Nicaragua

Femicidio en Nicaragua

 

El incremento de la violencia de género y los asesinatos de mujeres en Nicaragua ha despertado una ola de protestas entre las diferentes organizaciones que, desde hace muchos años, vienen denunciando este preocupante fenómeno que tiene raíces muy profundas y al cual no se le está dando la suficiente importancia por parte de las instituciones del Estado.

 

Según datos proporcionados por la Red de Mujeres contra la Violencia (RMCV), el monitoreo en los medios de comunicación señala un sustancial aumento de las victimas que han pasado de 29 en el 2000 a 65 en el 2007, mientras que ya son 18 las mujeres asesinadas en el primer trimestre del 2008.

 

Se calcula que una de cada tres mujeres en Nicaragua ha sufrido abuso sexual o actos de violencia intrafamiliar y el mismo porcentaje afecta a las niñas, mientras que son uno de cada cinco los niños que han pasado por el mismo drama. Las organizaciones de la sociedad civil que trabajan el tema de género denuncian, además, que existe un fuerte subregistro, porque las denuncias en la Policía tienen que ver con los episodios  más extremos y representan solamente una pequeña muestra de este alarmante fenómeno. Otra debilidad en la definición de una estadística real de lo que está aconteciendo es representada por el problema de la  epidemiología de la violencia, porque cuando una mujer llega en un centro hospitalario no se analiza a fondo lo que de verdad le ha pasado y no se remite el caso a la Comisaría para su debida investigación. “Estamos sumamente preocupadas por los altos índices de violencia contra las mujeres y estamos denunciando también que todas estas mujeres que han muerto venían sufriendo reiteradas formas de amenazas y de violencia por parte de sus parejas o ex parejas, pero el sistema judicial no les ha dado un debido curso a estas denuncias”, declaró Fátima Millón, de la Red de Mujeres contra la Violencia (RMCV), a Sirel.

Fátima Millón

 

“Para colmo, muchos delitos han quedado impunes porque existe un grave problema en su tipificación. Tenemos casos donde las mujeres han sido atacadas salvajemente pero no han muerto de inmediato y el delito se ha tipificado como homicidio frustrado y la pena para los agresores ha sido reducida. Estamos en mano de un sistema judicial que no favorece a las mujeres, y más bien las expone a perder sus vidas. Lamentablemente -continuó la activista de la RMCV- hay servidores públicos que siguen considerando que la violencia familiar es un problema privado y hay una complicidad muy grande de la institucionalidad con esta lógica familiar violenta que, al final, origina un fenómeno de impunidad en la mayoría de los casos. Siempre hay atenuantes para los agresores que maltrataron, violaron o mataron a su pareja o hijos e hijas”, concluyó Millón.

 

Para denunciar esta situación y hacer conciencia entre la población, la RMCV y otras organizaciones han promovido plantones todos los jueves en las principales ciudades del país.

Mónica Zalaquett

 

Razones profundas

 

Una de las causas del rápido incremento de la violencia de género y del femicidio es la crisis que está viviendo el modelo patriarcal y machista en la región centroamericana.

 

Según Mónica Zalaquett, directora del Centro de Prevención de la Violencia (CEPREV), organización que desde hace más de diez años está trabajando para prevenir las distintas formas de violencia, entre ellas la de género, y el abuso sexual contra la niñez, “todas estas formas de violencia las vemos bajo un enfoque integral que las acomuna, porque tienen un mismo problema de fondo que es la cultura patriarcal y las modalidades que adquiere en cada sociedad y cada país. Tenemos una aparente modernidad por la existencia de leyes que tratan el tema, pero estas leyes tienen una modernidad que no obedece al desarrollo cultural, social, político y económico de nuestras sociedades, sino a la presión que viene desde afuera para modernizarlas”.

 

Para la directora del CEPREV los cambios de género en los últimos años han generado un fuerte choque con la mentalidad medieval existente que lleva consigo creencias, culturas, estereotipos muy arraigados. “Un paradigma muy fuerte, atrasado y patriarcal en relación a la identidad de género, que está viviendo una crisis muy profunda por la grave situación económica y el desempleo del hombre. Cuando a un hombre se le quita poder -continuó Zalaquett-, se le está quitando una parte de su propia identidad masculina, que está asociada indisolublemente al trabajo y al rol de proveedor. A la vez, este rol se está trasladando paulatinamente a la mujer de forma pública y está comenzando a tener un rol mucho más protagónico de lo que tenía antes y esto la sobrecarga más. Para las mujeres, esta nueva condición que se está dando se convierte muchas veces en un problema, porque son forzadas a cubrir roles tradicionalmente masculinos, a seguir cumpliendo los roles femeninos y al mismo tiempo, están siendo cuestionadas por los hombres por estos cambios”.

 

 La experta en temas de género explicó a Sirel que surge el problema de que están cambiando los roles en ámbito público, pero no en la familia, y que se ha generado un cambio en la relación de poder, pero no en la mentalidad de las personas, “es decir, hemos forzado un cambio en la relación de poder tradicional, pero en el ámbito familiar la mujer sigue totalmente desprotegida, atrapada en tierra de nadie, donde impera la impunidad y la dictadura familiar. Es difícil que la mujer pueda defenderse en esta situación y hemos masculinizado a la mujer sin feminizar al hombre”.

 

La crisis del machismo

 

En este contexto, la crisis económica, el desempleo masivo y la consecuente pérdida de poder adquisitivo masculino es el detonante de la violencia, porque está sirviendo para restituir el poder que el hombre siente amenazado cuando pierde el poder económico. “Hay un fenómeno de revancha del hombre hacia la mujer y el nivel creciente de violencia es una especie de vendetta masculina a través de la violencia domestica. Nuestra cultura y esta lógica autoritaria de la familia, de tipo vertical, jerárquica, dictatorial, es una lógica muy presente en toda la región y requiere de la violencia para mantenerse, porque  bajo esta lógica autoritaria la violencia es un recurso para poder imponer la propia autoridad.

 

Las familias -recordó Zalaquett- continúan creyendo que existen diferencias entre las personas. El hombre vale más que la mujer y los adultos valen más que los jóvenes y los niños, así como resultan más importantes los de piel blanca que los más morenos o los que tienen mayores ingresos económicos. En esta jerarquía quien tiene el poder tiene también la razón y su palabra no se discute. En el ámbito familiar no existen las libertades democráticas que están plasmadas en el Estado de Derecho. La libertad de pensamiento, de expresión y también de movilización están severamente coartadas y la impunidad y la violencia se han vuelto algo normal, generando baja autoestima en las personas, sobre todo en los niños y niñas, porque para dominar a una persona tienes que despojarla desde la infancia de su confianza, de su seguridad en si misma, de su autoestima y esto genera en los niños y niñas dos reacciones: la sumisión o la rebeldía. Para los niños se trata de un despojo total de su parte femenina con la prohibición de expresar sentimientos, afectividad, emociones. Una verdadera castración emocional para que crezca “bien macho” y esto impide la empatía con la mujer, tanto que la sociopatía en estos países se ha vuelto una enfermedad social”.

 

Según Zalaquett, existe una verdadera crisis del modelo machista tradicional y nadie aparentemente le está dando importancia, mientras que el CEPREV exhorta a trabajar con los hombres para evidenciar que en esta situación de violencia ellos también tienen mucho que perder. “Hay un drama del machista que hay que tomar en cuenta, porque creemos que es la única manera para tratar de cambiar esta situación. Las mujeres son golpeadas, abusadas y asesinadas, pero también el hombre muere para demostrar que es más hombre y esto pasa a menudo en las calles. Hay que cambiar este modelo que asocia la masculinidad con la violencia y la muerte y hay que comenzar en las escuelas y presionar para que sea una política de Estado, porque detrás de esta situación hay un sinnúmero de fenómenos relacionados, como son los suicidios, la droga, la violencia de la pandillas, la trata de niños y niñas, entre otros. Es por esto que, por un lado hay que hacer incidencia en la clase política y por el otro trabajar a nivel educativo, cultural y con los medios de comunicación”, concluyó Zalaquett.

 

 

En Managua, Giorgio Trucchi

Rel-UITA

16 de mayo de 2008

 

 

 

 

Fotos: Giorgio Trucchi

 

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