Más de
850 millones de personas padecen hambre o desnutrición, pero no pueden afrontar
los elevados precios de los productos que necesitan para vivir. Su crecimiento
no depende sólo del cambio climático y sus consecuencias. Lo principal es
aportar soluciones para controlarlo.
Los precios de los alimentos
básicos aumentaron cerca de un 40% en 2007,
según los índices de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura
y la Alimentación (FAO). Este incremento está relacionado con el cambio
climático, sus consecuencias y las soluciones que se proponen para controlarlo.
Junto a los conflictos y los desastres naturales se consideran las causas
principales de las crisis alimentarias que afrontan más de 37 países del mundo.
Más de 850 millones de personas padecen hambre o desnutrición pero sus economías
no pueden hacer frente a los elevados costes de los productos que necesitan para
vivir.
Los productos lácteos y los
cereales han sido los protagonistas del alza en los precios. Una de las
propuestas contra el cambio climático son los biocombustibles. Por ejemplo, la Ley Agraria en Estados Unidos contempla el uso
del maíz para la producción de estos combustibles. Las políticas públicas
de apoyo al sector de la bioenergía como propuesta para luchar contra las causas
del cambio climático, han contribuido al aumento del precio de los cultivos
agrícolas al incrementarse su demanda para utilizarse como materia prima en su
elaboración. En la Unión Europea se prevé que
el uso de trigo para producir biocombustibles se multiplique hasta alcanzar las
18 millones de toneladas en 2016, según la FAO.
Combatir el cambio
climático no es el único de los objetivos de los biocombustibles. Su auge
también es consecuencia del incremento del precio del crudo que ha convertido a
los cereales en su principal sustituto. Los precios del gas y del petróleo han
aumentado debido al incremento de la demanda de economías en expansión, como
India y China. Los países exportadores de estos combustibles se
desarrollan con rapidez y los utilizan cada vez más para consumo doméstico, por
lo que ya no los exportan. En México y en Irán se prevé que la
demanda supere a la producción en unos cinco años.
Países como
Somalia, Gambia, Mongolia o Sri Lanza, que incluso en
sus mejores años de producción agrícola importaban el 50 por ciento del total de
los cereales que consumían, son los más afectados por los elevados precios
internacionales. Las dietas de estas economías suelen contener una gran cantidad
de cereales. Sus elevados
precios no sólo han deteriorado la calidad y la cantidad de sus dietas sino que
también han erosionado su poder adquisitivo. Se les impide el acceso a productos básicos de la
alimentación como son el azúcar, el maíz o el trigo.
A este hecho se
añaden los cambios en la dieta de muchos países, en especial India y
China, que favorecen el consumo de productos cárnicos. Este proceso, unido
al crecimiento de la población y al fenómeno de la urbanización descontrolada ha
incrementado la demanda de cereales procedentes de los países empobrecidos.
Pero, los cambios en el clima han afectado de forma negativa a la producción en
muchos países exportadores, con lo que el suministro se ha reducido (…)
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