Uruguay

 

Periodistas y fiscales, blanco de los represores
Mano de obra ocupada

 

Los exrepresores uruguayos no dejan de operar. Son un puñado, ya no asustan a nadie, pero continúan conspirando, recopilando información, efectuando “seguimientos” a militantes políticos y magistrados, y -un colmo tratándose de quienes se trata- recurriendo a la justicia para intentar acallar a periodistas.

 

La última “acción” de este tipo fue la denuncia que efectuó el mayor retirado Enrique Mangini contra Roger Rodríguez, periodista colaborador del Sirel, a quien denunció por difamación e injurias.

 

Basándose en declaraciones de testigos presenciales, Rodríguez había acusado a Mangini de intervenir en el asesinato nunca aclarado de un estudiante en 1972.

 

Las investigaciones del periodista comenzaron luego de que varios medios de prensa publicaran, en noviembre último, la foto de una persona portando sin disimulo alguno un arma al ingresar a un juzgado en compañía de uno de los más connotados represores uruguayos, el general retirado Iván Paulós.

 

Rodríguez quiso saber quién era ese individuo que hacía ostentación de un revólver y que aparecía tan cercano a un violador de los derechos humanos como Paulós.

 

Un asesino en la memoria

 

A partir de entonces comenzó a reunir datos que volcó en cuatro artículos publicados por el matutino “La República”. Mangini fue identificado por al menos tres personas, entre ellas la viuda, como quien 36 años atrás baleó por la espalda al estudiante Santiago Rodríguez Muela en un centro de educación secundaria.

Al disparar su arma sobre el joven militante maoísta, Mangini dijo: “Lástima malgastar una bala en esto”

 

En 1972, el año previo al golpe de Estado que condujo a una dictadura concluida en 1985, el hoy mayor retirado militaba en filas de la ultraderechista Juventud Uruguaya de Pie (JUP), y al disparar su arma sobre el joven militante maoísta dijo: “Lástima malgastar una bala en esto”.

 

Roger Rodríguez es un viejo “conocido” de los represores. Sus investigaciones fueron fundamentales para aclarar varios episodios relacionados con violaciones a los derechos humanos bajo la dictadura.

 

Entre ellas una que llevó a la identificación y recuperación de Simón Riquelo, que en julio de 1976, siendo un bebé de apenas 20 días, fuera arrebatado a su madre, la uruguaya Sara Méndez, secuestrada pocos días antes en Buenos Aires por militares y paramilitares argentinos y uruguayos, y entregado a una familia argentina de policías.

 

En 2002, Roger fue galardonado con el XIX Premio Derechos Humanos en el Periodismo, concedido conjuntamente por el Movimiento Justicia y Derechos Humanos de Brasil y la UITA, por su trabajo “El Plan Cóndor, Orletti y Simón Riquelo”.

 

Dieciocho años antes, en 1984, bajo la ya agonizante dictadura, Rodríguez y su colega Alexis Jano fueron los últimos civiles condenados por la justicia militar uruguaya, por haber publicado en un semanario una nota sobre las condiciones de detención de las presas políticas.

 

Espantapájaros animados

 

El “original” juicio de Mangini contra Roger Rodríguez no es el único entablado recientemente por represores o familiares directos de éstos contra periodistas.

 

A fines del año pasado, Celeste Álvarez, hija de Artigas Álvarez, un militar que fuera ejecutado por la guerrilla en 1972, enjuició a Ana María Mizrahi, periodista del canal de televisión estatal que entrevistó a uno de los autores de ese atentado.

 

Semanas antes, en Buenos Aires, civiles no identificados amenazaron a Fabián Kovacic, corresponsal en Argentina del semanario uruguayo “Brecha”. Lo conminaron a que dejara de investigar lo sucedido en “Automotores Orletti”, una de las bases de operaciones en Buenos Aires del Plan Cóndor de coordinación represiva entre las dictaduras del cono sur latinoamericano en los años setenta.

 

El amedrentamiento a periodistas forma parte de un plan ideado por una decena de represores detenidos desde hace algo más de un año en una cárcel especial construida en un cuartel en las afueras de Montevideo.

 

Los mismos militares animan una página web (www.envozalta.net) en la que, entre otras cosas, reivindican lo actuado bajo la dictadura y publican “prontuarios” de “enemigos de la patria”. Entre éstos figuran no pocos periodistas, pero también políticos, jueces y fiscales. Un capítulo “especial” le fue dedicado a la fiscal Mirtha Guianze, que intervino en el procesamiento de algunos de los principales jerarcas de la dictadura como los exdictadores Juan María Bordaberry (civil) y Gregorio Álvarez (general retirado).

 

A mediados de enero pasado, a una de las hijas de Ricardo Medina, un represor detenido en la cárcel especial, le fueron incautados más de mil archivos digitalizados, en buena parte secretos, que la joven iba a entregar a su padre. Luego la policía requisó a los militares encarcelados cuatro computadoras, varios discos compactos y pen drives.

 

La justicia está procesando actualmente esa información, pero ya quedó en evidencia, además de las peculiares condiciones de detención de los exrepresores, que aquella vieja “mano de obra desocupada”, aun “envejecida” y debilitada, está lejos de permanecer inactiva. 

 

En Montevideo, Daniel Gatti
Rel-UITA
25 de febrero de 2008

 

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