En el marco del Curso
de Formación sobre Nanotecnologías, Trabajo y Sociedad, organizado por la Casa
Bertolt Brecht, la Secretaría Regional Latinoamericana de la UITA (Rel-UITA) y
el Programa de Extensión de la Universidad de la República, Sirel conversó con
Guillermo Foladori, antropólogo y economista, investigador de la Universidad Autónoma
de Zacatecas, México, quien viajó al Uruguay para participar en este evento.
-¿Cómo surge la idea de un
curso sobre nanotecnología?
-Hace dos años creamos una Red Latinoamericana de
Nanotecnología y Sociedad (RELANS), fundamentalmente académica, cuyo
enfoque es priorizar los temas de la relación entre nanotecnología y trabajo. En
agosto estaremos publicando el primer libro de diagnóstico de la situación de la
nanotecnología en los distintos países de América Latina. Junto con eso
estamos tratando de participar y organizar actividades en distintos países para
discutir las implicancias de la nanotecnología con la sociedad en general y los
riesgos que ella implica. Es bueno que podamos trabajar conjuntamente, porque
este es un esfuerzo de la UITA, de la Universidad de la República,
de la Casa Bertolt Brecht y de RELANS, lo que denota que hay un
interés común en temas a los que no se le está dando tanta importancia en el
contexto internacional.
Cuando se habla de nanotecnología en el mundo lo que sale a
relucir son los potenciales beneficios de los productos que cuentan con
nanotecnología, porque son objetos que en términos de utilidad serán mucho más
beneficiosos que lo hasta ahora conocido ya que desarrollan funciones novedosas,
pero no se habla casi nada -y tampoco se investiga- sobre los efectos en la
salud, en el medio ambiente y en el trabajo.
Esto no se está mirando desde el
punto de vista de los riesgos para los trabajadores que manipulan los productos
que están tratados con nanotecnología, como tampoco en términos del empleo,
porque la nanotecnología va a afectar la organización internacional del trabajo.
-¿De qué manera?
-Es bastante difícil prever qué impactos concretos va a tener
sobre el trabajo, pero sí es previsible que serán fuertes y muy removedores, de
manera que estos aspectos deben recibir especial atención de los gobiernos que
financian este tipo de tecnologías destinando una parte de los recursos para la
investigación de estas consecuencias. Lamentablemente no se hace, y sólo se
atienden cuando las organizaciones sociales salen a reclamar.
-¿Cuál es el campo en el que se
está utilizando más la nanotecnología actualmente?
-Sin dudas en el campo militar. La industria militar ha
invertido mucho dinero en investigación. Actualmente es muy difícil que
algún avance en el sector civil no sea aprovechado por el sector militar y
utilizado para sus fines. También es el área donde es más difícil obtener
información.
-¿Cuáles son los países
pioneros en el uso de esta nueva tecnología?
-Estados Unidos ha sido pionero en todas las áreas
donde se está utilizando la nanotecnología. En Europa también existen
programas de nanotecnología, pero se está produciendo sólo en Estados Unidos
y en varios países asiáticos. Si lo colocamos en términos de ubicación económica
son los países más desarrollados, y si pensamos a nivel de empresas son las
grandes corporaciones que realizan y se llevan más del 80 por ciento de la
investigación, de las patentes y de las aplicaciones de nanotecnología en
productos concretos. De manera que hay una concentración muy fuerte que continúa
tendencias anteriores. Sería absurdo pensar que una nueva tecnología no se
inscribe dentro de las propias tendencias del capital.
-¿Cómo evalúa la difusión sobre
el tema?
-Depende del área y de cómo se presenta la imagen pública de
la tecnología; en algunos casos se anuncia como una nueva solución a muchos
problemas: propone que va a solucionar problemas de hambre, de enfermedades, de
energía, de potabilización de agua, y en ese sentido tiene una difusión amplia.
Después está el nivel sectorial, y ahí sorprende mucho pues es bastante
publicitada la información de la tecnología en la industria textil, pero no se
dice absolutamente nada sobre la utilización de la nanotecnología en la
industria de la alimentación y en la industria de productos agropecuarios. En la
industria de los cosméticos, por ejemplo, donde la publicidad explicitaba que
utilizaban nanotecnología, hubo un cambio radical: en los últimos seis meses esa
información fue retirada por completo de los sitios web.
-¿Cuáles son los desafíos para
las organizaciones sociales y para la sociedad civil frente a los posibles
impactos de la nanotecnología?
-Actualmente la sociedad está más receptiva y más cuidadosa
de las nuevas tecnologías, porque ha percibido que éstas no vienen como una
necesidad ni una demanda de la población sino que se inventa y después se ve en
qué se aplica. Es como un negocio al revés. Si prestamos atención a lo que ha
pasado con los transgénicos en los últimos cinco o diez años, veremos que en
muchos países de Europa ya se prohibieron. Lo mismo puede pasar con la
nanotecnología si se presiona para que haya investigaciones más exhaustivas y se
ponga por delante el cuidado de la salud y del ambiente y recién luego el de los
negocios. Hoy en día es precisamente lo contrario, se inunda el mercado de cosas
y después vemos cómo hacemos, por eso hay que ver cómo organizarse para que los
gobiernos reglamenten, para que tomen el tema de los impactos de forma seria.
-Como investigador y académico,
¿cuáles son en su opinión las perspectivas ante estos desafíos?
-Es una batalla difícil pero no imposible. Dentro de los
propios negocios están muy interesados en reglamentar todo lo que refiere a la
nanotecnología, en especial las agencias de seguros porque no se animan a
invertir el capital en algo que puede ser catastrófico. Resulta muy riesgoso.
Inclusive grandes asociaciones de comercios quieren que todos los productos que
tengan nanotecnología sean etiquetados, porque no quieren que el consumidor los
acuse de estar vendiendo cosas que pueden hacer mal a la salud.
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