidad que ahora cunde entre los dirigentes de ambos
lados no necesariamente tiene un espejo abajo, y ahí es
donde podría surgir una respuesta que provoque problemas
para ambos grupos de cúpula. "Cuando los elefantes se
pelean, los ratones son aplastados", dice Bill Henning,
veterano sindicalista y ahora vicepresidente de la sección
1180 de los trabajadores de comunicación CWA en Nueva York,
recordando el dicho africano. En entrevista con La Jornada
indica: "Hay que recordar que en verdad hay una guerra real
contra el terrorismo en este país, el terrorismo de los
patrones para detener a los trabajadores a formar y sumarse
a los sindicatos, ese es el debate real entre las bases".
Agregó que "este debate no se puede quedar sólo en
declaraciones de las posiciones de cada lado sin intentar
ganar las mentes y corazones de las bases. Lo que me da
esperanza es que cada día hay ejemplos de gente buena que se
une en torno a sus intereses comunes... y hay que ampliar y
afirmar estos esfuerzos, no en las cúpulas, sino abajo, en
los lugares de trabajo".
Ayer el reverendo Jesse Jackson habló ante esta convención,
señalando que "nos reunimos en este tiempo de turbulencia y
tensión... Hoy nos reunimos bajo una presión intensa y un
debate caliente... Pero bajo la presión sobre los
trabajadores, ustedes tienen que debatir, tienen que
cambiar. Pero deben lograr mantenerse unidos aun cuando
tengan diferencias... Tenemos que aprender cómo luchar
internamente, pero externamente juntarnos contra aquellos
que buscan destruir a ambos lados". Jackson exhortó a un
frente común contra las políticas de odio, contra la guerra
en Irak, contra la explotación, y las políticas de
injusticia económica y social "y no permitir que los
inmigrantes mexicanos sean usados como peones y los negros
como chivos expiatorios. Tenemos que volver hacia nosotros,
no volvernos en contra de nosotros". Advirtió que "nuestro
futuro no es con ninguno de los dos partidos, sino crear
suficiente acción popular legítima donde ambos (partidos)
nos tienen que seguir".
El movimiento sindical estadunidense, con sus marcadas
excepciones y graves problemas, es uno de los pocos lugares
en este país donde eso no es sólo retórica: negros, latinos,
asiáticos, blancos, judíos, musulmanes, católicos,
inmigrantes de todo el mundo y anglosajones están presentes
y se abrazan y se dicen hermano y hermana. El movimiento
sindical estadunidense -en sus mejores momentos- ha sido un
eje progresista en este país a lo largo de su historia.
Cuando se escapa de su propia burocracia y de sus elementos
conservadores, es ejemplo vivo y concreto de ese concepto
demasiadas veces tan ajeno y abstracto: la solidaridad
humana.
Ahora esta historia está a prueba. Ahora ya se sabe qué
opinan los dirigentes. Se espera la respuesta de los que
construyeron este movimiento y que le da vida, los
trabajadores en cuyo nombre tanto se habló.
David Brooks
La Jornada
27 de
julio de 2005
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