Se largó la carrera de los
biocombutibles -o agrocombustibles, como propuso
llamarlo el movimiento campesino reunido en el
Primer Foro
Mundial de Soberanía Alimentaría de Mali, en
febrero de este año, por considerarlo
políticamente más adecuado-
y toda la región
latinoamericana se ha visto sacudida por nuevos
y “prometedores” negocios. La eterna búsqueda
del rubro exportador que nos saque de la pobreza
y genere ingresos de divisas ha vuelto a
engendrar un nuevo sueño de riqueza.
Y no es para menos. Ante la
inestabilidad de los precios de petróleo
provocada por las amenazas del “pico del
petróleo” (el momento en que la producción
diaria a nivel mundial alcance su máximo
histórico) y la necesidad de los países
industrializados de reducir sus emisiones de
gases de efecto invernadero (por el Protocolo de
Kioto la mayoría, y por vergüenza Estados
Unidos), el mercado de los agrocombustibles
ha generado una expectativa descomunal. Los
datos de las demandas esperadas en los países
desarrollados como Estados Unidos, la
Unión Europea y Japón hablan de
millones de litros de etanol y biodiesel.
El gobierno japonés se ha
propuesto aumentar el uso de etanol a 500
millones de litros para 2010 como parte de su
plan de reducir un 6 por ciento sus emisiones de
gases de efecto invernadero en virtud de sus
compromisos con el Protocolo de Kioto. Para
ello, ya este año la Nippon Oil Corp, la mayor
refinería de Japón, comienza a vender
gasolina mezclada con etanol.
En marzo de este año, la
Comisión Europea adoptó el Plan de Acción
2007-2009 para el sector energético de la Unión,
que obliga a sus miembros a alcanzar para 2010
la meta del 10 por ciento de utilización de
agrocombustibles en el transporte.
En Estados Unidos, por su
parte, en enero de este año
el Presidente presentó su plan
“Veinte en Diez” que busca reducir hasta un 20
por ciento el uso de gasolina durante los
próximos diez años. Ello significará aumentar el
suministro de combustibles renovables y
alternativos hasta un 15 por ciento del total,
alcanzando los 35 mil millones de galones (unos
132 mil millones de litros) para 2017.
Brasil se prende
Fue con este plan bajo el brazo
que
George W. Bush
se presentó hace unas semanas en
Brasil
para tentar al gobierno brasileño con la idea de
aumentar su producción de etanol, con el fin de
servir al mercado norteño. Más allá del
trasfondo político que pueda haber relacionado
con la estrategia estadounidense de quebrar la
creciente influencia venezolana en la región, lo
cierto es que
para Brasil este acuerdo
puede representar importantes ingresos en
divisas por la expansión y exportación de su
etanol. Abastecer el 15 por ciento del consumo
de gasolina estadounidense en 2017 implica
multiplicar por ocho su producción actual, que
mayormente (70 por ciento) se destina al consumo
interno.
El
problema radica justamente en la
dimensión del mercado. Las demandas
esperadas de estos combustibles en
los países del norte implican una
expansión geométrica de los
monocultivos y los riesgos de este
crecimiento son elevados. |
Pero Brasil quiere ir aún
más allá. El Núcleo Interdisciplinario de
Planeamiento Energético quiere alcanzar la
producción suficiente para sustituir el 10 por
ciento de la gasolina consumida en todo el mundo
para 2025, o sea unos 200 mil millones de litros
de etanol anuales, doce veces la producción
actual. Si no media una revolución tecnológica
que aumente notoriamente la eficiencia de la
producción de etanol (algo a lo que apuesta el
Núcleo), Brasil tendría que pasar de los
6 millones de hectáreas ocupadas hoy por la caña
de azúcar a 70 millones. Vale la pena recordar
que esta cifra es mayor que toda el área
agrícola actual brasileña que alcanza unos 55
millones de hectáreas.
De solución a
problema
En poco tiempo, una tecnología
que era auspiciada y promovida por los
profesionales y activistas preocupados por el
medio ambiente se torna una amenaza. ¿Cómo pudo
pasar?
El problema radica justamente en
la dimensión del mercado. Las demandas esperadas
de estos combustibles en los países del norte
implican una expansión geométrica de los
monocultivos y los riesgos de este crecimiento
son elevados.
Las señales de alerta vienen de
lugares dispares. Desde los movimientos
campesinos hasta la FAO, pasando por la
academia y las organizaciones ambientalistas. En
general las amenazas que se perciben originadas
en la extensión de los monocultivos, tanto para
etanol como para biodiesel, son las siguientes:
1) Aumento de la contaminación
por el incremento del uso de agrotóxicos. Esto
tendría efectos dañinos en el agua, el suelo, la
biodiversidad y la salud de los trabajadores y
poblaciones cercanas. Además, el cultivo de caña
requiere enormes cantidades de agua: se calcula
que se necesitan unas 600 toneladas de agua para
producir una tonelada de caña.
2) Uso de especies modificadas
genéticamente (transgénicos) con la consecuente
incertidumbre sobre los riesgos ambientales que
su diseminación conlleva.
3) Competencia por el uso de la
tierra con los cultivos alimentarios. Esto
tendría efectos en la reducción de la soberanía
alimentaria de los países y elevaría los precios
de la tierra, de los insumos para la producción
(fertilizantes, plaguicidas, etc.) y de los
propios alimentos. En México, la
exportación del grano de maíz hacia Estados
Unidos para transformarlo en combustible
llegó a duplicar en algunas zonas el precio de
la tortilla de maíz, base de la alimentación de
la mitad de la población mexicana. En Brasil,
en el estado de São Pablo -el estado que tiene
un porcentaje mayor de su tierra de cultivo
ocupada con caña de azúcar- la tierra cuesta dos
veces más de lo que costaba en 2002. Y esta
presión por la ocupación de la tierra está
subiendo el costo de producción en otros
sectores como los granos y la ganadería.
4) Aliento a la concentración de
la propiedad de la tierra en manos de las
grandes compañías de agronegocios. Hasta la
FAO, en un comunicado del 25 de abril de
2006, y el propio BID, en un artículo
reciente en Carta Mayor (02/03/06), han alertado
sobre el riesgo de la concentración de la
tierra, la reducción de empleos en el campo como
consecuencia de la mecanización, el aumento de
los insumos agrícolas y el desplazamiento de la
agricultura familiar.
En
México, la exportación del grano de
maíz hacia Estados Unidos para
transformarlo en combustible llegó a
duplicar en algunas zonas el precio
de la tortilla de maíz, base de la
alimentación de la mitad de la
población mexicana. |
5) Utilización de mano de obra en
régimen de esclavitud o semi-esclavitud, como ya
se ha visto en las plantaciones de varios
cultivos en los países de la región,
particularmente la caña de azúcar en Brasil.
Es noticia corriente en la prensa brasileña la
“liberación” por parte del Ministerio de Trabajo
de asalariados rurales retenidos a la fuerza en
las fincas en condiciones de esclavitud. Pero
también en Colombia, en Cacarica, este
año ha sido denunciada la violencia contra
trabajadores del cultivo de palma destinada a la
producción de agrocombustibles
6) Dependiendo de las especies a
ser cultivadas y de su manejo, el “balance
energético” (lo que entra y lo que sale del
sistema de producción de los agrocombustibles)
podría ser negativo. Son conocidos los trabajos
de Pimentel y Patzec que demuestran que el caso
del grano de maíz utilizado para la elaboración
de etanol resulta en un balance negativo,
requiriendo mayor cantidad de energía para su
elaboración que la que se obtiene como contenido
energético del producto final.
7) Si se analiza desde el punto
de vista de la contribución al cambio climático,
puede resultar peor el remedio que la
enfermedad. Comparativamente con las otras
regiones del globo, la mayor proporción de gases
de efecto invernadero generados en América
Latina no provienen del sector energético
sino del sector agropecuario, especialmente el
metano de la producción ganadera y el óxido
nitroso derivado de la agricultura. El
incremento de la producción agrícola para la
fabricación de combustibles aumentará las
emisiones de este sector en nuestros países, y
no es seguro que éstas se compensen con las
reducciones que se obtengan por el cambio de
combustibles fósiles en el Norte.
Otra vez sopa
La caña de azúcar fue un símbolo
de la esclavitud y explotación de la materia
prima latinoamericana en beneficio de los países
ricos. La preocupación de muchas organizaciones
sociales y de campesinos es que una vez más
estamos a las puertas de caer en la trampa de
ser los meros abastecedores de materias primas
para que el Norte pueda mantener su padrón de
consumo a costa de la miseria de los
trabajadores y trabajadoras rurales y el
ambiente del Sur. No alcanza con tener un
producto de exportación de alta demanda en los
grandes mercados. Es necesario vigilar las
condiciones laborales de los generadores de la
riqueza, la distribución equitativa de la renta
obtenida, la conservación de la calidad
ambiental y la integridad de los bienes
naturales. En caso contrario, continuaremos
alimentando con nuestro sudor y nuestro ambiente
a los tíos ricos del Norte
En Montevideo, Gerardo Honty
© Rel-UITA
2
de mayo de 2007
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NdE:
Gerardo Honty, es uruguayo,
Sociólogo, Coordinador del
Programa de Energía de CEUTA e Investigador de
CLAES en Energía y Cambio Climático.
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Azúcar amarga
Con Bruno Ribeiro de Paiva
Por Gerardo Iglesias
Brasil es el mayor productor de caña de azúcar
del mundo. Cerca de 5 millones de hectáreas
están cubiertas por este cultivo. Bruno Ribeiro,
abogado, defensor de los trabajadores rurales
azucareros y fruticultores, de la Comisión
Pastoral de la Tierra y de la Federación de
Trabajadores de la Agricultura de Pernambuco,
nos cuenta sobre el lado oscuro del blanco
producto
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Reunión Global de Trabajadores de Palma
Africana
Los agrocombustibles en el tapete (II)
Rel-UITA
El domingo 18, víspera del 25 Congreso, treinta
sindicalistas de cuatro continentes debatieron
sobre el avance de la palma africana y sus
implicaciones en el plano ambiental, social y de
la salud pública
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