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El conflicto que se ha 
desatado entre el Estado nicaragüense y la transnacional española Grupo Barceló, 
acerca del complejo turístico Montelimar, ha entrado en una etapa que podría 
llevar las dos partes a un enfrentamiento judicial a nivel internacional y que 
podría concluir con la recuperación del prestigioso inmueble por parte del 
Estado de Nicaragua, por incumplimiento del contrato de compraventa por parte de 
la empresa española.   
Para conocer más en detalle lo que está ocurriendo, el 
procurador general de la República de Nicaragua, Hernán Estrada, 
accedió a una entrevista en exclusiva con Sirel. 
  
-¿Cuál es el contexto 
socio-político del país al momento de darse, en 1993, la privatización y la 
venta del complejo turístico Montelimar a la empresa Auxiliar SA - Grupo 
Barceló? 
-Cuando dejamos el gobierno en 1990 entregamos 356 empresas 
estatales. Estábamos en un contexto de economía centralizada o de Estado y 
entregamos todo lo que estaba en la Corporación Industrial del Pueblo (COIP), 
en la que se agrupaban diferentes segmentos o conglomerados de todos los bienes 
que eran del Estado. Dentro de uno de estos grandes conglomerados estaba la 
Corporación de Turismo (COTUR) y como es bien sabido, en la primera etapa 
del gobierno revolucionario el turismo fue una de las grandes fuentes de ingreso 
para el país. No es cierto, como dicen algunos, que Nicaragua no tenía 
turismo en los años 80, y fue por esto que, en medio de las enormes adversidades 
que atravesaba el país, se hizo un gran esfuerzo para dotarlo de 
infraestructuras turísticas, entre ellas el complejo Montelimar. Me 
acuerdo perfectamente que, frente al embargo impuesto a Nicaragua, todo 
lo que era el equipamiento de las 202 habitaciones existentes se tuvo que 
importarlo de Panamá. Salían los aviones de la Fuerza Aérea y regresaban 
con camas, refrigeradores, televisores para dotar los cuartos. El complejo 
Montelimar tiene además un significado emblemático para el país. Allí, por 
ejemplo, se firmaron los últimos acuerdos para la entrega de las armas de los 
desmovilizados en julio del 1992. 
  
Al momento de la venta de Montelimar la tierra valía 
menos que ahora, pero fue adquiriendo un valor de mercado internacional. Tengo 
recortes de periódico que señalan que el valor oscilaba entre 5 y 36 dólares la 
vara cuadrada (0,9 metros), lo cual no es muy lejos del precio actual. Es en 
este contexto que se decide vender el complejo Montelimar de casi 300 
manzanas (209 hectáreas) a un precio totalmente fuera de lugar de 3,03 millones 
de dólares y con amplias facilidades de pago para la empresa que lo adquirió, 
como por ejemplo tres años de gracia y el pago de diez cuotas anuales, cuyo 
plazo vencía el 19 de junio del 2006. 
  
-¿Por qué cree que el Estado 
aceptó una cantidad que la Procuraduría General de la República considera muy 
baja para la venta del complejo turístico? 
-Estábamos en un momento de total desorganización, o si 
queremos, de reorganización del Estado y comenzaba el impulso neoliberal en el 
país, con la presencia de los organismos internacionales que presionaban para la 
privatización de los bienes estatales. El concepto de privatización del Estado 
estaba entrando con toda su fuerza en el continente y en ese contexto el 
gobierno recibe la fuerza privatizadora que viene del exterior y de ello se 
aprovechan, como en un gran banquete, los políticos que estaban en ese momento. 
No es extraño, entonces, que quienes actuaron en la venta de Montelimar 
por parte del Estado fuesen en ese momento el director de Asuntos Legales de la 
Presidencia, Tomás Delaney y el secretario de Corporaciones Nacionales 
del Sector Público (CORNAP), Noel Vidaurre, quienes actualmente 
resultan ser la contraparte en cuanto representantes legales de Hotel 
Montelimar SA, Grupo Barceló.  
  
Creo que esto tiene que ver con la codicia que tuvo el 
Grupo Barceló, porque ni siquiera quisieron pagar lo poco que debían con las 
cuotas anuales, lo cual demuestra que no había el más mínimo interés de honrar 
el compromiso adquirido. Nosotros no íbamos a poder hacer nada legalmente si 
hubiesen pagado esa cantidad que estaba pendiente, y lo que para nosotros es 
importante es que ni siquiera honraron ese compromiso, aduciendo argumentos muy 
débiles, como el hecho de no haber alcanzado los porcentajes de ocupación 
previstos en el contrato de compraventa. Eso es muy extraño porque, 
contrariamente a lo que dijeron la Cámara de Turismo, el gobierno de Enrique 
Bolaños y todo el sector turístico del país, que en Nicaragua hubo un 
gran desarrollo turístico, parece que solamente el Hotel Barceló Montelimar 
no tuvo ni ocupación, ni ganancias. Es por eso que decidimos asumir el caso 
legalmente. Una cosa es la venta lesiva que hubo, en la cual no tuvimos nada que 
ver y por la cual no podemos hacer nada, y otra cosa es el cumplimiento de la 
obligación con el Estado. Como no se cumplió esa obligación y no se finiquitó, 
nosotros tenemos el espacio legal para reclamar, ya no solamente las cuotas 
anuales que deben, sino también profundizar en el tema. 
  
-Con respecto a los términos 
del pago al Estado, el contrato de compraventa estipula que el pago de las 
cuotas anuales dependía del nivel de ocupación de las habitaciones y el Grupo 
Barceló aduce que la empresa auditora Price Waterhouse certificó que nunca lo 
alcanzó y que, por lo tanto, no le debe al Estado. ¿Por qué la PGR dice lo 
contrario? 
-Price Waterhouse fue contratada por el comprador, es decir 
por el Grupo Barceló. Lo menos que podemos pensar es que el procedimiento 
fue correcto, pero no hay una confirmación de parte de la junta directiva de 
CORNAP, que es la institución del Estado a la que le correspondía haber 
aceptado esa estimación hecha por Price Waterhouse. Nunca la aceptó, o sea, no 
existe una afirmación oficial de parte del Estado nicaragüense que diga eso por 
escrito. Existen correspondencias, cartas que se cruzaron diferentes 
funcionarios con miembros de la empresa; en algunas dijeron que estaban de 
acuerdo con estas estimaciones, en otras dijeron que no lo estaban y la empresa 
está enseñando sólo las primeras. Lo que sí es legalmente claro es que la junta 
directiva nunca aprobó estas auditorias y esto nos da el espacio para actuar 
legalmente. 
  
-Pero el contrato prevé que el 
saldo se va a pagar en diez cuotas anuales dependiendo del porcentaje de 
ocupación. ¿Qué pasaría, si efectivamente no se hubiese alcanzado ese 
porcentaje? 
-Esto es otro aspecto. El contrato no dice que si no se 
alcanzó el porcentaje requerido no se va a pagar. Tampoco dice que si no se 
alcanzó se va a exonerar a la empresa. Pero otro punto muy importante es la 
cláusula séptima, que dice que si se incumple una de las obligaciones se puede 
rescindir el contrato, y es lo que estoy haciendo a favor del Estado. Esos 
supuestos grandes inversionistas desmantelaron el Estado, lo dejaron con las 
manos arriba y atadas, pero por lo menos me dejaron un espacio donde yo puedo 
pelear. 
  
-¿No es raro que a la empresa 
que tiene que demostrar los niveles de ocupación se le dé la autoridad de elegir 
la empresa auditora? 
-Eso es parte de todas las irregularidades que ocurrieron y 
de las debilidades del momento histórico. Esto evidencia la falta de tutela del 
interés del Estado, la falta de diligencia y el vacío total de velar por ese 
interés. Los funcionarios que estuvieron al frente y que son hoy los 
representantes legales del Grupo Barceló no protegieron el mejor interés 
del país. Podrá discutirse si pagaron o no, si tienen o no la razón, pero yo 
tengo que dejar en evidencia como actuó ese supuesto gobierno demócrata de 
Violeta Barrios de Chamorro.  
  
-Parece además que en los 
últimos doce años el complejo turístico Barceló Montelimar tuvo una ocupación 
promedio del 50 por ciento, frente a millones de dólares que tuvieron que pagar 
en impuestos, inversiones y salarios para empleados. ¿No es extraño que sigan en 
Nicaragua si el negocio no le funciona? Hasta están construyendo otro hotel… 
-Efectivamente aprovecho de la oportunidad para decirles que 
si no han tenido ganancia o si han tenido perdidas, que no las sigan teniendo. 
Yo les regreso los 3 millones de dólares y también el valor de las inversiones 
que han hecho y que no sigan perdiendo, para que terminemos con esta situación 
rápidamente. 
  
-La PGR inició una demanda en 
los tribunales nacionales y ahora decidieron recurrir a un arbitraje 
internacional en el CIADI. ¿A qué se debe ese cambio de estrategia? 
-Nosotros pedimos un embargo preventivo en los tribunales 
locales, pero como el Grupo Barceló quiso internacionalizar el conflicto, 
como muchas veces ocurre con estas empresas que se dicen inversionistas, tuvimos 
que salirle al paso. Estas empresas dejaron tan débil al Estado nicaragüense, 
que le hicieron creer que nunca iba a tener la posibilidad de defenderse, porque 
de todas maneras iba a perder. Nos hicieron creer que defenderse era malo y que 
si vienen a robar y usurpar en nuestro país no podemos ni siquiera resarcir el 
daño. Este gobierno tiene una grande y brillante experiencia en defensas 
internacionales y nunca ha perdido un caso. Por eso vamos a un juicio 
internacional en las mismas instancias que pide el Grupo Barceló. 
  
-¿Ir a un arbitraje 
internacional va a tener un costo económico? 
-Claro que va a tener un costo económico, pero tenemos que 
luchar para la recuperación de Montelimar, porque vamos a demostrar que 
tenemos la razón y no podemos huir solamente porque nos muestran los dientes. 
Tenemos que defendernos del capital global y saber pelear en este campo cuando 
hay casos como este que son notoriamente burdos. 
  
-¿La posible recuperación de 
Montelimar tiene que ver también con la idea de un nuevo papel que va a jugar el 
Estado en la sociedad nicaragüense? 
-El nuevo Plan de Desarrollo Humano que el gobierno acaba de 
presentar tiene un enfoque muy diferente de los planes impulsados por los 
gobiernos precedentes. Cuando en el 1990 dejamos el gobierno, Nicaragua estaba 
en el número 96 del Índice de Desarrollo Humano de las Naciones Unidas. Ahora 
estamos en el 116, lo que implica que todos los índices fueron bajando en el 
país y que actualmente tenemos el reto de levantar al país, pero con un enfoque 
de desarrollo integral. 
El caso de Montelimar es emblemático y va a 
servir para moralizar a nuestra población y a nuestro país y a dignificar y 
aumentar la autoestima del ciudadano nicaragüense. Esto es lo más valioso para 
que los nicaragüenses no se sientan como ciudadanos de segunda o tercera 
categoría, frente a estos inversionistas que dicen traer el desarrollo y lo que 
hacen es agarrar lo que ya hicimos nosotros.  
  
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