El
peso de la economía sumergida en España
podría encontrarse entre el 22 y 23 por
ciento del PIB oficial. Esto conllevaría
un mercado de trabajo irregular del 25
por ciento de la fuerza laboral
española.
Buena parte de la economía sumergida se
sostiene por la presencia de mano de
obra ilegal en el mercado de trabajo.
Según la Comisión Europea, España
ocupa uno de los primeros puestos en el
ranking, con un porcentaje de trabajo
irregular que la sitúa junto a Italia,
Bélgica o Portugal, en
torno al 20-25 por ciento del PIB.
El peso de la economía sumergida en
España podría encontrarse entre el
22 y 23 por ciento del PIB oficial. Esto
conllevaría un mercado de trabajo
irregular del 25 por ciento de la fuerza
laboral española. La extensión de este
fenómeno en nuestro país y su avance,
previsiblemente más intenso en un
momento de deterioro del empleo, hacen
necesaria una intervención a diversas
bandas entre Gobiernos e interlocutores
sociales.
Más allá de la privación a las Haciendas
públicas de ingentes recursos fiscales
(entre el 6 y el 8 por ciento del PIB
para un país con el 20 por ciento del
PIB oficial de economía sumergida) con
los que afrontar la financiación de los
servicios que sí disfrutan estos
trabajadores y las personas que dependen
de ellos, la desprotección de los
trabajadores es el mayor y más
pernicioso efecto del trabajo no
declarado. Un solo día desprotegido
puede representar para un trabajador una
diferencia abismal en su situación
económica en caso de accidente, o unos
pocos años pueden ocasionar una severa
merma en los derechos de pensión o
desempleo.
Hoy, con cerca de cuatro millones de
parados, existe una mayor probabilidad
de que muchos de ellos recalen en la
actividad no declarada, y esto tenemos
que impedirlo. La instrumentación de
pasarelas normativas y de gestión del
capital humano en su tránsito entre la
actividad declarada y la no declarada,
en las que se recuperen los derechos y
las obligaciones plenos que caracterizan
a un marco laboral regular, sería una de
las más seguras vías de solución del
problema.
Las Empresas de Trabajo Temporal (ETT)
se encuentran en inmejorables
condiciones para facilitar estas
transiciones, esencialmente por los
requisitos adicionales de transparencia
y control respecto a cualquier otro
canal existente de acceso a la actividad
laboral regular. Su mera existencia
constituye ya una visible puerta de
acceso al mercado de trabajo regular. La
mochila de derechos y posibilidades de
formación adicionales que el trabajador
cedido por una ETT recibe es un
aliciente más para que esta vía de
integración laboral se vea como una
buena alternativa al trabajo no
declarado.
Además, las propias empresas usuarias
saben que el recurso a dichos servicios
es una eficiente y solvente alternativa
a las mucho más azarosas y arriesgadas
prácticas no declaradas de contratación
de trabajadores. Bastaría con extender
esta percepción y, sobre todo, ampliar
la actividad de las ETT a los
sectores donde aún su presencia está
restringida por ley, precisamente
algunos de los que más encuadran a
trabajadores irregulares. No hay nada
más antisocial que ante la desesperación
de aquellos que más padecen la crisis,
les dejemos caer en la antisocial
economía sumergida.