Este es uno de los mejores
países del mundo para visitar y para vivir, dicen los tópicos y la Cámara de
Turismo: clima moderado, diversidad de culturas, variedad de paisaje, flora y
fauna, permanente estado de primavera. Una maravilla,
a no ser que usted forme parte de ese 51% de
ciudadanas y ciudadanos que vive en pobreza o pobreza extrema: 6.625.892
personas, según la Encuesta Nacional de Condiciones de Vida, bastantes más a
partir de lo que usted y yo vemos en las calles todos los días.
Un país de oportunidades,
multiplicadas por casi 2 millones en
los Estados Unidos, lugar idóneo para emigrar, trabajar, ahorrar,
aportar a la sobrevivencia y ser fríamente deportado años después.
Muy linda Guatemala. La
gente es amable y te sonríe al pasar, incluso esos hombres que se desplazan en
las inmediaciones del Congreso en un auto Hummer polarizado, dos delante y dos
detrás, tan risueños y armados hasta los dientes ellos. ¿Y nuestros sitios
turísticos? Históricos, acogedores, coloridos, exuberantes, sólo hay que cerrar
los ojos ante los mendigos o los niños que perturban la natural tranquilidad -one
quetzal, one quetzal- porque la belleza, así, sin más, no da para comer.
Aquí, en este rinconcito del
mundo, todavía puede uno empezar de cero y ascender a la cúspide del poder
económico y político (de humilde limpiabotas o vendedor de pollo a presidente de
corporación, dicen las leyendas alrededor de algunas de las grandes fortunas
actuales). No obstante, y para no tentar demasiado a la suerte, es conveniente
seguir algunas reglas no escritas pero infalibles: poseer apellidos emparentados
más o menos directamente con Bernal Díaz del Castillo; concebir el Estado
al servicio de las corporaciones y la acumulación; considerar los derechos
laborales como obstáculo para el progreso; impedir la competencia; utilizar la
violencia cuando el orden natural de las cosas -es decir, la propiedad privada y
el beneficio máximo- se ven amenazados.
¡Qué maravilla! cualquiera
puede hacer lo que quiera y para sí mismo, sin el fastidio de intentar forjar un
destino para todos, más o menos equitativo. Los diputados legislan -normalmente
no lo hacen, es decir, se ausentan- para garantizar sus negocios y los de sus
allegados: venden plazas de maestro o funcionario; construyen a la mitad del
costo de lo que cobran; obtienen licencias fraudulentas para sus empresas
(taxis, transporte extraurbano, mineras que no efectúan los estudios
socioambientales o no tienen en cuenta la opinión de las comunidades).
Los funcionarios de gobierno,
sin mayores credenciales, incluido el presidente, se dedican a incrementar su
fortuna durante su tránsito fugaz por el Estado (o varios tránsitos
multiplicados por la fugacidad de cada uno de ellos). Sin excepción, son
recordados por su capacidad para robar y por alguna obra física que no tienen
más remedio que ejecutar: la familia Berger Widmann, gobernante en el
periodo 2004 - 2007, se convirtió en uno de los ocho grupos corporativos más
influyentes económicamente, a partir de los negocios en la minería, el azúcar y
los agro combustibles. Dejó un lujoso (medio) aeropuerto y muchas carreteras
(medio) construidas. Portillo (2000-2003) acumuló riqueza para vivir
cómodamente el resto de sus días, y fortaleció sectores económicos emergentes,
con capacidad de incidencia en las políticas de gobierno (Julio Girón,
Mario Estrada y otros). Dejó una nueva sede para la Academia de Lenguas
Mayas, ALMG, y una hasta ahora inutilizada frecuencia para la Televisión Maya.
Álvaro Arzú (1996 - 1999) incumplió los Acuerdos de Paz que el mismo
firmó y privatizó los bienes estatales, en su beneficio.
También hacen lo que quieren,
sin regulación, control ni sanción, conductores y dueños de camionetas, policías
y fiscales que nunca investigan a los dueños del capital y el poder;
constructores que ven en la naturaleza un enemigo; los micro poderes en las
ciudades, las colonias, la familia, el hogar: padres de familia, amantísimos
esposos, compañeros o hijos que maltratan a “sus
mujeres”, el hombre también como dueño y por tanto, violento e
impune: al menos un 60% de mujeres sufre violencia intrafamiliar, según la
Procuraduría de los Derechos Humanos.
En fin, qué tranquila y segura
Guatemala. Con tantas armas
circulando y hombres armados en cada rincón (150.000 agentes de seguridad
privados, 50 millones de municiones vendidas durante 2006, afirma el Centro de
Estudios de Guatemala) nos podemos sentir plenamente protegidos 24 horas al día,
los 365 días del año.
Guatemala de
paradojas y esquizofrenia, hasta el punto que nos tenemos que inventar como
país, porque no existimos desde el punto de vista de una convivencia justa y
equitativa. Escribe Marco Antonio Flores
Siempre fui dos:
viví de sueños.
De niño me inventaba un padre
cariñoso
y contaba sus hazañas a mis
amigos.
De adolescente solitario
concebí novias
hermosas y calientes
y rodaba con ellas por la
cama mientras mi mano
atontaba mis espermas.
Luego recibí multitud de
premios literarios,
fui un famoso escritor y el
máximo comandante de
la revolución
en tanto la soledad estrujaba
mis entrañas.
Ahora me invento un país.
Es cierto, somos país a la
fuerza, construido a partir de la explotación y la anulación de la pluralidad de
los múltiples países y realidades (mujeres, jóvenes, campesinos, indígenas,
lesbianas, homosexuales, etc.) que lo integran. ¿Se anima usted a modificar esta
situación?
Por Andrés Cabanas
11 de abril de 2008