Monsanto y la dependencia |
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De acuerdo a su último balance, durante 2011 Monsanto vendió por
4.124 millones de pesos (lo equivalente a 875 millones de dólares, a
razón de 7.955 pesos (aproximadamente 1688 dólares) por minuto |
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Entre 1996 y el 2006, la empresa forestal Alto Paraná (propiedad de
la chilena ARAUCO), “aplicó un millón ocho mil kilos de glifosato en
sus plantaciones de pinos… |
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En 1996 la Argentina aprobó la llamada soja RR de Monsanto. De tal forma el
primer cultivo transgénico llegó al país y a partir de lo cual se sembró soja
hasta en las macetas.
A
fines de agosto pasado, el gobierno nacional vuelve a apostar a la
transnacional. Dispuso la liberación comercial de la llamada soja “Intacta
RR2 Pro”, que fue modificada genéticamente por Monsanto para lograr un cultivo
que como su antecesor será resistente al glifosato (el más popular herbicida) y
le agregará resistencia al ataque de insectos.
Sostienen las informaciones que Monsanto, que “además de esas
correcciones promete un aumento de los rindes de hasta 8 por ciento (en la
cosecha argentina, eso significaría 4 millones de toneladas más), había lanzado
esta innovación en Estados Unidos, Brasil y Paraguay”.
La
decisión fue la consecuencia de una reunión mantenida por la presidenta de la
Nación, Cristina Fernández de Kirchner, con los directivos de Monsanto
a fines de junio pasado.
A la
transnacional no le
va
mal en la Argentina
De
acuerdo a su último balance, durante 2011 vendió por 4.124 millones de pesos (lo
equivalente a 875 millones de dólares, a razón de 7.955 pesos (aproximadamente
1.688 dólares) por minuto, ubicándose en el puesto 71 entre las mil empresas que
más venden en estos arrabales del mundo.
No hace mucho, en Córdoba, un fallo judicial determinó que contaminar con
glifosato es un delito pero los ejecutores quedaron libres. Una sentencia que
solamente se puede explicar por los negocios que le permite el gobierno a la
transnacional.
Por eso, en cualquier geografía de la Argentina el agrotóxico aparece de
cualquier forma y en cualquier cantidad.
Según el ingeniero forestal Julio Bernio, -docente de la Facultad de
Ciencias Forestal de Misiones- entre 1996 y el 2006, la empresa forestal Alto
Paraná (propiedad de la chilena ARAUCO), “aplicó un millón ocho mil
kilos de glifosato en sus plantaciones de pinos, a los que hay que sumarle los
otros agrotóxicos que utilizan en un poderoso cóctel”.
Describió que Alto Paraná los “usa en la pre y post-plantación, o sea del
primero al tercer año del árbol. Aplican un poderoso cóctel compuesto por
distintos herbicidas, un pre-emergente que forma una película sobre el suelo,
que mata a las plantas apenas germina la semilla, y un detergente como
coayudante”.
“Además
hay que tener en cuenta la contaminación directa con agrotóxicos, ya que estos
se disuelven en 200 litros de agua por hectárea, y el líquido lo toman de
arroyos y nacientes.
Se hacen como mínimo, dos aplicaciones por año, en las 15 mil hectáreas que
tienen con plantaciones de uno a tres años”.
Bernio
agregó que “en la empresa nos prohibían que digamos agrotóxicos, y teníamos que
referirnos a los mismos como agroquímicos. No tenemos que engañarnos, acá la
cuestión pasa por la salud de la gente y el derecho que todos tenemos de hacer
uso correcto de los recursos naturales, no podemos hacer lo que queremos en una,
diez o miles de hectáreas”.
El
investigador contó que la contaminación “en Misiones se complica por las lluvias
torrenciales y suelo quebrado. Llueve, lava todo el suelo, y eso va a parar a
los arroyos.
El 80 por ciento de las ciudades de la provincia toman el agua de los arroyos
para potabilizarla y todos los componentes químicos van a parar ahí”.
Bernio dijo que en el 2006, “en una audiencia pública realizada en
Eldorado denunciamos que Alto Paraná ocultaba información.
Les
dije que utilizaban un kilo y medio de Roundup (el glifosato de Monsanto)
por hectárea, pero la respuesta fue patética: nos contestaron que antes
utilizaban dos kilos y medio”, apuntó el investigador.
En la Argentina del presente, más allá de los discursos nacionales, populares y
progresistas, la aplicación del glifosato en cualquier punto de su geografía y
las monumentales ganancias de Monsanto demuestran el grado de dependencia de
empresas transnacionales que hacen lo que quieren.
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