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República Dominicana

Con Zacarías Rosario

Nos trataron como basura

 

Con 33 años de edad, Zacarías Rosario llevaba diez trabajando en la planta de Helados de Nestlé cerrada hace algo más de nueve meses. Era operador en una línea de producción. Su recuerdo del cierre de la planta está unido a los momentos más dramáticos de su vida. “Creí que teníamos una familia, pero nos tiraron a la calle”, dijo al relatar su testimonio.

 

 

-¿Qué recuerdos tiene del día en el que cerraron la planta?

-En verdad, nunca se nos comunicó el despido. Trabajamos el día anterior al cierre hasta dejar las cámaras repletas, y al día siguiente no nos dejaron entrar. Lo único que nos decían los guardias de seguridad que estaban en la puerta era que teníamos que esperar en la calle.

 

Nosotros les contestamos que éramos los empleados de la fábrica y que, en todo caso, esperaríamos adentro, pero fue inútil. No sabíamos lo que pasaba. Más tarde, cuando llegaron los jefes, nos dijeron que nadie pasaría a la planta, a Producción, porque la empresa estaba cerrada.

 

-¿Qué ocurrió entonces?

-Fue terrible. No nos dieron ninguna explicación. Hubo una compañera que se desmayó, en un ataque de nervios. Otros quedaron en shock, sin entender lo que estaba pasando. Hay compañeros que tenían muchos más años que yo trabajando allí, y con más edad. Pienso que debieron tomarse la molestia y explicarles las cosas al paso, en otras condiciones, no así, de sorpresa. Esa gente hasta dejaba caer sus lagrimones allí, porque ya sabían que será muy difícil conseguir otro empleo. Y aunque yo soy más joven que muchos de ellos, tampoco he podido encontrar nada, y que yo sepa, ninguno de los despedidos lo ha podido hacer.

 

-¿Cómo se sintió usted en ese momento?

-Me sentí muy mal, porque yo era uno de los que estaba pasando una situación terrible, con mi esposa enferma con cáncer. Incluso venía ya maltratado por la empresa, porque como ella necesitaba dos medicamentos muy caros les pedí un préstamo para las dos primeras dosis, pero ellos me trataron peor que a un animal. La jefa de Recursos Humanos fue tan bárbara que mandó a que me investigaran; ella no creía que mi esposa tenía cáncer. Hasta me pidió el teléfono del médico de mi señora, siendo que ella ya estaba operada en el hospital. Incluso después de hablar con el médico me acusó de estar de acuerdo con el doctor para estafar a la empresa.

 

Fue tan espantoso lo que viví que hasta quedé sin sentido. Los compañeros podrán contar que tuvieron que echarme agua. Se me fue la respiración, porque al tener tantos años con ellos nunca pensé que sería merecedor de un trato como ése. Y luego vino ese otro sablazo del cierre de la planta. Si nos hubiesen avisado con anticipación habríamos intentado solucionar el problema con más tiempo, pero así, de un día para el otro, eso fue una salvajada.

 

-¿Cuántas personas tiene usted a su cargo?

-A mi esposa, que gracias a dios se viene recuperando lentamente, y dos niñas, una de 9 años y otra de 6. Cuando la empresa me negó el préstamo, incluso después de investigarme, los compañeros me ayudaron mucho, cada uno con lo que pudo, y después todo el dinero que pagó la empresa hasta ahora lo hemos gastado en médicos y medicamentos. Hace un par de días se le hizo el último estudio y, gracias a dios, por ahora está recuperada de ese problema.

 

-¿Cómo afectó esto a su familia?

-Fue algo muy doloroso. Se produjo un atraso grande. Imagínese, una persona pobre, con pocos recursos, incluso cuando su compañera –que es lo más valioso que tiene- está enferma. Ella es todo, es la mamá de lo que uno más quiere que son los hijos. No es fácil aguantar todo eso. Yo creí que se me iba a morir, porque cuando no me dieron el préstamo ella pensó que ya no tenía salvación, pero entonces resolví comprar primero los remedios y después pedir que dios me ayudara con los gastos de la casa. Cuando supo que no tenía más el empleo fue muy duro, tanto para ella como para mí.

 

-¿Usted sigue sin trabajo?

-Sí señor.

 

-¿Y cómo hace para sobrevivir?

-A veces algún amigo me invita a compartir una changa, casi siempre en la construcción o cualquier otra cosita, pero es sólo a veces. Y esos días saco apenas para la comida de la jornada.

 

-¿Sigue encontrándose con sus ex compañeros de trabajo?

-Sí, cada vez que puedo. Seré un eterno agradecido a la solidaridad de ellos que me ayudaron para comprar los medicamentos de mi esposa. Me ayudaron mucho. Siento que perdí una familia que me trató como nunca lo imaginé. En el momento del apriete uno sabe que ellos fueron mis hermanos, mis vecinos, mis amigos, fueron todo. En el momento más difícil me tendieron la mano y nunca me dejaron solo. Sé que lo que nos hizo Nestlé fue algo muy fuerte, pero les pido que sigamos echando para adelante, que luchemos para ver si recuperamos algo de lo que hemos perdido.

 

-¿Cómo calificaría usted a Nestlé?

-Sinceramente, si fuese una empresa tan solidaria como ellos dicen, tan grande, que pensé que era tan responsable, no imaginé que haría esto con sus modestos empleados. Ellos saben que hay gente mayor que jamás va a encontrar otro empleo, que no serán socorridos por ninguna empresa, y olvidaron que esos trabajadores envejecieron con ellos, en Nestlé, donde dejaron sus mejores años. No creí que podían tratarnos como basura, porque como eso me sentí. Los años que duramos con ellos pensamos que teníamos una familia formada en la empresa Nestlé. Sin embargo sentimos que para ellos nunca fuimos nada. Nos tiraron a la calle. Ni siquiera nos advirtieron, ni nos trataron con la más mínima dignidad.

 

-¿Qué les diría usted a otros trabajadores de Nestlé en otras partes del mundo?

-Que tengan mucho cuidado y se mantengan observando lo que pueda ocurrir en el futuro. Deben recordar que nada es para siempre, y quizás como nos pasó a nosotros, tal vez ocurra lo mismo en otras plantas. Que se mantengan alerta, investigando, asegurando el pan para sus familias.

 

 
 

Carlos Amorín

Rel-UITA

4 de marzo de 2009

 

 

 

 

 

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