Una crisis financiera que comenzó en Nueva York y Londres y se expandió a
los países industrializados ha afectado
ya a "los mil millones de abajo": los
habitantes del estrato más bajo de 60
países que sólo han obtenido ganancias
vacilantes de la globalización
"Los países pobres son inocentes",
afirma la nigeriana Ngozi Okonjo-Iweala,
directora del Banco Mundial. No
contribuyeron en lo más mínimo a la
crisis crediticia y sus bancos y
empresas tienen muy pocos nexos con los
mercados globales de capital. Durante un
tiempo pareció que el desastre
financiero del mundo rico no los
afectaría. La caída del precio del
petróleo en 2008 benefició a los países
en vías de desarrollo, que gastan en
importaciones el equivalente a 2 por
ciento de sus ingresos nacionales. En
enero, el FMI pensaba que los
países emergentes y en vías de
desarrollo crecerían 3,3 por ciento este
año, en comparación con una caída
prevista de 2 por ciento para las
economías ricas.
Pero la inocencia, al parecer, no
protege a nadie. Una crisis financiera
que comenzó en Nueva York y Londres y se
expandió a los países industrializados
ha afectado ya a "los mil millones de
abajo": los habitantes del estrato más
bajo de 60 países que sólo han obtenido
ganancias vacilantes de la
globalización, pero que sufrirán su
precipitado deterioro.
Muchos viven en África Subsahariana,
donde el FMI acaba de reducir su
previsión de crecimiento para este año a
3,3 por ciento, de 6,7 por ciento en un
principio. Es probable que la cifra
caiga aún más. Dominique Strauss-Kahn,
director del FMI, dijo en una
conferencia en Tanzania que
millones de personas se verán sumidas en
la pobreza debido a la crisis.
Apesadumbrado, prevé "una amenaza de
levantamiento social o incluso una
guerra civil".
Los pobres han sido vapuleados no sólo
por el tsunami financiero, sino por las
olas secundarias del problema. El
impacto se ha retrasado, pero también
podría durar más.
La crisis global afecta de tres maneras
a los países pobres. Primero, en el
capital: mientras los inversionistas en
Occidente reconstruyen sus balances, los
flujos de capital privado se agotan, lo
que perjudica a prestatarios marginales,
como los pobres. De acuerdo con el
Instituto de Finanzas Internacionales,
los flujos netos de capital privado
hacia los países pobres se desplomarán
de casi un billón de dólares en 2007 a
165 mil millones en 2009. Las
principales víctimas son los mercados
emergentes en Asia oriental y
Europa oriental. Los países
africanos también han recurrido al
capital privado: en 2007 obtuvieron
6.500 millones de dólares en bonos
internacionales, algo poco relevante en
términos globales, pero no para
África. En 2008, no consiguieron
nada.
Los pobres han sido
vapuleados no sólo por el
tsunami financiero, sino por
las olas secundarias del
problema. El impacto se ha
retrasado, pero también
podría durar más. |
Para los pobres, el otro capital externo
es la ayuda. El Instituto Británico de
Desarrollo Extranjero reconoce que la
ayuda oficial caerá una quinta parte
este año, luego de haber permanecido
estable en el periodo 2005-07. La caída
es en parte resultado de la recesión en
los países donantes y en parte de
cambios en las divisas, que ocasionan
que la ayuda en libras y en euros valga
menos en términos locales. Italia e
Irlanda están disminuyendo la ayuda.
Otros la están "anticipando" (a cuenta
de años futuros para mantenerla estable
por ahora), por lo que el monto podría
caer después de 2009.
Conforme se agotan los flujos de
capital, la inversión se reduce.
ArcelorMittal ha detenido sus
actividades mineras en Liberia.
Malawi resiente el fracaso de un
proyecto de uranio que para el gobierno
habría representado una décima parte de
la renta nacional. El Banco Mundial
estima que la actividad privada en
infraestructura fue 40 por ciento
inferior en noviembre-agosto de 2008 que
un año antes.
El segundo efecto de la crisis es la
caída en los precios de las mercancías.
La mayor parte de los ingresos fiscales
y de divisas de los países pobres
depende aún de las materias primas. Por
ejemplo, el cacao genera la quinta parte
de los ingresos de Costa de Marfil.
En esos países la volatilidad de los
precios ha sido una maldición. La caída
en los precios del petróleo y mercancías
durante 2008 benefició a los
importadores de alimentos y crudo. A
esto siguió un fuerte aumento de
precios, aunque para muchos el alivio
llegó demasiado tarde. La crisis
alimentaria de 2007-08 aumentó a 44
millones el número de personas
desnutridas. Agricultores y exportadores
de petróleo se beneficiaron en ese
momento. Pero ya no.
Hoy, las decrecientes ganancias de las
exportaciones exacerban la aflicción de
los países pobres. En teoría, los más
pobres deberían quedar protegidos del
deterioro del comercio mundial. Aun así,
los datos más recientes son nefastos.
Las importaciones estadounidenses de
países de medianos ingresos tuvieron una
caída anualizada de 3 por ciento en
noviembre de 2008. Pero las
importaciones de países pobres cayeron 6
por ciento; y en los de África
Subsahariana, 12 por ciento. El
Banco del Desarrollo de África afirma
que las cuentas corrientes del
continente, que reportaban un superávit
equivalente a 3,8 por ciento del PIB en
2007, tendrán un déficit de 6 por ciento
este año.
La caída de precios de las materias
primas presiona aún más los
presupuestos, ya golpeados por la falta
de ayuda (que podría sustituir a
impuestos). Los presupuestos africanos
oscilan de un sano superávit de 3 por
ciento del PIB en 2007 a un déficit
probable de la misma cifra para 2009.
Esto cancela toda probabilidad de un
estímulo económico. De acuerdo con una
previsión, sólo la cuarta parte de los
países vulnerables tendrán oportunidad
de elevar sus déficit presupuestarios e
impulsar el gasto, en contraste con
Occidente.
La tercera área en la que se resiente la
crisis es el empleo. Los países pobres
que dependen de la exportación sufren
ahora el desplome del comercio mundial.
India despidió a 5.000 empleados
del sector de exportaciones durante el
último trimestre de 2008. Algunos de
estos países exportan trabajadores que
envían dinero a casa. Estas remesas
ascendieron a 300 mil millones de
dólares en 2008, cifra superior a la
ayuda. Algunos países dependen de ellas.
Y representan 45 por ciento del PIB en
Tayikistán, 38 por ciento en
Moldova y 24 por ciento en Líbano
y Guyana. Las remesas crecieron
con rapidez entre 2005-07; ahora
disminuyen (ver gráfica 2). Hace poco,
Malasia revocó las visas de
trabajo de 55 mil migrantes provenientes
de Bangladesh para mejorar las
perspectivas laborales de los
trabajadores locales. Los países que
tienen trabajadores en Rusia
padecen un doble impacto: muchos laboran
en la industria petrolera, afectada por
la crisis, y envían sus remesas en
rublos, que se deprecian con velocidad.
El panorama general es terrible.
Mientras los flujos de capital y las
exportaciones decrecen, los países
pobres enfrentan una montaña de deudas:
entre 2,5 y 3 billones de dólares vencen
en 2009, algo así como los déficit
presupuestarios de Estados
Unidos y Europa sumados al
costo del rescate bancario europeo. El
Banco Mundial ubica el déficit de los
mercados emergentes entre 270 y 700 mil
millones de dólares.
Por desgracia, estos problemas vienen
después de una década de crecimiento que
sacó a millones de personas de la
pobreza. Según Martin Ravallion,
del Banco Mundial, apenas una de cada
seis personas en los mercados emergentes
superaba los 2 dólares por día y se
ubicaba fuera de la línea de pobreza en
2005, aunque aún ganaba menos de 3
dólares diarios. Ravallion piensa
que
casi 65
millones de personas estarán por debajo
de la línea de pobreza este año, 12
millones más de lo que se esperaba el
mes anterior. 53 millones caerán por
debajo del nivel de pobreza absoluta,
1,25 dólares por día, en comparación con
46 millones que se preveían el mes
pasado.
Las consecuencias serán espantosas. El
Banco Mundial cree que morirán entre 200
mil y 400 mil niños por día, desde hoy y
hasta 2015, algo que se habría evitado
si no hubiera sido por la crisis. El
progreso hacia un mundo mejor, y más
rico, ha retrocedido décadas.