El
cambio climático, la producción de agrocombustibles y los
nuevos hábitos de alimentación en algunos países en plena
industrialización son considerados los principales
responsables de la actual escasez de alimentos y la suba de
sus precios. Pero hay otras causas como las subvenciones
agrarias de la Unión Europea y su política proteccionista.
En una entrevista publicada el 23 de abril el director del
Instituto Trabajo y Economía de la Universidad de Bremen
(IAW, por sus siglas en alemán) y coordinador del
grupo de trabajo Política Económica Alternativa, Prof.
Rudolf Hickel, hace referencia a las recientes revueltas
de hambre en varios países del mundo. Más allá de la
responsabilidad de las trasnacionales en la actual tendencia
alcista de los precios -para sorpresa de muchos, un ministro
socialcristiano del gabinete ministerial alemán acaba de
atribuir las revueltas fundamentalmente a la política
inhumana de la industria de la alimentación y de piensos- el
economista resalta otras responsabilidades como la política
agraria proteccionista de la UE, incluyendo sus
cuotas de producción y premios a la interrupción de algunas
líneas de producción agrícola, por razones de protección de
los niveles de precios en el espacio económico de la UE.
Critica asimismo el aumento de los aranceles a la importación
de productos más baratos para proteger la agricultura de la
UE e insiste: “Necesitamos un cambio en la política
agraria, incluso contra los monopolios agrarios”. Para
reducir la demanda de agrocombustibles y su presión sobre
los precios de los alimentos, el economista se manifiesta
claramente a favor de una reducción del uso del automóvil
particular para ahorrar combustibles. Sin embargo el
análisis va más allá de la recomendación de medidas
puntuales y critica “el predominio de las metrópolis
económicas fuertes y la explosiva mezcla de subvenciones con
una irrupción violenta en los mercados del Tercer Mundo”.
Las recomendaciones para combatir la situación incluyen la
protección de los mercados agrícolas de los países
económicamente más débiles, la prohibición de exportaciones
subvencionadas a países con fuerte base agrícola y la
reorientación de la economía agraria hacia los mercados
económicos regionales. Critica como “escandalosos” los
negocios de especulación con productos del sector primario y
se muestra partidario de la reactivación de superficies para
uso agrícola, luego de que las mismas habían sido
abandonadas o afectadas a otros usos (como por ejemplo la
construcción de canchas de golf). Este tipo de política
abriría nuevas perspectivas regionales a la agricultura
europea, no perjudicaría los países dependientes de la
exportación de productos agrícolas y se enmarcaría en una
política que fomente la agricultura familiar en escala
reducida.
El necesario cambio del paradigma neoliberal de producción
agrícola en grandes superficies, tal como lo fomentaron el
Banco Mundial, el Fondo Monetario Internacional y la
Organización Mundial de Comercio a lo largo de los últimos
años, debe ser acompañado de nuevos modelos de
financiamiento de una agricultura en escala local, sobre
todo mediante microcréditos. En este sentido recomienda
analizar el éxito de los programas de microcréditos
impulsados por el premio Nobel de la Paz, Mohamed Yunus
y aclara que los mismos deberían contar con el respaldo de
programas de ayuda financiera. En conclusión: “Necesitamos
un cambio de paradigma urgente. Este no se logrará mediante
una ofensiva de mercado de orientación neoliberal. Los
mercados deben ser regulados”.
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