Pese a la manipulación de información por parte de
autoridades e industria, es inocultable que el actual virus
de gripe porcina (ahora asépticamente llamado de influenza
A/H1N1) tiene su origen en la producción industrial de
animales.
Las autoridades conocían la amenaza de pandemia, pero no
dieron importancia a los avisos de instituciones científicas
y organizaciones sociales para no interferir con los
intereses económicos de la gran industria alimentaria
agrícola y pecuaria y de las trasnacionales farmacéuticas y
de biotecnología que lucran con las enfermedades. Para ello
son útiles los enfoques fragmentarios que no cuestionan las
causas del problema: medidas de emergencia cuando los
muertos y enfermos no se pueden obviar, mientras se afirma
que la crisis se resuelve con más tecnología controlada por
las transnacionales. Si hay nuevos virus, se encontrarán
nuevas vacunas –patentadas y vendidas por las empresas. Aún
si se encontrara una vacuna contra el virus más reciente, la
cría industrial de animales sigue siendo una bomba de tiempo
para la creación de otros nuevos virus.
El precursor más cercano del virus de influenza porcina que
ahora se expande por el mundo se detectó en las granjas
porcícolas de Estados Unidos desde 1998. Provenía de
la familia de virus H1N1, causante de la gripe de 1918. En
1998 recombinó con segmentos de virus de gripe aviar y
humana, además de otras cepas de gripe porcina, una
recombinación triple de la que no había registros
anteriores. Esto alarmó a los investigadores por el
potencial de seguir mutando y convertirse en gripe humana
y/o mucho más patógena.
En 1999 ese virus ya
estaba presente en 20,5 por ciento de los cerdos
industriales de 23 estados de Estados Unidos, según reportó
ese año la publicación Journal of Virology.
Varios
autores y publicaciones científicas advirtieron en los años
siguientes que estos virus seguían recombinándose en los
establecimientos industriales de cría de porcinos, donde
circulan muchas cepas diferentes, que luego se diseminan a
través de largos transportes nacionales e internacionales de
animales y personas en contacto con ellos. Tanto humanos
como animales pueden ser portadores de los virus aunque no
manifiesten la enfermedad. Paralelamente, las cepas de gripe
humana también recombinaron, al igual que las de gripe aviar
–produciendo por ejemplo, la "famosa" gripe aviar H5N1,
causada igualmente por condiciones industriales de cría.
Por todo esto, científicos advirtieron que la amenaza de
crear una cepa de virus que afectara y se trasmitiera entre
seres humanos era inminente. Se confirmó con la actual
epidemia y puede suceder nuevamente: las causas siguen
intactas.
Los virus de la gripe fácilmente recombinan, pero ciertas
condiciones hacen que el proceso se acelere: la creación de
resistencia dentro del organismo infectado, o que dos o más
cepas diferentes infecten un organismo al mismo tiempo.
Ambas condiciones son cotidianas en las granjas industriales.
Por la cantidad y hacinamiento de animales, la atmósfera
infecta y calurosa, siempre hay distintas cepas que circulan
y pueden infectar a un animal simultáneamente. Por eso les
dan vacunas masivamente, que crean resistencias y como
respuesta, los virus cambian. El contacto entre cerdos, aves
de criadero y silvestres, insectos, microbios y humanos es
permanente e inevitable dentro y a partir de los
establecimientos, promoviendo la recombinación de cepas de
diferentes especies. Los estresados animales reciben además
hormonas, antibióticos y son rociados regularmente con
insecticidas, lo que debilita su sistema inmunológico y
provoca el aumento de medicamentos.
Todo esto, junto a miles de toneladas de estiércol, va a los
estanques de oxidación de las granjas, contaminado aguas y
aire. De modo semejante ocurre en Granjas Carroll
(denunciada como uno de los focos de origen de la epidemia
en México) y en otras instalaciones de la misma
Smithfield, Tyson, Cargill y otros grandes
criadores.
La
Organización Mundial de la Salud conoce bien este panorama,
por lo que es una vergüenza que haya cambiado el nombre de
gripe porcina (que también asuela a humanos) al neutral
"influenza A/H1N1", para desvincular a la empresas de cría
industrial de cerdos de lo que realmente son: causantes de
la epidemia.
Igualmente absurdo es que
el gobierno de México subsidie a los criadores industriales
de cerdo asignando mil millones de pesos para que la
industria se pueda resarcir de las pérdidas económicas por
la epidemia que ellos provocaron. Siete empresas porcícolas trasnacionales –o asociadas a
grandes criadores mexicanos– entre las que se encuentra
Granjas Carroll, tienen 35 por ciento de la producción
porcina en México.
Además de crear catástrofes de salud y ambiente, estos
oligopolios y sus granjas masivas han perjudicado seriamente
a los criadores campesinos y de pequeña escala de cerdos y
pollos. Allí también puede haber virus, pero es difícil que
se encuentren varias cepas al mismo tiempo, y aún si así
fuera, nunca crearán una epidemia porque son pocos animales
en un espacio separado de otros.
En lugar de atacar las causas de la epidemia, se premia a los
que la producen.
Silvia Ribeiro*
La
Jornada, México
12 de
mayo 2009
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