En el Bajo Aguán
lo común es la lucha de miles de campesinos por una vida digna y por su derecho
a la tierra. Común como las políticas y estrategias de explotación impulsadas
por gobiernos corruptos y empresarios sin escrúpulos, terratenientes
insaciables, explotadores sin dignidad y maestros de la represión. Aún siendo
cotidiana y ejemplar, la lucha de las organizaciones campesinas en este contexto
es algo poco difundido que merece ser contado.
Cuando
Temístocles Arellano, puertorriqueño nacionalizado estadounidense, decidió
vender al Estado sus 5.724 hectáreas en el Bajo Aguán, esas tierras volvieron a
manos del Instituto Nacional Agrario (INA) para fines de Reforma Agraria.
Allí, en el
municipio de Trujillo, el gobierno de Honduras había instalado el Centro
Regional de Entrenamiento Militar (CREM), donde en los años 80 expertos
estadounidenses entrenaban en el arte de matar a las tropas hondureñas,
salvadoreñas, guatemaltecas y a la “Contra” nicaragüense.
Afinando técnicas de
corrupción, disfrutando de una avalancha de dinero proveniente de los organismos
financieros internacionales y apegándose a la Ley de Modernización Agrícola,
aprobada a principio de los años 90, los terratenientes lograron adueñarse
ilegalmente de estas tierras y comenzaron a impulsar el proyecto de la palma
africana.
Cuando las familias campesinas
se enteraron de la existencia de una escritura, con la que la Procuraduría
General de la República pasaba las tierras al INA, comenzaron a
organizarse para su recuperación.
Donaldo Aguilar |
“Éramos todas familias muy
pobres, sin tierras y sin medios para subsistir –contó a Sirel el
miembro del Movimiento Campesino del Aguán (MCA), Donaldo Aguilar–.
Nuestra lucha siempre ha sido
por tener una vida digna y el acceso a la tierra. El Sitio CREM, como se
le conoce en la zona, estaba destinado a la reforma agraria, y comenzamos a
luchar para recuperar esos predios”.
La recuperación
de las tierras del CREM
El 14 de mayo de 2000, unas 600
familias campesinas recuperaron las 5.724 hectáreas. La reacción de los
terratenientes no se hizo esperar y se desató una fuerte represión en contra de
los campesinos.
Pese a las continuas
represalias y la falta de crédito para echar a andar proyectos productivos, las
familias campesinas se organizaron en 45 empresas y conformaron el MCA,
asentándose en la comunidad Guadalupe Carney.
Con el pasar de los años y con
la ayuda de organizaciones solidarias, las empresas campesinas lograron
desarrollar proyectos de ganadería “paso de cadena”, cultivo de palma africana y
de granos básicos para su alimentación.
Esly Benegas |
“El problema principal para los
terratenientes era que esta experiencia representaba una nueva cara de la
reforma agraria y de la lucha por la tierra en el Aguán. Una lucha que han
intentado silenciar con la violencia, la corrupción y el adueñamiento ilegal de
las tierras”, explicó Esly Banegas, coordinadora de la Coordinadora de
Organizaciones Populares del Aguán (COPA).
En 2001, bajo la presión
popular, el Congreso Nacional emitió un decreto con el que se pagaban las
mejoras a los terratenientes, que estaban instalados en las tierras recuperadas
por los agricultores.
La lucha campesina logró que se
les entregara títulos de propiedad a las empresas, pero bajo la presión de los
terratenientes el proceso se detuvo. El golpe de Estado de junio de2009 dio el
golpe final. Actualmente quedan todavía 1.300 hectáreas por sanar.
“Ha sido un proceso largo, bajo
una constante represión. Ha habido muertos y heridos, y en la comunidad está
todavía la presencia constante de la Policía. Además, seguimos en el proceso de
legalización de nuestras tierras.
Han tratado de quebrar nuestros
esfuerzos para sobresalir y vivir de manera digna –continuó Aguilar–
defendiendo nuestros derechos. Sin embargo, estamos demostrando que podemos
seguir adelante pese a las grandes dificultades económicas”.
Fidel Pacheco |
También para Fidel Pacheco,
miembro del MCA, trabajar lo propio es la mejor opción para centenares de
familias campesinas.
“En las plantaciones de palma
africana de Miguel Facussé explotan a los trabajadores. Les pagan una
miseria, sin ninguna prestación laboral y sin derechos a organizarse, ni a
reclamar para un salario decente.
Es una explotación del hombre
por el hombre. Nosotros recuperamos las tierras, pasamos meses viviendo en
carpas de plásticos y casi sin poder alimentarnos.
Los gobernantes decían que esta
tierra no era apta para producir alimentos y les hemos demostrado que sí es
posible –continuó Pacheco–, que podemos cultivar y producir lo nuestro,
sin explotación, vejámenes ni humillaciones”.
Los jóvenes son
el futuro
En la Guadalupe Carney
existe también una radio comunitaria, Radio Orquídea. Su señal se escucha en
cinco municipios. Una programación variada que da mucho espacio a las luchas
campesinas y populares de la zona.
El equipo que trabaja de forma
voluntaria en la radio está conformado sobre todo por jóvenes y durante los días
duros del golpe y de la militarización de abril pasado, la comunidad ha salido
masivamente para defender su radio ante el intento de destruirla.
Con el aporte solidario de las
familias se logró instalar la energía eléctrica y canalizar el agua de un
manantial. Las carpas se transformaron en casas y los potreros en calles. Los
gobiernos no aportaron un solo centavo para el desarrollo de la comunidad.
Además, se está creando una
nueva empresa conformada por jóvenes que se han criado con el ejemplo de sus
padres de que sí es posible soñar un futuro mejor.
“Aquí estamos, y de aquí no nos
vamos a mover. La represión de todos estos años y el golpe nos han enseñado que
la unidad es la única solución para seguir adelante.
Hubo un intercambio de
conocimientos entre los diferentes gremios y sectores. Se han acercado, han
intercambiado experiencias y han aprendido los unos de los otros, luchando y
solidarizándose entre sí. Esto nunca había pasado en nuestro país”, concluyó
Pacheco.
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