Día mundial
por la seguridad y la
salud en el trabajo
Dos millones de
muertos en el trabajo por año: una hecatombe que podría evitarse, estima la OIT
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Una muerte cada quince segundos. Seis mil por día. El
trabajo es más letal que las guerras. También hiere y
mutila. Anualmente se registran casi 270 millones de
accidentes, 350.000 de los cuales son mortales. La
Organización Internacional del Trabajo estima que muchos de
esos dramas podrían evitarse. Sin embargo, transcurridos ya
veinte años de la catástrofe de Bhopal, donde en unas pocas
horas hubo un saldo de 2.500 muertos y 200.000 personas
heridas, la situación no ha mejorado mucho.
Kemerevo, Siberia, 10 de abril de 2004:
mortífera explosión en una mina, mueren por lo menos
cuarenta y cuatro mineros. Comentario: la industria minera
rusa está en mal estado por falta de mantenimiento, los
accidentes son frecuentes. Jieyan, China, 9 de abril de
2004: doce obreros muertos y tres heridos por electrocución
al haber entrado en contacto con un cable de alta tensión de
10.000 voltios. Comentario: desde enero hasta octubre de
2003, en la industria y en las minas chinas se registraron
13.283 accidentes de trabajo, un aumento del 9,6 por ciento
con respecto al año precedente. El alza es especialmente
marcada en el sector de la construcción. Dublín, Irlanda, 13
de abril de 2004, un estudio revela que el estrés afecta a
centenares de miles de trabajadores y trabajadoras. En 2003
se perdieron cuatro millones de días de trabajo, con un
costo total de más de 170 millones de libras (300 millones
de dólares, 250 millones de euros).
Praga, 14 de abril, según el presidente de un
sindicato, la cuarta parte de los accidentes -incluidos los
accidentes de trabajo mortales- se producen en el sector...
¡de la salud! En febrero, en Phnom Penh, varias decenas de
trabajadoras de una fábrica textil se desmayan ante sus
máquinas. El local estaba mal ventilado y la empresa
utilizaba sin control un producto altamente tóxico, el
tricloretileno. Comentario: la jornada de los trabajadores
de la fábrica comportaba habitualmente dos horas más que el
horario autorizado. Las fábricas se construyen sin tomar en
cuenta los riesgos para la salud. Otras dos fábricas no
permitieron el ingreso a los inspectores del trabajo.
Enero de 2004, explosión en el complejo de
gas natural licuado de Skikda, en Argelia: 27 trabajadores
muertos. Como se ve, en el segundo puerto en importancia de
Argelia también pueden ocurrir accidentes grandes. Diciembre
de 2003, explosión de una mina en China: 200 muertos.
Noviembre de 2003, derrumbamiento de la escalera que llevaba
al buque Queen Mary 2, que entonces estaba en construcción
en Saint-Nazaire, Francia: 10 muertos. Cuando se terminan
las obras del predio de los Juegos Olímpicos de 2004 en
Atenas, ya han ocurrido por lo menos 154 accidentes de
trabajo. Doce obreros de la construcción perdieron la vida
en las obras. En octubre pasado, 600 obreros de la ciudad
olímpica hacían huelga para protestar por las malas
condiciones de trabajo en las obras.
El trabajo hiere, mutila, causa enfermedades
y, con demasiada frecuencia todavía, también mata. No por
fatalidad sino por negligencia. No porque no haya normas al
respecto sino porque se las viola. No debido a la pobreza
sino a la falta de prevención. Demasiado a menudo se sigue
todavía poniendo gratuitamente en peligro la vida de los
trabajadores y trabajadoras. El medio ambiente también corre
peligro. Recordemos Seveso, donde el 10 de julio de 1976 una
nube de dioxina se escapa de un reactor de una fábrica de
productos químicos y se extiende sobre la llanura lombarda
(Italia). Si bien no murió nadie, muchas personas tuvieron
secuelas. En el plano ecológico, la catástrofe es aún más
tangible: además de los 3.300 animales domésticos que
murieron intoxicados, fue necesario matar a cerca de 70.000
cabezas de ganado. Además, las tierras agrícolas y las casas
exigieron duros esfuerzos para descontaminarlas.
Seis mil muertos por día
La Organización Internacional del Trabajo, un
organismo tripartito (gobiernos, empleadores, sindicatos) de
las Naciones Unidas, estima que anualmente mueren en el
trabajo más de dos millones doscientas mil personas, 750.000
mujeres y 1.500.000 hombres. La diferencia entre la cantidad
de hombres y de mujeres se explica en gran parte por la
repartición de ambos sexos en los empleos peligrosos. La OIT
señala además que la gran cantidad de mujeres que trabajan
en la agricultura de los países en desarrollo son
especialmente vulnerables a las enfermedades contagiosas
vinculadas al trabajo. Los expertos de la Organización
declaran que, de todas maneras, las estadísticas son muy
inferiores a la realidad, señalando que en muchos países se
carece de información y de comunicaciones al respecto. En
todo caso, son seis mil muertos por día, uno cada quince
segundos, que es una cifra superior a los estragos que las
guerras ocasionan cada año.
Entre esas muertes, casi 350.000 tienen lugar
durante accidentes de trabajo. Otras son originadas por
enfermedades profesionales. Así, más de 400.000 muertes son
originadas por la exposición a sustancias químicas,
responsables de los 35 millones de casos de enfermedades
profesionales que se registran en el mundo. Todos los años
aparece un millar de sustancias químicas nuevas y
cotidianamente se utilizan más de cien mil. Muchas de esas
sustancias, si no se manipulan correctamente, son factores
de riesgo. Más de trescientos mil casos anuales de cáncer se
deben a esas sustancias peligrosas.
Los funcionarios de la OIT señalan que, en su
opinión, “si bien no existe el riesgo cero, no se debe
considerar que los accidentes de trabajo son una fatalidad
ya que no se producen, son causados”. Y las causas pueden
ser múltiples, pero todas convergen hacia la negligencia: la
de los empleadores poco escrupulosos que se muestran reacios
a destinar recursos a la seguridad, en nombre de las
ganancias; la de los gobiernos que vacilan en ratificar
convenios y convenciones internacionales y asignan muy pocos
medios a sus inspectores del trabajo para hacer respetar los
que han ratificado; la de los mismos trabajadores, a veces,
que en muchísimas ocasiones se debe a falta de capacitación
y de información.
La salud y la seguridad en el lugar de
trabajo es responsabilidad exclusiva del empleador. Hay
quienes las asumen y hacen de ellas cada vez más una ventaja
comparativa en sus campañas publicitarias. Otros parecen
optar por las ganancias a corto plazo en detrimento de la
prevención.
¿Cómo se explica si no que millones de
trabajadores estén todavía hoy expuestos al amianto cuando
se sabe que esa fibra mata a más de 100.000 personas por
año? Negligencia de ciertos empleadores y gobiernos que se
empecinan en utilizar ese producto (del cual algunos
continúan alabando los méritos). Negligencia también de los
gobiernos que no parecen tener prisa por ratificar y aplicar
el Convenio internacional adoptado por la OIT en 1986 para
prohibir ciertos tipos de amianto. A la fecha, dicho
convenio fue ratificado nada más que por 27 de los 177
Estados miembros de la Organización.
“El amianto ya fue prohibido en unos 25
países. Pero eso significa que más de 150 continúan
utilizándolo”, señala Jukka Takala, funcionario de la OIT
del área de seguridad y salud en el trabajo. “Si bien la
amiantosis no es una enfermedad contagiosa, nos gustaría
hablar de epidemia, principalmente en lo referente al
mesotelioma, una forma de cáncer de pleura o del peritoneo
causada por el amianto. No olvidemos además que una vez que
un trabajador estuvo expuesto al amianto, la enfermedad
puede tardar entre 20 y 35 años hasta manifestarse”, agrega
el Sr. Takala.
Miles de
niños sacrificados
La negligencia se pone asimismo de manifiesto
cuando se sabe que todos los años mueren en el trabajo
22.000 niños -que se supone deberían estar yendo a clase-, a
pesar de toda una serie de convenios y convenciones
internacionales, de declaraciones y de leyes al respecto.
Por iniciativa de la Confederación
Internacional de Organizaciones Sindicales Libres (CIOSL),
el movimiento sindical tomó la responsabilidad de las
empresas como uno de los temas de su Día Internacional de
Conmemoración por los Muertos y Heridos en el Trabajo, el 28
de abril. La OIT brinda su apoyo a ese Día pidiendo a sus
mandantes tripartitos que conmemoren un Día Mundial por la
salud y la seguridad en el trabajo.
“Queremos que se inflija penas más serias a
los empleadores que violan las medidas de seguridad”,
reclama la Federación Internacional de Trabajadores de la
Construcción y de la Madera, un sector conocido por la
peligrosidad del trabajo y donde ocurren gran cantidad de
accidentes de trabajo y enfermedades profesionales. La
mayoría de las 300 víctimas cotidianas del amianto proceden
del sector de la construcción.
“Trabajamos para vivir pero el trabajo sigue
siendo causa de muerte”, denuncia por su parte la Unión
Internacional de Trabajadores de la Alimentación, la
Agricultura y Afines (UITA). De los 270 millones de
accidentes de trabajo que se registran anualmente en el
mundo, muchos tienen lugar en la agricultura, donde se
produce la mitad de los accidentes mortales: 170.000 en
2003. La situación llega a tal punto que los gobiernos,
empleadores y sindicatos decidieron adoptar en 2002 un nuevo
convenio internacional sobre la seguridad y la salud en la
agricultura, en virtud del cual los trabajadores podrían
negarse a efectuar tareas que pongan en riesgo sus vidas.
Muchos países han promulgado leyes para
reprimir las manifiestas negligencias en materia de
seguridad en el trabajo. Pero con frecuencia las sanciones
son irrisorias. “Si se deja en paz a las empresas que no
respetan la salud y la seguridad, éstas darán un mal ejemplo
y otras podrían verse tentadas de hacer menos esfuerzos”,
señala Jukka Takala.
Y sin embargo, la salud y la seguridad de los
trabajadores es también algo positivo para la empresa. Nada
más que en los Estados Unidos, el costo que representan para
las empresas los accidentes de trabajo asciende a decenas de
miles de millones de dólares: aumento de las pólizas de
seguro, prestaciones a los familiares de las víctimas,
reemplazo y capacitación de la mano de obra... A eso debe
agregarse la presión de los consumidores, cada vez más
deseosos de comprar productos “limpios”, y tomar en cuenta
la mejora de la productividad de los lugares de trabajo
donde ganarse la vida ya no es sinónimo de peligro. “Ninguna
empresa floreciente puede registrar índices satisfactorios
de productividad si su nivel de seguridad no es adecuado”,
puntualiza Jukka Takala. Las presiones a veces pueden servir
de aliento. Cuando Walmart, el gigante de la distribución
informó a sus proveedores de los países asiáticos que
tendrían que respetar las normas más estrictas en materia de
higiene y de seguridad, éstos reaccionaron inmediatamente.
“Hasta el más modesto proveedor tailandés demostró poder
adaptar su producción a las nuevas normas”, señala Jukka
Takala.
El costo de la negligencia
La pobreza ya no es tampoco una buena excusa
para postergar la aplicación de las normas de seguridad. En
realidad, el inmovilismo resulta mucho más costoso puesto
que los gastos vinculados con las enfermedades profesionales
y con los accidentes de trabajo (prestaciones de invalidez y
para los sobrevivientes, tratamientos médicos, días de
ausencia, etc.) son equivalentes al 4 por ciento del
conjunto de los PNB de todos los países del planeta, es
decir, más de un billón de dólares. Esta fortuna es veinte
veces superior al monto total de la ayuda pública destinada
a los países en desarrollo. No debe olvidarse que los países
industrializados tienen su parte de responsabilidad. “Los
países industrializados tienden a exportar sus riesgos a los
países en desarrollo. Allí la mano de obra no solamente es
más barata sino que además está netamente menos protegida.
Los puestos ingratos y difíciles se dejan a los países del
Sur y, por supuesto, el trabajo en las minas figura entre
ellos”, señala el especialista de la OIT. Así, las
enfermedades de los mineros, denominadas habitualmente
neumoconiosis, entre ellas la silicosis, prácticamente han
desaparecido en los países industrializados pero continúan
cobrando diariamente nuevas víctimas en el mundo en
desarrollo. Por ejemplo, se estima que en la actualidad hay
unos 10 millones de trabajadores expuestos a la silicosis y
que el polvo mortal causa 5.000 muertes por año. En Vietnam,
esa enfermedad es el origen del 90 por ciento de las
enfermedades profesionales para las cuales está prevista una
indemnización. En la India, casi dos millones de mineros
están expuestos a ella. En Brasil, son 6 millones y casi 2
millones en Colombia. En América Latina, según un informe
preparado por la OIT para el Día Mundial del 28 de abril, el
37 por ciento de los mineros sufre de silicosis y ese
porcentaje se eleva al 50 por ciento entre los mineros
mayores de 50 años.
Las estadísticas muestran asimismo que la
carga social y económica de los accidentes y enfermedades
vinculados al trabajo no está repartida de manera
igualitaria. Los índices de mortalidad de diversas regiones
de Oriente Medio y de Asia pueden equivaler al cuádruplo de
los de los países industrializados.
Asimismo, en la cobertura social concerniente
a la seguridad y la salud en el trabajo hay grandes
diferencias entre las distintas regiones del planeta: los
trabajadores de los países escandinavos gozan de una
cobertura casi universal mientras que nada más que el 10 por
ciento, o inclusive menos, de los lugares de trabajo de
numerosos países en desarrollo están cubiertos por una u
otra forma de cobertura. En muchos países desarrollados, la
cobertura en caso de lesiones y de enfermedades
profesionales puede aplicarse tan sólo a la mitad de la mano
de obra.
Las
armas de la prevención
Sin embargo, la OIT está convencida de que se
podría evitar buena parte de las catástrofes y de las
prácticas laborales cotidianas peligrosas. La prevención
debe convertirse en prioridad y las normas de la OIT pueden
contribuir a ello. Cerca de la mitad de los 184 convenios
adoptados por la OIT tienen relación con las cuestiones de
salud y de seguridad.
La ratificación de esas normas, es decir, el
compromiso formal de un país de respetarlas, no es pareja.
Algunas de esas normas, como el Convenio núm. 81 sobre la
inspección del trabajo (130 ratificaciones) han sido
ratificadas por numerosos países mientras que otras, como el
Convenio núm. 155 sobre la seguridad y la salud de los
trabajadores (42 ratificaciones) tienen resultados menos
alentadores.
Más allá de las normas, todos los estudios
confirman que la existencia de un diálogo social dentro de
las empresas contribuye a la prevención. Cuando hay
sindicatos plenamente reconocidos o un comité de seguridad e
higiene (paritario dirección/sindicato), la proporción de
accidentes grave llega a disminuir a la mitad con respecto a
la existente en empresas donde no se reconocen los
sindicatos o donde no hay comités paritarios.
En otro estudio se observó en un país que
casi el 80 por ciento de los lugares de trabajo
sindicalizados tenía un elevado nivel de respeto de la
legislación sobre seguridad y salud, mientras que solamente
entre el 54 y el 61 por ciento de los lugares no
sindicalizados presentaba un aspecto similar. No cabe duda
de que el accionar sindical en pro de la prevención permitió
salvar millones de vidas humanas, señala un funcionario de
la OIT. No es de sorprender que en 1984 los sindicatos de
Bhopal hubieran alertado sobre la inminencia de una
catástrofe. Lamentablemente no se los escuchó. Si bien la
libertad sindical es un elemento esencial del dispositivo de
prevención, también es cierto que muy a menudo todavía se la
mancilla. La actividad sindical misma reviste riesgos. El
precio que se debe pagar por mejorar las condiciones de
trabajo a veces es elevadísimo. El año pasado fueron
asesinados en el mundo doscientos sindicalistas.
Amenazado de muerte, Chea Vichea, un
dirigente sindical de Camboya, no había abandonado su lucha,
que permitió mejorar considerablemente las condiciones de
trabajo de alrededor de doscientas mil trabajadoras de la
industria de la confección de su país. El 22 de enero de
2004 fue cobardemente abatido en Phnom Penh de tres balazos
disparados a quemarropa.
“Trabajar en condiciones de salubridad no
solamente es una política económica eficaz sino que es
también un derecho humano fundamental”, declaraba en 2002 el
Secretario General de las Naciones Unidas, Sr. Kofi Annan.
Un derecho fundamental cuyo respeto universal exigirá
asimismo un cambio de mentalidad.
Luc Demaret y Ahmed Khalef
ACTRAV / OIT
27 de abril
de 2004
Luc Demaret es jefe de redacción de Educación obrera,
la revista trimestral que publica la Oficina de Actividades
para los Trabajadores de la OIT. El Dr. Docteur Ahmed Khalef
se especializa en medicina laboral, toxicología médica e
industrial, ergonomía práctica y sociología y ciencias
humanas aplicadas al trabajo. Es el punto focal de los temas
de salud y seguridad de la Oficina de Actividades para los
Trabajadores (ACTRAV) y está asimismo a cargo del
seguimiento de la región árabe.
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