Con Sérgio Irineu Bolzan
Cuando las avícolas son humanícolas
Cargill: el lucro feroz |
Sérgio
es presidente del Sindicato de
Trabajadores de la Industria de la
Alimentación de Sidrolândia, tesorero de
la Federación de Trabajadores en la
Alimentación de Mato Grosso do Sul y
también de la CUT estadual. Su vasta
experiencia como trabajador y
sindicalista queda expuesta en esta
charla que mantuvo con Sirel, en la que
detalla varios aspectos clave para
entender las consecuencias del ritmo de
trabajo inhumano en las avícolas.
Tiene 46 años y nació en Rio Grande del Sur. Su padre era un
pequeño agricultor familiar que
trabajaba un área de 25 hectáreas.
Cuando crecieron, los hijos fueron
emigrando. Sérgio lo hizo hacia
Mato Grosso do Sul, donde durante los
dos primeros años trabajó en una
estancia como “motorista”, y en 1997
entró en la empresa que hoy es
Cargill,
en Sidrolândia.
-¿Recuerdas cuántos pollos se procesaban
diariamente cuando ingresaste?
-Aproximadamente 70
mil al día, con cerca de mil
trabajadores y trabajadoras en la
planta. Se hacían dos turnos de 8
horas 40 minutos cada uno.
-¿Y en la actualidad?
-Cerca de 160 mil
pollos por día para 2.200 funcionarios
trabajando en tres turnos de 7 horas 20
minutos.
Ahora hay una máquina que
retira las patas y las alas
del pollo. Las patas caen en
una cinta deslizante, y en
la punta hay un funcionario
de la empresa llamado
“contador”, que cada 33
segundos larga tres patas
para cada desosador. Eso
significa que cada 66
segundos hay que desosar
seis piezas que ya no son
sólo las patas sino también
los muslos. |
-¿Cómo era el trabajo cuando empezaste?
-En aquella época existía un período de entrenamiento de tres
meses durante los cuales no había
obligación de cumplir una meta de
productividad.
Entré en
la sección “Deshuese”, y desosaba entre
2,3 y 3 patas de pollo por minuto. Desde
2003 el trabajador o trabajadora entra
directo a la línea de producción. Hace
el entrenamiento directamente allí y en
20 o 30 días ya tiene que cumplir las
mismas metas que aquellos que tienen
tres o cuatro años de experiencia.
-¿Cómo ha cambiado la forma de trabajo?
-Ahora hay una máquina que retira las patas y las alas del
pollo. Las patas caen en una cinta
deslizante, y en la punta hay un
funcionario de la empresa llamado
“contador”, que cada 33 segundos larga
tres patas para cada desosador. Eso
significa que cada 66 segundos hay que
desosar seis piezas que ya no son sólo
las patas sino también los muslos.
Este es
el ritmo habitual, y cuando no falte
algún operario en la línea –cosa que
suele ocurrir- el ritmo de trabajo es
todavía más intenso y llega hasta ocho
patas desosadas por minuto, porque como
la empresa no tiene personal entrenado
para sustituir al que falta. Quiere
decir que el ritmo está mucho más que
duplicado.
-¿Hay mucha rotación de personal?
-Teniendo en cuenta
sólo los trabajadores del sector
producción, hay usualmente unos 100
trabajadores por mes que piden su
liquidación o son despedidos.
¿Cuáles son las consecuencias en la
salud de ese ritmo de trabajo?
-Son muy graves, porque cuando ese ritmo se mantiene sin
pausa, luego de un mes hay entre 15 y 20
por ciento del personal lesionado que
debe ser atendido en el Instituto
Nacional de Seguridad Social (INSS)
porque no aguantan más el dolor. Hay
compañeros y compañeras que llegan a
quedar inválidos trabajando.
-Tenemos bastante bien documentadas y
relatadas las consecuencias físicas del
ritmo de trabajo excesivo; ¿podrías
comentar cuáles son las consecuencias
psíquicas, en la gente?
-Las mujeres son las más afectadas por las LER, porque
ellas son mayoritarias en muchos de los
sectores de la planta en función de sus
mejores habilidades motrices. Además,
cuando llegan a sus hogares casi siempre
deben asumir una doble jornada de
trabajo con la atención a los hijos y la
gestión doméstica.
Las LER
son una enfermedad que causa mucho
dolor. Al observar una persona con LER
uno diría que no tiene nada porque no
hay daño físico visible, pero los
dolores son muy fuertes. Empiezan
localizados en las manos o los codos,
los hombros, y después se van
extendiendo por todo el cuerpo, el
cuello, la cabeza, se pierde la
flexibilidad, la fuerza, se padecen
temblores, insensibilidad en las manos.
Con el tiempo, los afectados por LER
se empiezan a sentir excluidos, porque,
por ejemplo, la utilización del tiempo
de ocio, como el domingo, es totalmente
diferente en su caso.
El
trabajador de otros sectores de
actividad aprovecha los domingos para
divertirse, salir con la familia, pero
el afectado por LER no tiene ninguna
voluntad de salir. Lo comprobamos en las
fiestas o actividades del sindicato,
donde muchos de ellos y ellas no se
integran, se quedan quietitos en sus
casas y no quieren siquiera salir.
-Están deprimidos…
-Es depresión. Desde 2002, cuando se formó el Sindicato,
hasta la actualidad tenemos cuatro
trabajadores jubilados por depresión,
reconocidos por el INSS. Por
supuesto, la enorme mayoría de los
afectados por diversos niveles de
depresión no se tratan por eso ni son
reconocidos por el INSS.
-¿Qué porcentaje de trabajadores y
trabajadoras está afectado por LER?
-Según
una investigación realizada en 2004-2005
por la UNAEF –una universidad privada-
en asociación con el sindicato, reveló
que entre las mujeres hay un 25 por
ciento que padece LER, y entre los
hombres un 18 por ciento. En aquella
época, las mujeres con depresión eran el
38 por ciento.
No incluimos ese dato como una
consecuencia directa del ritmo laboral
porque el resultado nos tomó tan de
sorpresa que el cuestionario resultaba
incompleto para relacionar, sin
discusión posible, la depresión con el
ritmo de trabajo. Por otra parte, algo
que induce a muchas personas a la
depresión es el asedio moral de los
supervisores y líderes de producción.
Cuando ese ritmo se
mantiene sin pausa, luego de
un mes hay entre 15 y 20 por
ciento del personal
lesionado que debe ser
atendido en el Instituto
Nacional de Seguridad Social
(INSS) porque no aguantan
más el dolor. Hay compañeros
y compañeras que llegan a
quedar inválidos trabajando. |
-¿En qué consiste ese asedio?
-Nuestro Sindicato luchó y consiguió que se incluyera en el
Convenio Colectivo una cláusula
estableciendo la participación del
personal en los lucros. Pero fallamos
porque no percibimos que quien elaboró
las metas y definió qué formaba parte de
esas metas fue la empresa sin nuestra
participación. A partir de esto se
origina una enorme presión, un verdadero
asedio moral para cumplir las metas, se
rechazan certificados de enfermedad
porque el ausentismo no puede superar un
cierto porcentaje cada día, entre otras
cosas. Esto viene a sumarse a las LER
como causa de depresión. Los
supervisores y líderes están entrenados
para mantener al trabajador
hipermotivado con el premio de fin de
año; les dicen que si se continúa con
bajo ausentismo, si no van al médico ni
se hacen certificar por el INSS
se llegará a dos salarios de base como
premio. El trabajador siempre necesita
aquel ingreso extra, y sin darse cuenta
termina haciendo el juego que la empresa
quiere. La desgracia es que en los
últimos meses del año fiscal, como por
arte de magia, los índices empiezan a
bajar y cuando el trabajador o la
trabajadora van a cobrar el premio
reciben apenas un 30 o 40 por ciento
extra, y no los dos salarios como
prometía la empresa.
Cargill manipula los sueños de los trabajadores y trabajadoras. En
el Sindicato ya estamos evaluando la
conveniencia de retirar esta cláusula
del Convenio porque causa más problemas
que ventajas.
-¿Cuánto es el salario base?
-Un desosador gana cerca de 380 dólares mensuales.
-¿Cuál es la situación de la familia de
Marco Antonio Pedro, fallecido en un
accidente de trabajo en la planta de
Cargill
en marzo de 2007?
-Después de un acto público que hicimos en setiembre de 2007
reclamando que la empresa se hiciera
responsable del caso,
Cargill
le entregó hasta diciembre una canasta
básica a la viuda y costeó una pequeña
reforma en la casa familiar, pero hasta
hoy no la asistió más. La justicia es
lenta, y todavía no hay un fallo
definitivo en el caso. Se trata de una
familia indígena que vive en una aldea
cercana, y cuyo único ingreso ahora es
la asistencia genérica que reciben los
indígenas en las aldeas. Lo más grave es
que ella también era trabajadora zafral
de la
Cargill,
pero desde la muerte de su marido la
empresa no volvió a contratarla.
-¿Qué porcentaje de indios trabaja en
Cargill
de Sidrolândia?
-Probablemente son el 20 por ciento del personal, unas 500
personas.
Y los que viven en las aldeas están muy presionados, porque mientras no
se le demarcan sus tierras tienen
dificultades de supervivencia ya que sus
áreas son demasiado pequeñas para
producir, el bosque está prácticamente
extinguido en su entorno y sólo pueden
plantar algunos cultivos elementales
para supervivencia. Hasta allí llega la
Cargill con sus formularios para
reclutar trabajadores y trabajadoras. Esto también provoca un cierto caos en los poblados ya que
se produce un aumento especulativo de
los alquileres y mayor presión sobre la
infraestructura –en general, débil- de
los pequeños centros urbanos. Aunque
parece una paradoja, hay que admitir que
el trabajo que ellos pueden conseguir en
el sector alimentación es todavía más
digno que en la caña de azúcar, con
peores alojamientos y pésimas
condiciones de trabajo, con ritmo aún
más intenso que en los aviarios.