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El 5 de agosto de 2004 los medios de comunicación de Colombia 
difundieron la noticia de la “muerte en combate de 
tres guerrilleros del Ejército de Liberación 
Nacional (ELN)”, en la zona rural de Saravena 
Arauca. Los máximos comandantes de las fuerzas 
militares, confirmaron la noticia y entregaron las 
identidades de Jorge Prieto, Leonel 
Goyeneche y Héctor Martínez.   
La Central Unitaria de Trabajadores (CUT) 
Seccional Arauca, desmintió la noticia en forma 
inmediata y denunció la masacre de tres 
sindicalistas en absoluto estado de indefensión. La
CUT nacional respaldó la denuncia regional y 
trasladó el tema a los organismos de derechos 
humanos y a la Organización Internacional del 
Trabajo (OIT).   
El vicepresidente de la República, Francisco 
Santos Calderón, responsable de los asuntos de 
derechos humanos, respaldó con vehemencia la versión 
de los militares y reclamó el triunfo de la política 
de seguridad democrática del gobierno en aquella 
zona.    
Pues bien, esa declaración irresponsable y 
apresurada del vicepresidente Santos, así 
como la versión militar, fueron desmentidas 
categóricamente por el fallo de un juez que 
sentenció recientemente a 40 años de cárcel a los 
autores materiales del crimen, un teniente, tres 
soldados y un civil supuestamente informante. La 
sentencia del juez afirma que “los mataron en estado 
de indefensión y se alteró la escena del crimen”, y 
agrega: “Tanto los acusados como las personas que 
tenían a cargo la operación directa o 
indirectamente, permitieron que se ocultara, 
destruyera o modificara la escena, para desviar el 
curso de la investigación”.   
El ministro de Defensa, Juan Manuel Santos 
Calderón, primo hermano del vicepresidente, 
manifestó a la prensa que los militares “acatarán el 
fallo y trabajarán para depurar las fuerzas armadas 
para que no se repitan estos lamentables hechos”.   
La opinión pública y el sindicalismo, sin embargo, 
debemos preguntarnos: ¿el vicepresidente de los 
colombianos puede impunemente pasar agachado ahora 
frente a semejante sentencia judicial, o fue uno más 
de los encubridores de que habla la sentencia? ¿No 
habrá una mínima sanción política para un alto 
funcionario del gobierno que reivindicó un triunfo 
militar donde lo que hubo fue un acto de terrorismo 
de Estado?   
Es claro, no pasará nada más que la cárcel para los 
soldados que obedecieron órdenes superiores; la 
cuerda se revienta por lo más delgado. La masacre de 
los compañeros sindicalistas se aclaró gracias a la 
presión internacional y al afán del gobierno de 
lograr la aprobación de su Tratado de Libre Comercio 
(TLC), para lo cual los parlamentarios 
estadounidenses demócratas urgen resultados sobre 
derechos humanos y el esclarecimiento de los miles 
de asesinatos de sindicalistas que se encuentran 
registrados en los organismos internacionales de 
derechos humanos y en la Organización Internacional 
del Trabajo (OIT). 
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