Argentina

 

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Indeseable Wal-Mart

 

La localidad argentina de Bariloche se convirtió en la primera en América del Sur en rechazar la instalación de un supermercado de la cadena trasnacional estadounidense Wal-Mart.

 

No le fue fácil al Concejo Deliberante de San Carlos de Bariloche decirle no al gigante del supermercadismo mundial. En los meses, semanas y días anteriores a la resolución, que se produjo el 29 de mayo, ejecutivos locales y regionales de Wal-Mart llegaron a la ciudad prometiendo el oro y el moro (empleos, crecimiento, prosperidad…). Las presiones fueron muchas y fuertes, denunció el presidente de ese organismo comunal, Darío Barriga.

 

Pero los concejales resistieron e inclinaron la balanza del lado de los agoreros -así los presentaba Wal-Mart- que decían que los puestos de trabajo que la sucursal del supermercado Chango Más generaría serían menos numerosos (siete veces menos, llegó a pronosticar el Sindicato de Comercio local), y de peor calidad que los que destruiría.

 

La Cámara de Comercio, Industria y Turismo de la ciudad, que tiempo antes había apoyado la instalación de la sucursal, modificó su postura cuando tomó conocimiento de las consecuencias que sufrirían los pequeños comercios afectados por la competencia de la transnacional, señala un comunicado del Cuerpo de Delegados de Wal-Mart de la localidad de Avellaneda, una de las pocas organizaciones gremiales independientes que ha logrado prosperar al interior de la trasnacional en Argentina.

 

Los sindicatos locales se encargaron a su vez de difundir las pésimas condiciones de trabajo que padece el grueso de los empleados de Wal-Mart y la larga tradición de represión sindical de la trasnacional, no sólo en Argentina sino a nivel mundial. 

 

Aun si el supermercado de Bariloche no iba a estar entre los mayores de la trasnacional en Argentina, la decisión del Concejo de la ciudad representa un revés importante para Wal-Mart, que basa sus millonarias campañas de publicidad en los “beneficios sustanciosos que para las comunidades locales representan las filiales de nuestra firma, por los precios bajos que practican y los empleos que crean”.

 

En agosto de 2008, una delegación de altos ejecutivos internacionales y nacionales del número uno del supermercadismo mundial comunicó a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner los planes de la compañía para ampliar su presencia en Argentina. Los empresarios anunciaron que en 2009 invertirían unos 130 millones de dólares para montar 15 nuevos locales comerciales en los que trabajarían unas 2.000 personas, sumándose a los 24 con que cuenta actualmente y que emplean a 8.600 operarios en forma directa.

 

Desde que desembarcó en el país en 1995 Wal-Mart ha realizado grandes campañas de promoción en las que, como en el resto del mundo, pone el acento en las “bondades” de su modelo de gestión, en particular su política de precios bajos, que “estimula el consumo y el acceso de los sectores más desfavorecidos a productos que les estaban vedados” y la generación masiva de empleos, según dijo uno de sus más altos ejecutivos en Argentina.

 

“Lo que no dicen los empresarios es cómo se llega a la formación de esos precios, a través de una política que conduce invariablemente a la eliminación del entramado social que representa, sobre todo en las pequeñas o medianas localidades, el pequeño comercio”, señala el investigador Al Norman, autor del libro The Case Against Wal Mart. En ese trabajo, Norman sostiene que los casos de rechazo a la instalación de una sucursal de Wal-Mart son mucho más comunes que lo que se cree (tres de cada cinco) y que la empresa hace “lo imposible para ocultarlos”.

 

En los propios Estados Unidos, unos 250 proyectos de ese tipo fueron frenados por las comunidades locales entre 1993 y 2008. El de mayor repercusión tuvo lugar en 2004 en la ciudad de Inglewood, en el estado de California, donde 60 por ciento de los habitantes ratificaron en un referéndum una decisión tomada un año antes por  el concejo municipal de rechazar la construcción de un hipermercado de 650 mil metros cuadrados.

 

Lo que por supuesto tampoco dicen los ejecutivos de Wal-Mart es que la “paz social” de la que tanto alardean como una de las características de funcionamiento de la empresa se asienta en una feroz política de represión a cualquier intento de organización sindical independiente, por medio, por ejemplo, de la promoción de organizaciones “amarillas” o la elaboración de listas negras con los trabajadores “díscolos”, que son a menudo marginados de premios o ascensos o lisa y llanamente despedidos.

 

En Argentina, la sucursal de Wal-Mart en la Capital Federal estuvo 11 años sin delegados sindicales, hasta que en 2007 la situación fue conocida por una denuncia aparecida en la prensa. 

 

Según el Cuerpo de Delegados de la sucursal de Avellaneda, “los  gerentes suelen recordarles a los “asociados” (en la jerga de la empresa asociado se utiliza para nombrar a los empleados) que para plantear cualquier inquietud no precisan de “terceros”, en alusión a los delegados gremiales y el sindicato”. Pero aun cuando proceden de esa manera y se “saltean” el sindicato para realizar peticiones colectivas, los trabajadores son habitualmente ignorados.

 

Mecanismos internos como un “Comité de Ética Global”, que en principio vela por el respeto de los derechos de los trabajadores de la firma en todo el mundo, operan en los hechos como salvaguarda de las direcciones empresariales.

 

Así lo comprobaron los trabajadores argentinos a fines de 2006, cuando uno de ellos, empleado de la tienda de Avellaneda, elevó a esa instancia una serie de denuncias, en especial por discriminación contra los miembros del sindicato. El Comité de Ética Global pidió pruebas de esas prácticas, las recibió, y sin embargo consideró que como como las leyes estadounidenses no castigan la discriminación sindical “ser discriminado por ser afiliado al sindicato no es violación de su libro ético”...

 

 

En Montevideo, Daniel Gatti
Rel-UITA
5 de junio de 2008

 Fotocomposición: Rel-UITA

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