Uruguay

 

La despenalización del aborto

Una esperanza que se esfumó

  

La “excepcionalidad” uruguaya duró lo que un lirio: dos días después que este país se convirtiera en el primero en Sudamérica en despenalizar el aborto por vía parlamentaria, el presidente Tabaré Vázquez vetó esa decisión y, en el plano legal, todo volverá a la situación anterior

 

Era esperable. El presidente ya había anunciado que antepondría sus convicciones personales a cualquier otra consideración en la materia, y que se valdría de las prerrogativas que “la Constitución le otorga” para impedir la entrada en vigencia de cualquier ley que contemplara despenalizar las interrupciones voluntarias de embarazos.

 

Su idea de la “defensa de la vida” así se lo dictaba, y así lo dejó estampado en la fundamentación de su veto, por razones “filosóficas” y “biológicas”, a tres artículos de la ley de Salud Sexual y Reproductiva que los senadores y diputados de su propio partido, el Frente Amplio, habían defendido y aprobado en el Parlamento.

 

Pero por unas horas la esperanza estuvo. Una gran diversidad de movimientos sociales, personalidades de distintos ámbitos, miles de uruguayos que habían firmado un manifiesto, se aferraron hasta último momento a la que el presidente habilitara la posibilidad de una consulta popular sobre un tema que, según algunos legisladores del Frente Amplio decían, es “más propio de la democracia directa que de la democracia representativa”. Para ello se requería que primero la ley fuera promulgada y que luego se juntaran las firmas necesarias (25 por ciento del electorado) para convocar a un referéndum de anulación o ratificación de ese texto.

 

Promotores de primer nivel de la despenalización del aborto se habían comprometido incluso a participar activamente en esa campaña con tal de salir del actual impasse. Algunos de ellos invocaron que el presidente Vázquez saltó al primer plano de la escena política uruguaya al participar en otra movilización popular de ese tipo, cuando organizaciones humanitarias y sociales y fuerzas políticas como el Frente Amplio impulsaron un referéndum sobre una ley que amnistiaba a los militares culpables de violaciones a los derechos humanos bajo la última dictadura. Uno de los lemas principales de la campaña era “para que el pueblo decida”.

 

“Ahora al presidente se le pedía eso mismo: no ya que respetara la decisión de un parlamento democráticamente electo y que tuvo la valentía de decidir a pesar de haber sido sometido a presiones de todo tipo; no ya que respetara las resoluciones de diversos congresos del Frente Amplio, que se pronunciaron a favor de despenalizar el aborto y contra la institución del veto. Se le pedía lo mínimo: que permitiera que fuera el pueblo el que decidiera”, comentó este jueves una militante feminista.

 

Pero nada de eso sucedió, y el presidente decidió por sí y ante sí. Muy solo estuvo: según informaron varios medios de prensa este viernes 14, Vázquez ni siquiera tuvo apoyo de la mayoría de su propio gabinete de gobierno. La Constitución le obligaba a que al menos un ministro del área concernida lo acompañara (en Uruguay no existe el veto presidencial sino del “Poder Ejecutivo”), pero para obtener mayor respaldo político buscó involucrarlos a todos, o al menos a más de la mitad. Nueve de trece ministros le dijeron que no.

 

Dos medios de prensa, identificados con la izquierda, reflejaron esa situación el viernes 14: “Por sola voluntad de un hombre”, tituló el matutino La Diaria; “La soledad del uno”, abrió su número el semanario Brecha, que insistió sobre el divorcio entre el presidente y “la base política y social de la izquierda”.

 

Levantar el veto del Poder Ejecutivo será muy difícil. Deben decidirlo al menos tres quintas partes de los legisladores de ambas cámaras presentes el día que el asunto se trate, y aun si todos los diputados y senadores del Frente Amplio estuvieran en sala y optaran por desafiar a Tabaré Vázquez, algo que parece improbable en un momento político muy especial (en un año serán las próximas elecciones generales y la campaña ya está instalada), deberían agregarse varios legisladores de la oposición. En el Senado, esos votos podrían estar, pero no así en Diputados, salvo sorpresa de última hora.

 

En el movimiento social que promovió la despenalización del aborto, la sensación térmica actual es agridulce. Hay quienes, pese a todo, estiman que “hubo un gigantesco avance. El solo hecho que el parlamento haya decidido, tras años de intentos infructuosos y de intensos debates en la sociedad, dar el paso democratizador que significa la legalización del aborto, es un hecho histórico que marcará un antes y un después”, estimó la senadora socialista Mónica Xavier.

 

Lilián Abracinskas, de Mujer y Salud en el Uruguay, no oculta su desazón. “El presidente tomó el camino más autoritario y despótico que podía tomar. Al vetar los artículos que vetó, vació todo el proyecto de ley y dejó la situación del aborto en las mismas condiciones que estaba en 1938. Ni siquiera habilita el aborto cuando está en peligro la vida de la madre. No le importó la ciudadanía, ni el Parlamento ni su propia fuerza política. Volveremos otra vez a movilizarnos, por supuesto, pero qué amargura”.

 

Xavier y Abracinskas están entre quienes convocaron a una manifestación en el centro de Montevideo en la noche del viernes 14 “para protestar ante un acto de autoritarismo que implica un retroceso enorme para el sistema democrático del país y para manifestar nuestra más profunda indignación ante la actitud del Presidente de la República”.

 

 

En Montevideo, Daniel Gatti
Rel-UITA
14 de noviembre de 2008

Fotos: rionegro.com.ar

 

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