Con
Ana Grabowski, de Estados Unidos
Unirse en la lucha y en la acción,
con una sola voz y más allá de la
fronteras
|
Ana
asistió al Encuentro representando al
Sindicato de Trabajadores de la Alimentación
y el Comercio (UFCW, por sus siglas en
inglés) que tiene 78 mil afiliados en la
industria avícola de Estados Unidos y
Canadá, lo que viene a ser
aproximadamente un tercio del total, y
también trabaja en una organización
social de alcance nacional llamada
Centro de Cambio Comunitario, que aboga
por las comunidades pobres de Estados
Unidos. En diálogo con Sirel, describió
algunos de los principales problemas en
las plantas avícolas de ese país.
-¿Desde cuándo la industria avícola
empezó a contratar masivamente a
trabajadores inmigrantes?
-Los empleos en las avícolas no están entre los preferidos
por la población estadounidense. Hasta
hace unos diez años la mayor parte de
quienes se desempeñaban allí eran
afroamericanos, pero cuando éstos y los
blancos que también trabajaban ahí se
fueron sindicalizando y reclamando
mejoras, estas empresas se volcaron a
contratar inmigrantes hispanos no
documentados porque son económicamente
más vulnerables: les pagan menos y no
aportan por cargas sociales ni seguros.
Reclutaron inmigrantes en Texas, en
Miami y en los pueblos fronterizos, lo
que les sirvió para debilitar los
sindicatos y abaratar costos.
En diez años el personal pasó de ser
predominantemente estadounidense a un 80
por ciento hispano, algunos documentados
y otros no.
-¿Cómo calificas la política
estadounidense sobre inmigración?
-Es bastante contradictoria, porque por un lado el país tiene
necesidad de ellos, y por eso hay 12
millones de personas indocumentadas. El
problema es que esta situación no es
aceptada política y socialmente. Hay
frecuentes redadas de “la migra”, que es
la agencia gubernamental que controla la
inmigración. Ella llega como una suerte
de fuerza policial a los barrios y a los
lugares de trabajo, detiene a los
indocumentados y los deporta. La empresa
Tyson, en particular, ha tenido
muchos problemas con la migra, y por eso
ahora busca emplear nuevamente mano de
obra estadounidense. Pero es un círculo
vicioso, ciclos que siempre vuelven a
repetirse.
La industria avícola sabe que el ritmo de trabajo está
ocasionando este daño, pero decide
mantener esta estructura de producción
porque le genera mayor lucro |
-¿En qué se expresa concretamente esa dominación sobre los más vulnerables?
-Hay que tener en cuenta que la legislación laboral en
Estados Unidos en general es
absolutamente amplia para los
inmigrantes; sean o no documentados,
tienen derecho a compensación por horas
extras, a indemnización por accidentes,
a no ser discriminados. Pero en la
industria avícola, inmigrantes y
estadounidenses padecen abusos por la
escasa voluntad de contralor de las
autoridades. Muchas veces las personas
lastimadas en el trabajo son despedidas
sin más trámite, o también ocurre que
las plantas pagan por la atención de la
emergencia, pero después se desentienden
completamente de la persona herida,
incluso, y sobre todo, en caso de daños
permanentes. A veces las empresas logran
engañar a los accidentados y los hacen
renunciar a su capacidad de denunciarlos
legalmente a cambio de un poco de dinero
efectivo. Esto le permite a la industria
bajar los índices de siniestralidad y
evitar multas e inspecciones molestas.
Hay casos de trabajadores y trabajadoras
que se han lastimado y, una vez
atendidos, aunque aún no están
habilitados para trabajar, igual deben
concurrir a la fábrica y les pagan
simplemente por estar allí, y de esa
manera no están obligados a reportar que
tuvieron que hacer reposo domiciliario.
Un accidente serio se transforma así en
un incidente banal.
-¿Cuántas personas se desempeñan en la
industria avícola?
-Entre Estados Unidos y Canadá hay 230 mil
personas trabajando en las líneas de
producción y matanza, pero hay
probablemente unos 25 mil más fuera de
las plantas.
-¿Cómo es el ritmo de trabajo en las
avícolas y cuáles están siendo las
consecuencias?
-Como aquí, en Brasil, allá también el ritmo de
trabajo es muy pesado. Esto es regulado
solamente por una agencia gubernamental
que inspecciona la carne desde el punto
de vista de su aptitud para el consumo
humano, y ella ha establecido que se
puede procesar 90 pollos por minuto.
Esta norma se ha hecho sin tener en
cuenta para nada las necesidades y
posibilidades de los y las trabajadoras.
Por eso ellos sufren de trastornos
músculo-esqueléticos en manos, brazos,
hombros, y tienen graves problemas en
los pies por tantas horas parados.
Hay informes que dicen que en las
avícolas un trabajador repite los mismos
movimientos entre 10 mil y 30 mil veces
por turno. La gente ahora está
haciendo jornadas más largas, de diez y
doce horas, así que es fácil prever las
consecuencias. Estas afecciones no son
reconocidas como enfermedades laborales,
y por eso muchas personas continúan
trabajando hasta que un día no pueden
aguantar más el dolor. Ellos no saben
que pueden recibir tratamientos médicos.
Como continuaron trabajando enfermos,
cuando paran ya no pueden hacer otra
cosa porque sus manos están
inutilizadas, sus brazos les duelen
demasiado.
Un
informe publicado en febrero de este año
por un grupo de periodistas compara lo
que está pasando en las avícolas con el
llamado “pulmón negro”* que afectó a los
mineros del carbón y que causó la muerte
de muchos de ellos, aunque durante
años y años la enfermedad
no fue
reconocida como consecuencia del
trabajo. Es también una dolencia que se
desarrolla con el tiempo.
-Igual que las LER…
-Es
lo mismo. Aunque parezca increíble,
la industria avícola sabe que el
ritmo de trabajo está ocasionando este
daño, pero decide mantener esta
estructura de producción porque le
genera mayor lucro.
-¿Cómo es el trabajo de sindicalización
en esas plantas?
-Muy complicado. El cambio de la gente que trabaja allí,
planteó problemas de comunicación ya que
los inmigrantes en general no hablan
inglés o tienen muchas limitaciones con
el idioma porque son recién llegados.
Durante un tiempo, inclusive, hubo
cierta discriminación porque los
sindicalistas decían que la base eran
los afroamericanos, los blancos, pero no
los inmigrantes hispanos. Pero esto ha
ido cambiando y en la actualidad hay un
intento de sindicalizar a todos.
Igualmente hay muchas dificultades
porque los anglos desconocen la historia
y la cultura de los latinos. Muchos de
ellos ya estuvieron sindicalizados en
sus países de origen y sufrieron la
represión de las dictaduras y los
gobiernos autoritarios. Y esto es
difícil de trasmitir. Hay un cierto
choque cultural que aún no se resuelve
del todo. Por otra parte, los sindicatos
en Estados Unidos han sido
políticamente y legalmente muy atacados
desde la época de McCarthy,
durante la Guerra Fría de los años 60 y
la “lucha contra el comunismo”. Esta
actitud permanece aún hoy en los
partidos conservadores. El actual
presidente George W. Bush, que
lleva ochos años
El futuro del movimiento
sindical en este tema es,
sin duda, la unión, la lucha
y la acción coordinada a
nivel internacional |
en el gobierno, puso en
las agencias federales y en las Cortes
personas que toman decisiones a favor de
las empresas y contra los trabajadores.
Aún cuando alguien trata de pelear por
sus derechos, aún cuando son protegidos
y legales, la mayor parte de las veces
salen ganando las compañías. Estas dos
cosas hacen difícil la sindicalización,
pero existe una gran esperanza entre los
trabajadores y trabajadoras de lograr un
cambio. Todos tenemos esperanzas.
-¿Qué impresión te llevas de tu
participación en el Encuentro?
-Es ambivalente, porque por un lado siento mucha tristeza al
ver que las condiciones laborales son
horribles en toda la industria a nivel
global, y esperaba que no fuera así,
Pero también siento mucha esperanza de
que con la solidaridad y la colaboración
podremos encontrar la forma de
organizarnos más allá de las fronteras y
poder presionar a las empresas. Debemos
luchar globalmente para proteger a los
trabajadores y trabajadoras, llegar a
instalar ritmos de trabajo adecuados a
la salud humana, al pleno goce de la
vida y del propio cuerpo durante toda la
vida. Y si todos hablamos con una sola
voz, será más difícil que ellos amenacen
con llevarse el trabajo a zonas donde
pueden explotar más a otras poblaciones.
El futuro del movimiento sindical en
este tema es, sin duda, la unión, la
lucha y la acción coordinada a nivel
internacional.