Los campesinos de la
India, el grupo social más grande del mundo, sufren una
crisis de extinción. Dos tercios de la población del país,
cien millones, viven de la agricultura, tarea que vienen
haciendo hace cinco mil años.
El
endeudamiento es el principal motivo de los suicidios
masivos de campesinos pobres. Se ha llegado a las terribles
paradojas de que ¡vendan sus riñones para sobrevivir!
También para morir ingieren los pesticidas que debieran
ayudar a vivir a sus plantas. Desde 1997 más de 40 mil
campesinos se han quitado la vida.
Por un
tiempo el gobierno pagó compensaciones a las familias, pero
pronto dejó de hacerlo con el pretexto de que esto inducía
más suicidios, pues así las familias conseguían algo de
dinero, pero sólo por un tiempo. Hay quienes opinan que
debiera declararse una “emergencia financiera” e invertir
ese dinero para estimular la producción agrícola.
Desde hace
nueve años el gobierno prácticamente no otorga créditos y
deben recurrir a usureros que cobran entre 40 y 60 por
ciento de interés anual. Las sequías y las malas cosechas
agravan la situación.
Ganancia de corporaciones
El Banco
Mundial forzó a la India para que abriera su sector
semillas a las trasnacionales
Cargill,
Monsanto
y Syngenta,
así que los campesinos pobres se ven obligados a comprarles
a ellas. La producción de semillas naturales del país está
desapareciendo.
El gobierno
ha cortado las subvenciones para la compra de semillas,
abono, electricidad, etcétera. Estos vitales insumos para la
agricultura se han dejado en manos privadas; además, son de
mala calidad.
Las
reformas al sector electricidad van, a todas luces, hacia la
privatización. Las tarifas han aumentado hasta en 800 por
ciento y esto ocasiona la clausura de muchos sistemas de
riego.
Pérdida por semillas
modificadas
Cuando en
2002 Monsanto
introdujo el algodón transgénico BT, los campesinos
perdieron 23 mil millones de dólares aproximadamente por el
fracaso de las cosechas. La producción prometida por la
trasnacional se redujo ocho veces, y la ganancia por
hectárea, a una quinta parte de lo esperado.
La caída
brutal de la producción algodonera ha sido causada, en gran
parte, porque la India está atada a los designios de
la Organización Mundial de Comercio y por los subsidios que
Estados Unidos da a sus agricultores, controlando así
los mercados internacionales.
Desde los
años ´90, al igual que en muchos países, se han seguido los
lineamientos del Banco Mundial y del Fondo Monetario
Internacional. Las trasnacionales agroalimentarias han
entrado en el sector agrícola de la India para
saquear y controlar su economía, al igual que en tantos
otros países. Además están presionando al gobierno para que
elimine las leyes que impiden poseer grandes extensiones de
tierra, la fusión de las pequeñas parcelas y arrendar
tierras de cultivo.
La muerte extendida
En el
estado de Kerala, al mero suroeste de la India, uno
puede viajar maravillado del verdor y el agua de los campos
donde se producen las mejores especies del mundo: pimienta,
vainilla, cardamomo, clavo; sin embargo, aquí también ha
llegado la ola de suicidios provocada por la baja de los
precios después de la importación masiva de estos productos.
La crisis
también afecta a los estudiantes que dejan la escuela porque
sus familias no pueden sufragar los gastos. Esto resulta más
alarmante en un Estado socialista donde ¡no existen
analfabetas! Hasta ellos padecen la globalización.
Las
familias pobres cada vez consumen menos alimentos. Es una
reducción masiva del consumo de cereales. En cambio, la
sexta parte más rica de la población, principalmente urbana,
ha mejorado y diversificado su dieta. Esto, por supuesto, ha
reducido la oferta de empleo.
Muchos
campesinos con deudas, y ya sin tierras, se han colocado
como jornaleros que están perdiendo su identidad económica y
social. De estos 110 millones de personas, la mayoría son de
las tribus o de las castas inferiores (intocables o
dalits) que
apenas consiguen algo para comer… y los suicidios aumentan.
Éstos son los despiadados resultados de la agricultura en la
India … ¿Sólo en la India?
Alimentar a
la humanidad no debiera depender del exterminio de los
pequeños campesinos y de las especies. Otra agricultura es
posible y necesaria. Una agricultura que proteja la vida de
los campesinos, la salud pública, la tierra y su
biodiversidad.
Emma Cosío Villegas
Tomado de La Jornada del Campo
15 de
septiembre de 2008
|