La
clasificación toxicológica de los agrotóxicos está
determinada por la organización Mundial de la Salud (OMS),
a partir de la cual el Centro de Información y Asesoramiento
Toxicológico (CIAT), dependencia del departamento de
toxicología del Hospital de Clínicas (Facultad de
Medicina-Universidad de República), es el encargado de
realizar la categorización de los plaguicidas agrícolas.
El trámite
de registro y renovación de plaguicidas de uso agrícola se
realiza directamente en el CIAT, para lo cual la
empresa registrante deberá comunicarse con el Departamento
de Toxicología. Una vez que el plaguicida ha sido
categorizado, éste es autorizado por el Ministerio de
Ganadería, Agricultura y Pesca.
¿Qué se mide en la
categorización?
La
clasificación de la OMS mide la toxicidad aguda de los
plaguicidas, vale decir, el riesgo sanitario de una o
múltiples exposiciones durante un periodo relativamente
corto. La toxicidad aguda se mide a través de pruebas de
“dosis letal media aguda” (DL50) en mamíferos (ratas). Las
pruebas se realizan únicamente con ingredientes activos
individuales y no con los plaguicidas finales, por lo que la
toxicidad real del producto puede variar, dependiendo de la
formulación.
Por otro
lado, la clasificación se basa exclusivamente en la dosis
letal media aguda,
sin tomar en cuenta que un producto con una baja dosis letal
media aguda puede causar efectos crónicos por exposición
prolongada.
¿Qué es la toxicidad?
La
toxicidad es la capacidad de una sustancia química de causar
daños a los organismos vivos. Ésta depende de la cantidad de
sustancia administrada o absorbida y del tiempo de
exposición a la misma. Los plaguicidas pueden afectar
directamente a los organismos vivos causando la muerte por
su toxicidad aguda (se refiere a los efectos tóxicos
observados con una exposición única de corta duración: menos
de 24 horas en animales de laboratorio), pero también puede
afectar el crecimiento, la supervivencia por factores
reproductivos u otras funciones según su toxicidad crónica.
Los
plaguicidas también pueden afectar indirectamente a los
organismos por alteración de otros que les sirven de
alimento, o por afectar la calidad del hábitat.
El uso de
plaguicidas puede provocar efectos adversos agudos y
crónicos en la salud humana. Agudos pueden ser:
intoxicaciones caracterizadas por dolores de cabeza, visión
borrosa, mareo, confusión, náusea, diarrea y otros, pero si
son niveles muy altos puede llevar a pérdida del control
intestinal, convulsiones, estado de coma o la muerte. Entre
los efectos crónicos de los plaguicidas están tumores,
distintos tipos de cáncer, alteraciones del sistema
nervioso, atrofia testicular, esterilidad, malformaciones
congénitas y muchos otros.
A esto se
agrega que la clasificación de la toxicidad no se realiza
con los aditivos que se incluyen en los plaguicidas
comerciales, que muchas veces pueden ser tan o incluso más
tóxicos que el propio principio activo.
Plaguicidas extremadamente y
altamente peligrosos
En nuestro
país se comercializa una amplia gama de plaguicidas
catalogados por la OMS como
“extremadamente y altamente
peligrosos” (categorías 1ª y 1b) que se
utilizan en todo tipo de cultivos y en distintos puntos del
país. La Dirección General de Servicios Agrícolas,
dependencia del Ministerio de Ganadería, Agricultura y Pesca
recientemente ha dado a conocer la
lista de los plaguicidas categorizados como
extremadamente y altamente peligrosos.
En esa
lista se encuentran:
insecticidas (Fosfuro de aluminio, Azinfos metil,
Fosfuro de magnesio, Fosfina, Metidation, Clorpirifos etil,
Paration metil, Metomil, Fention, Carbofuran, Diclorvos),
desinfectantes de suelo
(Bromuro de metilo, Dicloropropeno),
herbicida (Paraquat)
y curasemillas
(Imidacloprid). Estos principios activos son
ingredientes de 41 sustancias, que están a la venta en las
agropecuarias de todo el país.
Uruguay, preocupado por la
salud de su población
A estos
agrotóxicos se le suma una larga lista, que no por no estar
catalogados como “extremadamente y altamente peligrosos”,
dejan de ser un grave peligro para la salud de la gente y
para el medio ambiente. Lo son y mucho. Sin embargo, ningún
agrotóxico que se encuentra a la venta en el mercado
menciona en su etiqueta que produce daños sobre la salud,
tal como lo dicen las cajillas de cigarrillos y de tabaco.
Los envases de los agrotóxicos tampoco son acompañados de
pictogramas de una rata muerta o un bebé deforme.
Los
impactos de los agrotóxicos sobre la salud de los
trabajadores que los aplican, la población rural que convive
con ellos y los consumidores finales, pueden ser tanto o más
severos que el acto de fumar, por lo que el estado debería
encarar una campaña nacional contra su uso y su publicidad,
tal como lo ha hecho en el caso del tabaco.
La política
de salud debe ser coherente y no se puede limitar a un solo
problema por importante que sea, como sin duda lo es el
tabaco. Los impactos de todos los agrotóxicos son
ampliamente conocidos mundialmente. Sin embargo, no se
observa la misma determinación y firmeza demostrada en el
caso del tabaco para atacar a estas fuentes de graves
enfermedades.
Parece
un contrasentido, en un país cuyo gobierno cada vez pone
mayor énfasis en el cuidado de la salud, que sustancias
oficialmente catalogadas como
“extremadamente y altamente
peligrosas” se sigan legalmente vendiendo y
aplicando en todo el país. En el marco de una nueva política
para limitar y eventualmente erradicar el uso de agrotóxicos,
sería una buena señal para la población que se prohibieran
los más peligrosos: los plaguicidas 1ª y 1b.
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