La
empresa Bimbo España acaba de anunciar que dejará de
utilizar ingredientes transgénicos en sus productos. En
contraste, Bimbo México se niega a que las etiquetas de sus
productos informen a los consumidores cuál es el contenido
de organismos genéticamente modificados (OGM). Así lo
expresaron Greenpeace y El Poder del Consumidor.*
Desde 2005,
la Guía roja y verde de alimentos transgénicos de
Greenpeace incluyó a Bimbo en el apartado rojo,
porque la empresa no garantizaba que sus productos
estuvieran libres de transgénicos. Ahora, Bimbo España
ha decidido garantizar que eliminará esos ingredientes de
sus alimentos, lo cual profundiza las diferencias entre los
productos de esta marca en ambos países y su responsabilidad
empresarial hacia los consumidores.
Bimbo
España
surgió como una asociación de Bimbo México con
empresas españolas, pero en 1978 los empresarios mexicanos
vendieron la totalidad de sus acciones. Desde entonces,
ambas compañías han seguido caminos paralelos pero
independientes. Muestra de ello es que la empresa mexicana
no ha querido apegarse al principio de transparencia que ha
seguido la española.
“En México, el gobierno no ha tenido la voluntad
política para exigir a las empresas de alimentos un
etiquetado que informe cuando contienen transgénicos. Así,
ha permitido que las corporaciones de alimentos procesados,
como Bimbo, incluyan libremente los OGM en sus
productos, menospreciando la salud de los mexicanos”, señaló
Aleira Lara, coordinadora de la campaña de
Agricultura Sustentable y Transgénicos de Greenpeace
México.
Así se viola un derecho básico de los ciudadanos: el consumo
informado.
“La negativa al etiquetado de los transgénicos se debe a que
las empresas saben muy bien que perderán mercado si el
consumidor tiene esa información. Por eso eligen
desinformarlo y mantener el control del mercado”, señaló
Alejandro Calvillo, director de El Poder del Consumidor
AC.
Lara
añade que la industria biotecnológica ha creado coartadas
como el principio de equivalencia sustancial, el cual dice
que los transgénicos son “sustancialmente” iguales a sus
homólogos naturales, aunque ese término carece de fundamento
científico y fue creado para evitar que los transgénicos
fueran considerados -al menos- como aditivos alimentarios.
Esto permitió a las empresas librarse de las pruebas
toxicológicas y del etiquetado.
Especialistas han expresado su preocupación respecto al
consumo de transgénicos. El biólogo molecular Gilles-Eric
Séralini explica: “Es bien sabido que los plaguicidas
son malos para la salud, inhiben la comunicación entre las
células y pueden provocar enfermedades crónicas: nerviosas;
de la sangre, como leucemias; reproductivas y sexuales, como
el cáncer de próstata y mama, esterilidad y enfermedades de
carácter inmune como las alergias. Esto no se explica por
virus o bacterias, no se debe a problemas hereditarios (sólo
5 por cieno del cáncer de mama tiene relación hereditaria).
Se debe en su mayoría al medio ambiente. Y ahí los productos
químicos son determinantes. Como los transgénicos están
diseñados para absorber químicos, algo tendrán que ver con
las enfermedades”.**
La industria biotecnológica admite que no ha hecho ningún
test sanguíneo de más de tres meses para analizar cómo
afectan los transgénicos a los animales de prueba.
Por lo anterior, las organizaciones exigieron al gobierno
mexicano un sistema de etiquetado a fin de permitir a los
consumidores una elección informada de sus alimentos.
Asimismo, demandaron a Bimbo México transparentar sus
procesos de producción, como lo hace su par en España.
Tomado de
www.elporderdelconsumidor.org
14 de
agosto de 2009