El
pasado viernes 14 el presidente Álvaro Colom decidió vetar la ley aprobada en
febrero pasado por el Congreso y que reinstalaba el derecho de gracia de la
Presidencia de la República. Esta ley significaba, de hecho, una reactivación de
la pena de muerte suspendida desde 2000 en ese país.
“Mal haría yo en
refrendar inconstitucionalidades”, expresó Colom en la conferencia de
prensa celebrada el viernes 14 en el Palacio de la Cultura, y en la cual anunció
su decisión.
El decreto
presidencial argumenta que la ley aprobada por el Congreso viola el artículo 9
de la Constitución porque “con la pena de muerte se mantiene la tendencia de
eliminar al ser humano del núcleo social, mientras que la Carta Magna dispone
que el sistema penitenciario debe tender a la readaptación social”.
La resolución,
apoyada por todo el gabinete ministerial, afirma que también son
inconstitucionales el plazo de 30 días acordado al Presidente para otorgar el
indulto -juzgado demasiado corto- y la aplicación automática de la pena de
muerte en caso de no pronunciamiento del primer mandatario.
“En ningún país la
pena de muerte ha sido un mecanismo disuasivo para la violencia. Guatemala
no se puede aislar del resto del mundo, no puede ser la excepción”, afirmó
Colom, y agregó: “Aquí se fusiló gente, y en lugar de disminuir la violencia
aumentó. La única forma de acabar con la violencia es fortalecer los organismos
de seguridad, el Poder Judicial y que haya paz y tranquilidad social”.
El Presidente
admitió haber consultado a un nutrido panel de especialistas locales e
internacionales antes de tomar su decisión que, sabe, “posiblemente tenga costos
políticos”. Las encuestas revelan que una amplia mayoría de la población aprueba
la pena de muerte. “Pero lo hace por desesperación”, señaló el Presidente. “No
protejo a ningún criminal -aclaró-, porque los condenados son criminales sin
ninguna duda, pero debo pensar en el futuro del país, en sus relaciones
internacionales, y debo velar por el respeto de los Convenios firmados por
Guatemala en esta materia”, explicó.
Entre ellos está
la Convención Americana sobre Derechos Humanos que prohíbe la introducción de la
pena de muerte en la legislación de aquellos países donde no estuviese vigente
al momento de la aprobación del acuerdo. Por otra parte, apenas el pasado 18 de
diciembre, en la Asamblea General de las Naciones Unidas, Guatemala votó
a favor de una “moratoria mundial de las ejecuciones”.
“Como gobernante
de este país debo ver hacia adelante, y cualquier ejecución comprometería
nuestras relaciones a nivel internacional", advirtió Colom, y opinó que
hay otras penas para condenar a los criminales que actualmente aguardan una
ejecución. Destacó que desde que él está en el gobierno, el índice de homicidios
diarios bajó de 17 a 11,2.
Ahora, el Congreso
puede levantar el veto presidencial y poner en vigencia nuevamente la ley, pero
para eso necesita una mayoría especial de 158 votos, cuando la iniciativa, en
febrero, sólo recibió 140 votos favorables.
En el concierto
internacional, la valiente decisión del presidente Álvaro Colom lo ubica
en la categoría de estadista. Más allá de los costos políticos, de las
acusaciones de la oposición y el disgusto de una población acosada por la
violencia criminal, el Presidente de Guatemala nos señala a todos que la
paz no es sólo la meta, también es el camino.