Tras largos meses de propaganda
política, el FMLN y Arena
cierran sus campañas con actos
multitudinarios.
El proselitismo grueso de la
extenuante campaña electoral para el
15 de marzo próximo ha concluido.
Quedarán escaramuzas de poca monta,
pero ya nada cambia la decisión de
quienes irán a votar.
Los candidatos presidenciales
Mauricio Funes, del
Frente Farabundo Martí para la
Liberación Nacional (FMLN) y
Rodrigo Ávila, de
Alianza Republicana Nacionalista
(Arena), culminaron, respectivamente
el sábado y el domingo sus campañas
con masivas concentraciones.
No cabe duda que la masividad de los
simpatizantes del FMLN fue
superior, pero los medios más
importantes de este país hicieron lo
posible por ocultarla, y magnificar
la concentración de Arena.
Se trató no sólo de invisibilizar el
acto “efemelenistas”, sino de
desprestigiarlo. El presentador
principal en la actividad
oficialista en el Estadio
“Cuscatlán” dijo que “seis cuadras
eran fáciles de llenar con un montón
de vagos”. El sábado también dos
avionetas de Arena sobrevolaron el
acto de Funes y tiraron
panfletos, con tal mala suerte que
el viento los arrastró hacia el
Centro de Gobierno.
No vivimos en un
paraíso, dijo Ávila
El candidato presidencial de Arena, de
El Salvador, cerró su
campaña proselitista en el estadio
Cuscatlán, que fue abarrotado.
Ávila, ex director de la policía,
fue ovacionado por miles de
simpatizantes, así como por los ex
presidentes Alfredo
Cristiani, Armando
Calderón, Francisco
Flores y el actual mandatario,
Antonio Saca, todos
correligionarios "areneros".
También Ávila fue respaldado por los
máximos líderes de los partidos
Frente Democrático Revolucionario (FDR)
y partidos Demócrata Cristianos (PDC)
y Conciliación Nacional (PCN),
respectivamente, Julio
Hernández, Rodolfo
Parker y Ciro Cruz
Cepeda. Los tres en sus
discursos llamaron a la unidad
nacional y a la lucha contra el
comunismo.
El que más desentonaba era Julio
Hernández, del FDR, que
se le notaba incómodo a la hora en
que se entonaba la “Marcha de Arena”
y en el momento en que una de sus
estrofas dice: “El
Salvador será la tumba donde los
rojos terminarán...”.
Se calcula que el Cuscatlán tiene
capacidad para unas 50.000 personas,
pero con las personas que estaban en
la cancha y fuera de las
instalaciones, los "areneros"
habrían movilizado a más unos 80.000
correligionarios, según
estimaciones.
Ávila inició su encendido discurso
haciendo un recuento histórico de la
lucha de los salvadoreños por la
libertad y mencionó varios hechos
trascendentales: la gesta
independentista de 1821; la derrota
de la insurrección de 1932, el
inicio de la guerra en 1980 y la
firma de la paz en 1992.
Pasó por alto la etapa de dictaduras
militares sufridas y se olvidó
mencionar que en 1932 el dictador
Maximiliano Hernández
Martínez masacró en pocos días a
más de 30.000 campesinos e
indígenas. Mencionó que la guerrilla
saboteó la infraestructura y que
hasta masacró vacas, pero pasó por
alto el asesinato del Arzobispo
Oscar Arnulfo Romero
por escuadrones de la muerte de
ultraderecha y el asesinato de seis
sacerdotes jesuitas, ejecutado por
un comando militar en 1989, así como
decenas de masacres campesinas que
el ejército cometió en la guerra
civil y que se mantienen en la
impunidad.
No obstante, reconoció que ambas
parte, gobierno y guerrilla,
cometieron desmanes. Llamó a votar a
todos los salvadoreños para
"defender la libertad" y no permitir
que los "comunistas impongan el
Socialismo del Siglo XXI", que
impulsa Hugo Chávez y
que ha "exportado" a Ecuador,
Bolivia y Nicaragua.
Ávila dijo que pese a las
muchas cosas buenas que tiene El
Salvador, "no vivimos en un
paraíso", por lo que se comprometió
a construir casas para todos
aquellos que viven en "champas"
–casas de cartón—. Prometió
incentivar la agricultura y la
industria; extender la red de ayuda
solidaria a la gente más pobre y
alfabetizar a los adultos
analfabetos.
El acto de Arena culminó con
un festival bailable, pero cientos
de personas trataban de salir del
Cuscatlán en busca de agua y sombra
ante el implacable sol.
En algún momento de su discurso,
Ávila dijo que “los
secuestradores, los extorsionistas,
los criminales y pandilleros” no
quieren que él llegue a ser
presidente, “pero después del 15 de
marzo” y cuando asuma el gobierno
“se las van a tener que ver
conmigo”.
No obstante, uno de los grandes
déficits de los gobiernos de Arena
ha sido el combate de la violencia y
de la criminalidad. Saca entró al
gobierno prometiendo que a través de
plan de “Súper Mano Dura” iba a
hacer de El Salvador
el país más seguro de Latinoamérica,
pero la realidad indica todo lo
contrario: las tasas de homicidios
de casi 60 por cada 100.000
habitantes que tiene esta nación la
hacen una de las tres más peligrosas
del mundo.
Todos a defender el
voto, dijo Funes
Mauricio Funes cerró el sábado ante
miles de seguidores que llegaron en
caravanas de todos los rincones del
país y se aglutinaron en la extensa
y amplia avenida Juan Pablo II.
Desde las masivas manifestaciones de
finales de los 70, no se apreciaba
tanta gente en las calles por una
causa política. Algunos cálculos
hablan de 250,000 personas.
Funes, periodista de profesión, ha
sido el candidato presidencial que
la mayoría de las encuestas que se
conocieron en año pasado y en lo que
va del presente, resultó ser el
favorito, aunque los últimos sondeos
advirtieron una reñida elección
entre Funes y Ávila.
Funes, visiblemente
emocionado, demostró sus dotes de
buen orador; se comprometió a
realizar –si gana las elecciones— un
cambio que lleve a El Salvador
justicia, empleo y equidad para
todos los salvadoreños.
"A Casa Presidencial no entraré
solo", dijo Funes, quien
luego apuntó que entrará al gobierno
"de la mano de los pobres a quienes
siempre tuvo presente nuestro
Arzobispo Mártir Oscar
Arnulfo Romero".
Romero, mencionado en dos ocasiones
por el candidato izquierdista, murió
asesinado por un francotirador que
presuntamente actuó bajo las órdenes
del ex mayor Roberto
D´Aubuisson –ya fallecido—
fundador de Arena.
Funes llamó en reiteradas veces a la
unidad nacional, a los empresarios,
a los obreros, a los campesinos y a
los profesionales a integrarse al
"cambio seguro" que El Salvador
necesita, para desarrollar el país
entre todos y no en provecho de un
"reducido grupo" que usufructúa las
riquezas nacionales por los
“favores” que recibe del Estado.
Funes ha sido víctima de una intensa
campaña, a la que denominan "sucia",
en la que la derecha ha tratado de
inflingir miedo. Pero el político
izquierdista advirtió que "el 15 de
marzo los salvadoreños derrotarán al
miedo". En tal sentido, llamó a
todas las bases del FMLN a
defender el voto, a “no dejarse
robar un solo voto”.
Diversos dirigentes del FMLN
insisten en que pueden cometerse
fraudes electorales; lo expresaron
que ello había ocurrido en San
Salvador, donde perdieron las
elecciones, pero fuentes del
Tribunal Supremo Electoral (TSE)
y de los organismos internacionales
de observación indicaron que ni una
sola denuncia de fraude prosperó ni
está siendo procesada. “Hay
irregularidades, pero ello es muy
distinto a un fraude”, apuntó un
observador de la Unión
Europea (UE).
Antes de Funes, tomaron la
palabra Medardo González,
coordinador general del FMLN;
el ex candidato presidencial por el
conservador Partido de Conciliación
Nacional (PCN), Tomás
Chévez y el candidato a la
vicepresidencial por el FMLN,
Salvador Sánchez
Cerén.
Tomás Chévez, pastor
evangélico, tuvo un lapsus cuando
dijo: “Las bases del PCN
dirán el 15 de marzo: ¡¡Presente por
la Patria!!”, que es la consigna
“arenera”, pero luego rectificó y
dijo “¡Presente por el Cambio!”.
Todos coincidieron en llamar a votar
por Funes y por el "cambio"; por
"sacar a ARENA del poder",
que lo ha mantenido durante 20 años.
Al igual que en el acto “arenero”,
en el del FMLN había gente
con camisetas verdes de la
Democracia Cristiana; azules del
Partido de Conciliación Nacional (PCN)
y amarillas, tanto del FDR
como de Cambio Democrático. Lo que
simboliza que la sociedad civil como
la política está dividida casi por
mitades iguales. ¿Quién ganará?
Ambos quieren ganar, triunfador
habrá solamente uno.
De triunfar Funes, sería la
primera vez que la izquierda
arribaría al poder gubernamental,
esta vez a través del voto y no de
la insurrección armada como fueron
sus intentos en el pasado.