Uruguay
Simón y el Oso
“Bimbo” admite
responsabilidad en muerte
de trabajador y abona
160 mil dólares
La
trasnacional mexicana “Bimbo”
se vio obligada a admitir su responsabilidad en la muerte a
fines de 2008 del joven trabajador uruguayo,
Simón Santana,
de 25 años de edad, y tuvo que abonar una suma reparatoria
de 160 mil dólares, la más alta en la historia de los
juicios laborales en
Uruguay.
La
empresa había ofrecido a la familia de la víctima una suma
de apenas 8.224,50 pesos (unos 330 dólares al cambio de la
época) como única compensación por adeudos salariales, daño
moral, lucro cesante y daño emergente, durante una primera
audiencia desarrollada ante la justicia civil el 23 de
octubre de 2008.
La
terrible muerte de
Simón Santana,
dejó al desnudo las políticas de las empresas trasnacionales
en los países en vías de desarrollo, donde se instalan en
busca de mano de obra barata e incumplen las mínimas
obligaciones de seguridad laboral, según denunció la Unión
Internacional de Trabajadores de la Alimentación (UITA).
La
responsabilidad de “Bimbo”
se evidenció en una causa ante el Juzgado Letrado de 1º
Instancia en lo Laboral de 5º turno, a cargo de la jueza
María Rosa Silva Rienzo,
ante quien se habían presentado múltiples pruebas recabadas
por la policía y la Inspección General del Ministerio de
Trabajo. Bimbo
cedió en la primera audiencia conciliatoria.
Un joven llamado Simón
Simón
(cuyo nombre recordaba a un niño desaparecido durante la
dictadura uruguaya) había muerto el 3 de septiembre de 2008,
cuando realizaba solo la limpieza de una maquina enfriadora
de la planta industrial de
Panificadora Bimbo del
Uruguay SA,
ubicada en los suburbios de Montevideo, donde trabajaba
desde principios de ese año.
El joven
estaba realizando sus labores sin supervisión alguna, cuando
fue atrapado por los engranajes de la maquina, que no tenían
placas de protección, y permaneció apretado durante más de
quince minutos antes de que intentaran darle un tardío
auxilio. La empresa había reducido personal y la tarea de
Simón
había sido recargada.
Simón
había nacido el 24 de noviembre de 1982, hijo de un
matrimonio de artistas, titiriteros callejeros, que actuaban
solidariamente en cooperativas, sindicatos y otras
movilizaciones en aquellos días de agitación social con la
caída de una dictadura militar que se había instalado en
Uruguay
desde 1973
Era un
joven inquieto que a los 15 años ya había realizado cursos
de capacitación en el arreglo y armado de computadores,
especialidad que perfeccionó en Curitiba,
Brasil,
donde se radicó con su madre por un tiempo. Regresaron a
Uruguay
en 2007, pero
Simón
solo pudo conseguir trabajo en empresas de limpieza.
La mortal cueva del oso
“Cuando
entró a trabajar a
Bimbo,
Simón
estaba entusiasmado. Me decía: Fijate es una fábrica y uno
puede crecer. No voy a estar siempre limpiando vidrios”,
recuerda su madre
Alicia
Farías.
Pero a los pocos meses de ingresar a la Panificadora,
Simón
sufrió un primer accidente laboral: se cortó con una pesada
chapa de acero.
En la
filial uruguaya de la empresa
Bimbo no había un
sindicato organizado y los problemas laborales se repetían:
excesiva rotación de personal por los sueldos bajos,
reducción de empleados que provocaba una recarga de la tarea
en los que quedaban, incumplimiento de normas de seguridad
laboral y la imposición del miedo…
Los
partes realizados por funcionarios de la Seccional 8º de la
Policía de Montevideo, indicaron que la limpieza de la
máquina enfriadora se realizaba con el equipo encendido. La
investigación del Ministerio de Trabajo y Seguridad Social
definió que la muerte obedeció a razones técnicas
(imprevisión) y humanas (sobrecarga de tareas).
La
noticia de la muerte sólo se difundió en un canal de
televisión. La misma noche del accidente la empresa ordenó
poner los resguardos, protecciones y señalizaciones que la
mortal máquina no tenía. A la mañana siguiente los camiones
de Bimbo
habían vuelto al reparto de sus productos panificados.
Muerte que pudo evitarse
El
doctor Luis
Rodríguez Turrina
fue el abogado de la familia que impulsó la causa judicial
luego de rechazar la absurda oferta compensatoria que había
propuesto la trasnacional mexicana y agotada la instancia
conciliatoria en el seno del Ministerio de Trabajo, se
presentó la demanda ante la justicia laboral.
Dieciséis meses después,
Bimbo
admitió su responsabilidad y terminó por pagar los 160 mil
dólares, una cifra que nunca antes se había obtenido en un
juicio de estas características en
Uruguay,
pero que la trasnacional mexicana ya había pagado en multas
por accidentes de trabajo en sus plantas de California,
Estados Unidos.
La
empresa –que se instaló en
Uruguay
en 2006 y fue comprando a sus competidores hasta
constituirse hoy en casi un monopolio de la panificación en
el país- aún debe responder ante la Justicia Penal, donde se
instruye un presumario que ya derivó a la vista fiscal y
puede adjudicar otras responsabilidades por la muerte de
Simón.
“Independientemente del resultado del juicio laboral, donde
la administración de justicia cumplió su cometido, el Estado
y la clase trabajadora deben controlar y exigir de los
empleadores el estricto cumplimiento de las medidas de
seguridad e higiene que correspondan para disminuir al
máximo las posibilidades de que ocurran accidentes de
trabajo perfectamente evitables como en este caso”, dijo el
abogado Rodríguez
Turrina.