En las
últimas dos décadas, la producción extensiva de palma africana se adueñó de gran
parte del territorio norteño de Honduras. Terratenientes locales convertidos en
productores palmeros han ido devorando miles de hectáreas. Los efectos negativos
también han alcanzado las comunidades garífunas y sus territorios ancestrales.
Miriam Miranda |
Desde hace muchos años, la Organización Fraternal Negra Hondureña (OFRANEH) viene
acompañando a las comunidades garifunas en su lucha diaria para lograr un mejor
nivel de vida.
En diferentes ocasiones,
OFRANEH ha levantado su voz denunciando los atropellos contra las
comunidades garífunas y alertando sobre el peligro que constituye el modelo de
monocultivos industriales y su impacto sobre el clima.
Durante el recorrido realizado
por la zona norte de Honduras, Sirel conversó con Miriam
Miranda, presidenta de OFRANEH.
-¿Cuál es la posición de OFRANEH acerca de los monocultivos y
la producción de agrocombustibles?
-Siempre hemos tenido una
posición firme de denuncia contra los monocultivos, más aún cuando se trata de
una producción, como la de la palma africana, que sólo sirve para complacer el
despilfarro energético de los países industrializados del Norte.
La expansión de ese monocultivo
en el país está generando serios problemas. Al final somos siempre nosotros, los
pueblos del Sur, quienes pagamos los platos rotos.
-¿Quiénes son los principales impulsores del cultivo de palma
africana en la zona?
-El empresario Miguel
Facussé. Comenzó comprando unas cuantas hectáreas y rápidamente se adueñó de
grandes extensiones de tierra. Se dice que tiene 25 mil hectáreas, pero de
verdad nadie sabe cuánta tierra posee.
Arrasó con todo para sembrar
palma y llegó hasta los territorios garífunas. Hasta tiene proyectos para
extender el cultivo de palma en la Mosquitia, que es reserva indígena y uno de
los principales pulmones de la región.
-¿Cuáles son las consecuencias para las comunidades garífunas?
-Lo que más nos preocupa es la
relación entre los monocultivos y el cambio climático, y nadie en el país está
haciendo un balance serio de los costos y beneficios de este modelo productivo.
La destrucción sistemática de
las cuencas hidrográficas, humedales, manglares, la pérdida de los cocales,
permitió, por ejemplo, que en 2005 la tormenta tropical Gama hiciera estragos en
varias comunidades.
-¿Qué ocurrió?
-Miguel Facussé hizo
construir una barrera para proteger sus plantaciones de palma de posibles
inundaciones. Eso provocó un desvío del río que inundó varias comunidades
garífunas. Los daños fueron incalculables y elevó el nivel de vulnerabilidad en
la zona.
También registramos graves
afectaciones por el uso indiscriminado de agrotóxicos, la pérdida de territorio,
un incremento de los desplazados ambientales y el traslado forzoso de la
producción de alimentos básicos.
Varias comunidades han
desaparecido a raíz del cultivo de palma y se han generado conflictos, violencia
y violaciones a los derechos humanos contra nuestra población.
-¿El modelo de monocultivos afectó también la cultura y la
identidad garífuna?
-El pueblo garífuna tiene el
concepto de territorio para desarrollar culturalmente su vida. No es sólo para
tener una vivienda, sino para construir los centros de ceremonia, cazar, sembrar
alimentos respetando el suelo.
Los monocultivos han destruido
todo nuestro entorno, y esto afecta gravemente nuestra identidad cultural. Ya es
difícil encontrar los elementos que sirven para desarrollar las prácticas que
son propias de nuestra cultura.
Uno de los efectos es que
muchos jóvenes ya están perdiendo nuestra cultura ancestral, nuestra identidad.
-¿De qué manera están tratando de contrarrestar esa
situación?
-Los terratenientes como
Miguel Facussé se sienten dueños absolutos del país, de nuestras vidas, y no
lo podemos permitir.
Estamos impulsando un debate
sobre las políticas de Estado que tratan de presentar sólo los beneficios y
nunca los costos de ese modelo explotador.
Además, en Honduras el tema de los monocultivos no se ha discutido
a fondo y hemos tratado de hacer alianzas con otras organizaciones para
cuestionarlos seriamente. Tenemos las mismas problemáticas en diferentes partes
del país, y hay que fortalecer las alianzas, unir los esfuerzos y las luchas.
Unidos podemos enfrentarnos
a “la bestia”, combatiendo la violencia y la represión con la unidad y la
solidaridad.
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